Gerardo Herrera Huizar

¿Dialogando con el crimen?

La estrategia no debe responder a la coyuntura electoral en el sentido lógico del poder público, sino al objetivo del desarrollo integral y sustentable con visión de Estado.

No está a discusión que la preocupación y exigencia social más apremiante es el nivel de inseguridad y violencia inusitada que se vive en todo el territorio nacional. Ya no es extraño, pero sí muy preocupante, que gavillas armadas con poderosos fusiles propios de la guerra, se exhiban a la luz del día en poblaciones, antes consideradas pueblos mágicos o en zonas urbanas, sin el menor rubor, haciendo gala de acrónimos criminales como medio de propaganda que, en afán de conquista, se promueven en medios masivos como garantes de la paz pública.

Secuestros, asesinatos, violaciones, extorsión, ocupación territorial, desplazamientos, son los indicadores cotidianos en la geografía que paulatinamente va siendo apropiada por la criminalidad, ante el vacío que ha venido creando el Estado en todas sus expresiones.

Ante la patente inefectividad de las estrategias (ocurrencias y corrupción incluidas) planteadas por las anteriores administraciones en los tres órdenes de gobierno, se ha sugerido como vía de solución el diálogo. Tanto la señora secretaria como su subordinado en Segob han reconocido estar en pláticas con grupos que quieren deponer las armas, plana corregida enfáticamente por el jefe del Ejecutivo, que ha incentivado la polémica. ¿Debe el Estado dialogar con los criminales?

Se pronuncia Hobbes con su gran Leviatán!!!... Noooo!!! Se alza Weber con el monopolio de la fuerza legítima. Se manifiesta la sociedad con la exigencia violenta de que actúe la autoridad en función de su naturaleza y su mandato para proteger a las mujeres y hombres de la delincuencia rampante y desmedida.

La existencia del Estado, de los gobiernos y las administraciones públicas que de ellos se derivan, no se justifica sino en razón de la eficiencia para brindar a las sociedades los satisfactores de vida, relación y comunicación que hagan de sus vidas una existencia digna, decorosa y feliz, bajo estándares de convivencia comúnmente acordados e institucionalizados.

¿Es, en este sentido, recomendable dialogar con quienes atentan contra ese propósito?

La estrategia no debe responder a la coyuntura electoral en el sentido lógico del poder público, sino al objetivo del desarrollo integral y sustentable con visión de Estado.

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