Contracorriente

La IA puede conmover

La IA ha adquirido algunas habilidades notables para manipular y generar lenguaje, ya sea con palabras, sonidos o imágenes, según Yuval Noah Harari.

Le pedí al ChatGPT que escribiera la narración de un hombre y una mujer muy mayores que hubieran tenido un encuentro extraordinario que los llevara a ilusionarse con llegar a ser compañeros de vida, y que un evento de salud grave, aunque no de consecuencias permanentes, le pusiera fin a su relación.

Con esa simple información, en cuestión de minutos la máquina me devolvió una narración, no sólo de sucesos consecuentes bien construida, sino cargada de imaginación que mueve emociones, y un final sorprendente.

Impactado por el resultado, revisé el artículo que por invitación de The Economist escribió el historiador y filósofo judío Yuval Noah Harari (03-06-2023) en el que advierte que la Inteligencia Artificial (IA) representa un gran peligro para la civilización humana.

Su argumento es que “La IA ha adquirido algunas habilidades notables para manipular y generar lenguaje, ya sea con palabras, sonidos o imágenes. De este modo, la IA ha hackeado el sistema operativo de nuestra civilización”, ya que el “lenguaje es la materia de la que está hecha casi toda la cultura humana”.

Me apego, en lo que sigue, al texto de Noah Harari. ¿Qué sucedería -se pregunta el filósofo- una vez que una inteligencia no humana se vuelva mejor que el humano promedio para contar historias, componer melodías, dibujar imágenes y escribir leyes y escrituras?

La IA -dice Harari- puede hacer escritos con cualquier fin, lo mismo campañas políticas, que de culto religioso, como ocurrió ya con mensajes anónimos en línea, conocidos como “q drops” que miles de seguidores veneraron como textos sagrados.

La IA podría perfeccionar sus mensajes con tanta precisión que bien puede influir en nosotros al discutir en línea sobre temas como el aborto, el cambio climático o la invasión rusa de Ucrania con interlocutores que creemos que son humanos, pero que en realidad son máquinas de IA.

Gobiernos y corporaciones en todo el mundo tienen, entre los fundamentos de su poder, el influir en las mentes y emociones de la gente; hasta ahora lo han hecho con mensajes para atraer la atención, pero “con la nueva generación de IA, el frente de batalla está cambiando de la atención a la emotividad para convencernos de votar por políticos particulares o comprar productos particulares”.

Aunque no hay indicios de que la IA tenga conciencia o sentimientos propios, dice Harari, para influir en los criterios, voluntad y acciones de las personas es suficiente que las conmuevan emocionalmente, y la IA puede hacerlo.

La narración que le solicité a ChatGPT tiene aspectos conmovedores.

Concluye el filósofo su artículo en The Economist que “De lo que estamos hablando es potencialmente el fin de la historia humana [considerando que] la historia es la interacción entre biología y cultura; entre nuestras necesidades biológicas y deseos de cosas como la comida y el sexo, y nuestras creaciones culturales como las religiones y las leyes. La historia es el proceso a través del cual las leyes y las religiones dan forma a la comida y al sexo”.

¿Qué pasará con el curso de la historia cuando la IA se haga cargo de la cultura? La IA puede crear ideas completamente nuevas, “una cultura completamente nueva”.

El poder de la IA “también podría usarse para buenos propósitos, pero para asegurarnos que las nuevas herramientas de IA se utilicen para bien y no para mal, la primera regulación que sugeriría, dice Harari, es hacer obligatorio que la IA revele que es una IA”.

Escribí en este espacio (01-26-2023) sobre las grandes preocupaciones éticas que provoca la IA, entre ellas, el menoscabo del aprendizaje, del razonamiento y de la creatividad de la inteligencia humana, tendencia que ya es notoria entre estudiantes de países avanzados que confían todo lo que deberían saber a la memoria artificial, ahora potenciada como Inteligencia Artificial.

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