Debate Puntual

La política del odio

El discurso de odio que el propio Donald Trump esgrime y avala, fomenta la aparición de acciones radicales, desde insultos hasta actos terroristas como el de El Paso.

Comienza, de forma aparente, como un acto inocente. Un hombre, haciendo uso de su libertad de expresión, siguiendo los que considera sus valores personales, alimentado por una ideología que, a su parecer, es justa, se lanza a concretar acciones que, a todas luces, atentan contra las libertades, los valores y las ideologías de otros.

Una vez más, los medios de comunicación ocupan sus primeras planas para narrar una matanza en Estados Unidos (una más), con las similitudes hasta ahora reiteradas y, al mismo tiempo, obviadas por el gobierno del presidente Donald Trump.

Para los republicanos y los cabilderos de las armas, no se trata de la facilidad con la que se compran armas automáticas en ese país, ni la posibilidad de formar un arsenal personal que no tiene una razón real de ser, ni con la ideología racista y de odio que desde hace décadas empuja a hombres blancos a tomar las armas y terminar con la vida de compañeros de clase, asistentes a conciertos, visitantes de centros comerciales, feligreses de congregaciones religiosas, transeúntes… El gobierno y los grupos proarmas prefieren achacarles las miles de muertes a problemas de salud mental, mismo que no atienden, ni son considerados como impedimento para ser candidato a comprar armas a precios accesibles.

La radicalización, la polarización y la división son factores decisivos a la hora de llevar a un hombre promedio a convertirse en un tirador infame. El discurso de odio que el propio presidente esgrime y avala, fomenta (y, en ciertas cabezas, hasta excusa) la aparición de acciones radicales, desde insultos a quienes no pueden o deciden no hablar inglés exclusivamente cuando se encuentran en Estados Unidos, hasta actos terroristas como los desafortunadamente famosos tiroteos.

Donald Trump está en campaña. Sus bases, formadas por un gran número de personas a favor de la tenencia y portación de armas, encuentran en los tiroteos falsos héroes y mártires que defienden las mismas causas: evitar la migración (particularmente latina y de orientación musulmana), entronizar la idea de una nación blanca, y posicionar al candidato republicano como una opción viable para la reelección.

La presidencia ordena banderas a media asta, y en su discurso asegura que no hay cabida para el odio en su país, aunque reitera que los tiroteos son un problema de salud mental. Su política ha logrado sacar lo peor de la sociedad estadounidense, fomentando la división y el extremismo, sin embargo, son sus electores quienes tienen en sus manos la posibilidad de permitir que eso se repita por cuatro años más.

Entre los fallecidos en el tiroteo de El Paso se encuentran siete mexicanos, y es difícil pensar que eso no está ligado con los encendidos discursos antinmigrantes de Donald Trump. El papel de una autoridad que, desde la política, proclama la paz, pero en la práctica dedica ataques constantes a sus adversarios, no debe ser menospreciado.

En México, sin llegar todavía (y afortunadamente) a los actos de violencia física, vemos una réplica similar de lo que ocurre en Estados Unidos. La división continúa creciendo, financiada por grupos progobierno lo mismo que por opositores, quienes invierten en la imposición de una agenda afín a sus respectivos intereses, y de la que se vuelven presas los millones de seguidores de unos y de otros, sin que exista raciocinio de por medio, sino solo ataques y desinformación.

La coyuntura estadounidense nos obliga, en México, a un Debate Puntual a profundidad. ¿En verdad necesitamos continuar con la polarización? ¿Cómo ayudaremos a construir un país trabajando desde trincheras distintas, con intereses diversos? ¿Acaso estamos obligados a tomar parte en una guerra de poderes de las que seremos sólo peones (tal como lo son los tiradores estadounidenses a quienes se usa y se desecha con la pena de muerte)? ¿Qué esperamos para detener el odio en los discursos?

Las decisiones políticas, si bien pueden ser polémicas, no deben ser aliciente para profundizar la división entre los mexicanos. Podemos evitar una 'limpieza de clases' de la misma manera en la que en Estados Unidos se pueden evitar los intentos de una 'limpieza racial'. La unidad es clave para construir un ánimo social y una comunidad a prueba de coyunturas políticas y de extremismos ideológicos.

COLUMNAS ANTERIORES

La impotencia desde la pluma
Presupuesto 2020, la oportunidad de la 4T

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.