Gerardo Herrera Huizar

El sistema de despojo y el Servicio de Carrera

Quizás sea momento de revisar, con visión prospectiva y autocrítica, en estos tiempos de transformación, el andamiaje del sistema político y administrativo.

Una de las características más destacadas del sistema político y administrativo en México es la manera como se distribuyen los cargos públicos bajo criterios de militancia y lealtad partidista, más que por consideraciones de talento y mérito.

El llamado spoils system, en ciencia política, se entiende como un mecanismo de asignación de cargos públicos de carácter clientelar, con base en la afinidad política, en donde se busca, en principio, la apropiación absoluta de las administraciones, mediante el nombramiento en los cargos de personas afines ideológicamente al partido o grupo que accede al poder, desplazando a los funcionarios del pasado, como una forma también de premiar los servicios y el apoyo prestados durante la campaña respectiva.

Este sistema de botín o de despojo conlleva, particularmente, bajo condiciones de alternancia, una serie de alteraciones en el desempeño de las administraciones públicas, que se refleja de manera inmediata en la calidad de los servicios hacia la ciudadanía y en la eficiencia y eficacia de los procesos gubernativos, dada la pronunciada curva de aprendizaje a que deben someterse los nuevos funcionarios en áreas eminentemente técnicas, como son las complejas estructuras del mundo actual que demandan no sólo habilidad política, sino una más sólida formación técnica para mantener, al mínimo indispensable, la continuidad de la operación institucional y evitar los naturales retrocesos.

Una forma de neutralizar este fenómeno ha sido el de la instauración de un funcionariado profesional, como lo sugiere Weber, diferenciar al político del científico, con objeto de evitar la contaminación de un ámbito sobre otro, cosa que en nuestro país es una constante y repercute tanto en el funcionamiento institucional como en la estabilidad laboral y profesional de los integrantes de las administraciones en los tres órdenes de gobierno, pero con mayor intensidad en los municipios por su efímero periodo de gestión.

El presidente tiene razón cuando señala que no a todos se les da eso del servicio público, pero no sólo es un apostolado, es una actividad profesional altamente técnica que, al menos desde principios del presente siglo, fue legislada, tratando de contener las alteraciones por los vaivenes de la política, sobre la estabilidad de la administración.

El espíritu de la Ley del Servicio Profesional de Carrera es el de contar con los mejores servidores públicos con base en el mérito y la competencia, darles estabilidad y permanencia en los cargos con base en perfiles definidos y su desempeño eficiente, en permanente evaluación. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la flamante ley mencionada ha sido aplicada parcialmente o de plano desechada en virtud de los acomodos y circunstancia de la actividad política.

Por ello, no es raro, ni será raro en el futuro, seguir observando serias deficiencias en el servicio público y la designación en cargos relevantes de personas cuyo perfil obedezca más al ánimo y la empatía política que a la formación y el desempeño profesional.

Quizá sea momento de revisar, con visión prospectiva y autocrítica, en estos tiempos de transformación, el andamiaje del sistema político y administrativo, hacia una delimitación funcional clara y objetiva que conjure los recurrentes comienzos desde cero y coloque al país en una ruta de progreso permanente.

No es utopía .

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