Gerardo Herrera Huizar

Anabel, crimen y política

Las revelaciones de Vicente Zambada, publicadas en el libro 'El traidor', de Anabel Hernández, son una crónica de la evolución de uno de los negocios ilegales más lucrativos del mundo.

Se ha dicho reiteradamente que la única manera de explicarse la terrible crisis de violencia que padece actualmente la nación es el altísimo nivel de corrupción que durante décadas fue permeando las instancias gubernamentales de los diversos órdenes, generando un estrecho vínculo perverso entre la delincuencia, la empresa y la política.

Las revelaciones de Vicente Zambada, publicadas recientemente en el libro El traidor, de Anabel Hernández, son una crónica de la evolución de uno de los negocios ilegales más lucrativos del mundo, en el que resulta sumamente relevante la participación de los cárteles mexicanos de la droga.

Ciertamente, no hay otra forma de entender el exponencial crecimiento de la delincuencia organizada en nuestro país, sus manifiestos y ascendentes niveles de crueldad y la necesidad de extender su control territorial por medio de la violencia, que observando las ingentes ganancias económicas que les son inherentes y enardecen las más oscuras pasiones de quienes pueden, de diversas maneras, beneficiarse de esa ilícita actividad de alcance internacional.

No es la primera vez que se hace pública información sobre circunstancias y personajes tanto del ambiente criminal como de las administraciones públicas o de la empresa privada, que señalan estrechos vínculos entre ellos y dan cuenta de la gran dificultad de combatir exitosamente a las organizaciones delictivas que día con día son más robustas y poderosas, pero lo destacable es la descripción de los mecanismos de operación, las relaciones públicas y los nombres de actores relevantes que aún están con vida.

Indudablemente, debe existir en manos de las autoridades norteamericanas y quizá de las mexicanas mucha más información de detalle que no se ha divulgado, en el tenebroso mundo de la inteligencia criminal siempre se guardan fichas para un mejor empleo o por resultar temporalmente políticamente incorrectas. Lo cierto es que los contenidos del texto referido ofrecen un panorama atractivo y explotable para la apertura de líneas de investigación formales que pueden conducir, eventualmente, a elucidar las redes de corrupción tejidas entre el poder económico y político con el crimen organizado, no sólo en México, sino en toda la geografía donde ha sentado sus reales.

Es lógico pensar que la empresa criminal no se concentra sólo en el tráfico de drogas. El objetivo fundamental es el lucro, la generación de riqueza y ello obliga, como es evidente en nuestro país, a la generación de negocios paralelos: trata de personas, extorsión, tráfico de armas, secuestros y, desde luego, lavado de dinero.

La información contenida en el texto, no puede ser menospreciada ni perderse en los anaqueles de una biblioteca. A los ojos críticos de investigadores curiosos y analíticos, a los servicios de inteligencia del Estado, expertos en la materia, a las entidades de transparencia, se ofrece una relevante fuente pública para orientar su tarea.

COLUMNAS ANTERIORES

El Estado, en disyuntiva
Treguas, elecciones y más

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.