Gerardo Herrera Huizar

Civil o militar, el dilema

La naciente policía nacional de la cuarta república, está obligada a marcar una clara diferenciación de sus predecesoras para erigirse como un verdadero y sólido sistema de seguridad pública.

El asunto de la Guardia Nacional no acaba de cuajar. Tras la aparente victoria gubernamental en las cámaras y las entidades federativas para decretar su integración, la discusión no ha concluido y se centra ahora en la designación del mando de esa nueva fuerza policial nacional, lo que, en la práctica, habrá de definir su carácter y naturaleza institucional.

Hasta hoy, el jefe del Ejecutivo ha venido reservándose su decisión, manteniendo la expectativa sobre un civil, un militar en retiro o uno en servicio activo, que, al fin y al cabo, es su facultad constitucional. La dosificada información mañanera, no obstante su parquedad, se alinea con la vertida en algunos medios de comunicación, que ya anuncian al virtual comandante policial y dan cuenta de sus virtudes académicas y merecimientos castrenses.

Todo indica que la decisión está tomada, no se observa en el ambiente ninguna insinuación sobre candidato alguno (civil o militar en retiro) que pudiera abrir la alternativa a una determinación diferente de la que al parecer se ha elegido, y que en breve habrá de darse a conocer definitivamente.

El tema corre, de origen, por el terreno de la legitimidad, la sociedad está ávida de resultados y, más allá de los plazos que se han establecido para su consolidación, será sujeta, por una parte, a una permanente observación ciudadana y a la exigencia de prontos y tangibles logros en la contención de la violencia criminal. Por otra parte, será sometida al escrutinio, no pocas veces lapidario, de organizaciones civiles bien orientadas o de grupos de interés mal intencionados.

La naciente policía nacional de la cuarta república, dada la circunstancia, está obligada a marcar una clara diferenciación de sus predecesoras para erigirse como génesis de un verdadero y sólido sistema de seguridad pública: eficaz, profesional, civilizado y socialmente aceptado.

Cambiar el chip, romper el paradigma, salirse de la caja, repensar el futuro y dirigir asertivamente, son tareas indelegables del mando.

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