Debate Puntual

¿En manos de quién dejamos nuestro futuro?

De un año a otro los incendios en la Amazonia aumentaron 80% y, contrario a lo que se piensa, las causas son estrictamente humanas.

Calentamiento global. Sequías. Inundaciones. Incendios. Extinción de especies. Deshielo de glaciares. Las ideas que solían enumerarse como anuncios del fin del mundo dentro de la ficción, hoy se convierte en la realidad que vivimos los siete mil setecientos millones de habitantes alrededor del globo terrestre.

Bastaron las noticias de un incendio masivo en la Amazonia para disparar una vez más las alertas a nivel internacional y trastocar, aunque sea parcialmente, la tranquilidad de los seres humanos.

Desafortunadamente, con este incendio no hubo selfies in situ acompañadas de mensajes dolidos sobre la terrible pérdida de uno de los ecosistemas más importantes del planeta; tampoco hubo miles y miles de donadores interesados en invertir para recuperar la selva, proteger a las especies sobrevivientes y apoyar a la reforestación o cualquier otro proyecto que permitiera proteger este espacio de futuras amenazas. La Amazonia (la selva tropical más grande del mundo), tristemente, no es tan popular como Notre Dame.

Es lamentable y preocupante el desdén social y gubernamental hacia el medio ambiente. Ni los ciudadanos ni los gobiernos estamos haciendo suficiente para proteger y recuperar espacios clave para mantener en equilibrio la vida en el planeta (léase: sin amenazas constantes a la existencia).

El fuego en la Amazonia nos da razones para preocuparnos por el devenir del planeta. De un año a otro, aumentaron en 80 por ciento los incendios en esa región y, contrario a lo que se piensa, las causas son estrictamente humanas. A eso se suma un incremento de 40 por ciento en la deforestación de sus bosques, tan solo en lo que va de este año. Nada de eso es un hecho aislado: las acciones del presidente brasileño Jair Bolsonaro están ligadas directamente con estos ataques. Su gobierno (y sus aliados políticos) están haciendo lo posible por frenar cualquier proyecto de conservación y protección de las zonas naturales.

Algunas voces se han pronunciado en contra de las políticas de Bolsonaro. Emmanuel Macron ha sido uno de esos voceros que han mostrado preocupación por los recientes incendios y, en general, por las acciones de muchos otros gobernantes que parecen no mostrar interés en cuidar al planeta, ni preocupación por cómo sus decisiones aportan al calentamiento global. Aquí puede aparecer el nombre de Evo Morales (en Bolivia iniciaron los incendios que después se propagaron a Brasil; un decreto con la firma de Evo dio fundamento legal a esos incendios).

En América del Norte, el negacionismo de Donald Trump hacia el calentamiento global, así como la política energética de López Obrador orientada a privilegiar el uso de combustibles fósiles, también abonan a que el medio ambiente quede como un tema de menor importancia, y no como la preocupación primaria que todos deberíamos reconocer.

Aquí en casa, los problemas no pueden esconderse debajo de un tapete: la crisis del sargazo en Quintana Roo y Yucatán amenaza los arrecifes y las zonas de coral en la Riviera Maya, así como la vida cotidiana por su incidencia directa en el turismo y en las actividades económicas locales como la pesca. Los recortes presupuestales en nombre de la austeridad republicana han dejado sin protección a la vaquita marina; y a los bosques, a la merced de los incendios accidentales y provocados.

Me cuesta trabajo entender por qué no se multiplican las acciones (gubernamentales y civiles) para proteger los ecosistemas y las especies en peligro de extinción, cuidar de los recursos naturales, fomentar un estilo de vida en equilibrio con el planeta. Muchos culpan al capitalismo, otros pensamos en la responsabilidad de los gobiernos, sin embargo, nuestro Debate Puntual debe huir de las confrontaciones innecesarias, y unirnos en la búsqueda de respuestas para asegurar, dentro de lo posible, la existencia de un futuro para la Tierra. Entre las muchas voces, los tantos discursos, la lucha contra la desinformación, las confrontaciones y el desinterés parece una difícil de ganar. Pensar en todo lo que la humanidad ha logrado y que pudiera preservarse por varios siglos más o el miedo a perderlo indefinidamente hacen que valga la pena dar la batalla.

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