Gerardo Herrera Huizar

El Estado, bajo el reto criminal

La posición en que se encuentran las Fuerzas Armadas no es nada cómoda, la última frontera contra el crimen y la violencia ha quedado en sus manos.

La enardecida y envalentonada multitud de La Huacana ha lanzado un innegable reto al Estado. Sólo la prudencia de nuestros soldados evitó que la violencia desatada contra ellos alcanzara dimensiones de tragedia.

La agresión y la soez actitud de quienes lideraban la muchedumbre exigiendo la devolución de armas de uso exclusivo del Ejército, según la ley, motivó reacciones en diversos sectores por las implicaciones que el hecho puede tener en el futuro inmediato en la ya difícil situación de violencia que se vive en el país.

No es la primera vez que se utiliza a la población por parte de criminales para contener a la autoridad. En años anteriores se ha movilizado a comunidades enteras para exigir la salida de las tropas de sus zonas de control, generando cotos exclusivos que les proveen cobertura social y libertad de acción, circunstancia que explica en parte el exponencial fortalecimiento de los cárteles, su dispersión y control territorial, con capacidad de fuego, comunicación y movilidad, acompañadas de una ostensible demostración de fuerza que luce en sus convoyes fuertemente armados las siglas de su organización delictiva.

Pero el riesgo que se enfrenta tras lo ocurrido en La Huacana, es la generación de incentivos que motivarían a los delincuentes a la adopción de esta táctica de manera sistémica y la reproducción de agresiones multitudinarias a los contingentes de las fuerzas de seguridad desplegados a lo largo del territorio, comúnmente en zonas apartadas.

Un escenario de tal naturaleza, pese a la probada disciplina de las Fuerzas Armadas, podría desembocar en eventos más frecuentes y de magnitudes más elevadas para provocar una reacción de fuerza por parte de soldados, marinos o guardias nacionales, con el consecuente impacto en imagen, prestigio social y capacidad operativa.

La posición en que se encuentran las Fuerzas Armadas no es nada cómoda, la última frontera contra el crimen y la violencia ha quedado en sus manos. De su solidez y fortalecimiento político, depende su éxito y la recuperación de la tranquilidad social.

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