Gerardo Herrera Huizar

Recomenzamos... llueva o truene

Las predicciones económicas se suman a las cifras de la que ya es una tragedia sanitaria con cerca de 10 mil muertes y un índice de letalidad superior a 10 por ciento.

La presión económica es indiscutible, las predicciones de los expertos y de las entidades sabedoras del tema hacen pronósticos devastadores, conservadores o no. Las estimaciones de Banxico, para no referirnos a las calificadoras ni a organismos internacionales, anuncian escenarios nada bonancibles para la economía mexicana en los próximos meses y años.

La prognosis sobre los efectos de la inactividad en diversos e importantes sectores de la economía -no debe obviarse la informalidad- obligan a la reactivación de la actividad productiva, con los riesgos y las consecuencias que deben ser calculadas por el gobierno.

Y es que el asunto no es de carácter unilateral ni doméstico. Las predicciones económicas se suman a las cifras de la que ya es una tragedia sanitaria con cerca de 10 mil muertes, con un índice de letalidad superior a 10 por ciento, y se entremezclan con las exigencias del mercado por el impacto en la cadena productiva, particularmente con nuestro principal socio comercial.

Una situación compleja, no sólo en el momento presente, donde atravesamos la circunstancia más alarmante en materia de salud y, paralelamente, la debacle económica.

Por más optimismo que se desee comunicar, la evidencia refuta el mensaje. La incertidumbre se apodera, palmo a palmo, día con día y, desde muy temprano, de la confianza ciudadana.

El temor, que ha desatado la enfermedad que 'nos llegó de fuera', igual que la crisis económica de Calderón, ha tenido un profundo impacto en todos los intercambios y ha condicionado determinantemente la actividad social, las relaciones, costumbres, hábitos, libertades y, sobre todo, expectativas.

Sujetos a la sabiduría, ciencia y técnica de los expertos que han administrado la crisis y nos han guiado en su manejo, hemos cumplido, al pie de la letra, sus recomendaciones para, hoy lunes 1 de junio de 2020, iniciar una nueva normalidad, ver el cielo despejado y comenzar una nueva vida. El pasado queda, como siempre, sólo para la experiencia. Un nuevo comienzo.

Pero, el inefable 'pero', se interpone, nuevamente, entre la comunicación y la percepción social de la realidad, con las interrogantes naturales, la desconfianza y el temor asociado.

Ciertamente, la información ha sido abundante, cotidiana e ininterrumpida, del máximo nivel y oficialmente avalada, pero aún no queda claro en la conciencia pública su veracidad, dados los claroscuros que se perciben en la emisión del mensaje.

La sociedad mexicana es, por decir lo menos, una sociedad escéptica, forjado su escepticismo en la experiencia y no se sujeta, hoy menos que nunca, con la asistencia de las 'benditas redes sociales', a un convencimiento sustentado sólo en la comunicación oficial. Antes bien, regurgita el mensaje, lo vuelve a digerir y encuentra en su reflexión una verdad alternativa de las cosas, en vista de la realidad patente.

Regresamos a la normalidad, no obstante la potencial gravedad anunciada por el semáforo rojo en todo el país. Se pasa la estafeta y la responsabilidad a los gobiernos locales quienes habrán de tomar la decisión final sobre el retorno a la normalidad.

El pronóstico es reservado y las alternativas pobres. Difícil elección entre lo malo y lo peor. Habrá de elegirse entre la salubridad de la población y la salud de la economía, ambas en estado crítico.

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