En el espejo de Washington

¿Ganó o perdió el trumpismo?

La baja aprobación de Joe Biden y una sociedad lastrada por la inflación generaban las condiciones para una marea roja, una derrota de amplias proporciones que no sucedió.

El trumpismo —entendido como una acción política antiinstitucional, nacionalista, xenofóbica, mediática y conspiranóica— siguió avanzando en Estados Unidos.

Por un lado, más de 160 “election deniers” (candidatos que afirman que a Trump le robaron la elección en 2020) han resultado vencedores en las urnas. Mala noticia para una democracia en crisis y disfuncional que incorpora a posiciones de poder a cientos de defensores de la Big Lie.

Por el otro lado, aunque retomarán el control de la Cámara de Representantes, los republicanos han obtenido una victoria muy apretada en un contexto de profunda debilidad de sus rivales demócratas.

Un presidente Biden con baja aprobación y una sociedad lastrada por una inflación lacerante generaban las condiciones de posibilidad de una marea roja, una derrota de amplias proporciones que no sucedió.

Hablar de victoria o derrota depende en gran medida de cómo se define cada una de ellas.

Es victoria pensar que con todo y un intento de golpe de Estado, más el predominio de una generación de políticos extremistas y antiinstitucionales en sus filas, los republicanos han retomado el control de una de las Cámaras y con posibilidades de dominar también la otra.

Es derrota, si se entiende que las posiciones extremas y una gama amplia de candidatos impresentables, minaron las posibilidades de un avance político enorme dado el contexto en contra que sufren Biden y su partido.

¿Victoria o derrota? Electoralmente, para el trumpismo la moneda está en el aire.

Si los dos estados que faltan por definir ganador en la elección de senadores (Arizona y Nevada) no caen en la columna demócrata, todo se decidirá el próximo 6 de diciembre donde Rafael Warnock y Herschel Walker se verán de nuevo las caras, ya que en esta ronda ninguno pasó de 50 por ciento de los votos como lo exige la legislación de Georgia.

¿Victoria o derrota de Donald Trump? Mientras que el trumpismo avanza de cierta manera, no podemos decir lo mismo de Donald Trump.

El expresidente pasará facturas a los que apoyó y ganaron, pero también el partido le podrá cobrar caro el apretado triunfo en la Cámara de Representantes y la probable derrota en el Senado, causada por impulsar y respaldar a candidatos polémicos y cuestionables en competencias clave.

Durante la misma noche electoral salió a mandar un mensaje subliminal, para cobrar facturas y recordarles a los ganadores que tuvieron su sello, que les exigirá favores a manera de “pagos y regalías” por el uso de su marca, tal cual es su modelo de negocio.

En el horizonte es previsible observar un debilitamiento de la hegemonía de Trump sobre el partido, debido al ascenso rutilante del gobernador de Florida, Ron DeSantis quien entregó un triunfo arrollador y es cada vez visto como un mejor candidato para abanderar la boleta presidencial republicana en la elección de 2024.

En donde sigue ganando el trumpismo —sí es que a eso podemos llamarle victoria— es en el terreno de la polarización.

Estados Unidos va consolidándose en dos bloques sólidos y contrapunteados. Nada bueno para una dinámica democrática que requiere diálogo, ceder espacios, entablar negociaciones y generar acuerdos para que los proyectos y los cambios puedan avanzar.

Para entender el sello de Trump en la expansión de la polarización planetaria es importante analizar su uso del branding tanto como su recurso a la desinformación sistemática.

Además de la polarización política, estamos sufriendo un problema causado por una máxima de la mercadotecnia: la construcción de una marca requiere diferenciación y no parecerse al otro.

Eso que puede funcionar muy bien en productos como papas o refrescos nos está llevando a una confrontación enorme, porque la mercadotecnia electoral y la comunicación política actual te mueve a diferenciarte compulsivamente de los demás.

La manía de la diferenciación nos está llevando a subrayar la distancia entre un Ustedes y Ellos en lugar de construir y ampliar un Nosotros.

Estamos perdiendo el espacio compartido, la visión solidaria, el bien común.

Si el mundo pierde el nosotros y se queda partido en bandos enfrentados, nada bueno nos espera. Si vemos a las personas como enemigos o amigos sin un espacio intermedio de convivencia, los retos que enfrentamos como sociedades serán muy difíciles de resolver. Pensemos en lo complejo que, por ejemplo, será para Lula da Silva, gobernar Brasil, literalmente partido en dos y con visiones irreconciliables.

Lamentablemente en México también se está trabajando sistemáticamente para dividir en dos al país. La estrategia del presidente López Obrador consiste en polarizar y atraer hacia sí al polo más numeroso, dejándole a sus opositores lo que él considera un polo de menor tamaño y, por lo tanto, fácilmente vencible en las urnas.

Los integrantes de ese supuesto polo suelen caer en la trampa y le ayudan día con día al ser incapaces de romper la narrativa polarizante. El reto de la oposición es ampliar el nosotros y combatir la diferenciación (clasismo, racismo, explotación. etc.) en cualquiera de sus manifestaciones, de otra manera habrán caído en la trampa y estarán “narrativamente derrotados”.

Y mientras todo esto pasa, los autócratas de todas las latitudes: Putin, Xi, Orban, Erdogan, Modri, Ortega, Maduro y demás personajes observan con beneplácito la degradación y disfuncionalidad de la vida democrática.

El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

Guido Lara

Guido Lara

CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

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