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Rezar contra el narco

El problema de contar con un gobierno unipersonal, donde ninguno de los miembros de su gabinete rechista, es que las ocurrencias personales, fruto de su inspiración, pasan a ser estrategias nacionales, señala García Ramírez.

Para el presidente la prensa es canalla, sus críticos son adversarios, pero el narco es pueblo y el pueblo es bueno. No importa la atrocidad de sus crímenes, son pueblo y "al pueblo no se le reprime".

Su premisa es la siguiente: a los gobiernos anteriores —neoliberales— no les interesaba ayudar a la gente, lo hicieron todo mal, dieron garrotazos al panal a lo tonto, desataron una guerra absurda. Si sus acciones y omisiones provocaron una carnicería y un inmenso dolor, ahora se tiene que hacer todo lo contrario. No combatir a los narcos, no perseguir a los capos, decomisar el mínimo de drogas: "abrazos, no balazos" (aunque lo único que se ve son palazos e insultos a la Guardia Nacional.)

Hace unos diez años el Secretario de Defensa de entonces calculaba en 500 mil las personas que participaban en la industria del narco: campesinos, transportistas, vendedores, halcones, sicarios, administrativos, capos. Ignoro cuál sea su dimensión actual, pero no es difícil suponer que ese número se ha multiplicado porque el crimen organizado no se reduce ahora al narcotráfico sino que se diversificó en secuestradores, extorsionadores, huachicoleros, traficantes de personas y criminales de toda laya. El narco se abrió a la producción de drogas nuevas —sintéticas creadas en laboratorios— e intensificó el cultivo y elaboración de drogas viejas, como la heroína.

El problema de contar con un gobierno unipersonal, donde ninguno de los miembros de su gabinete rechista, es que las ocurrencias personales, fruto de su inspiración, pasan a ser estrategias nacionales sin estudios de impacto previos, ensayos piloto ni comparaciones con estrategias aplicadas en otros países. De ese modo, ocurrencias como el Tren Maya, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la siembra de un millón de hectáreas maderables, las 100 Universidades Patito Juárez, son adoptadas sin obstáculos por un gobierno servil.

Calderón envió al Ejército a combatir el narco en Michoacán a fines del 2006 y luego extendió la estrategia a varios estados de la República, la famosa guerra. ¿Quién le solicitó a Calderón que mandara al Ejército? El gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, ahora Jefe de Asesores de la Presidencia de la República. En 2006, ¿López Obrador presidente hubiera hecho algo distinto? No, a decir del cable que wikileaks reveló en el que el candidato López Obrador le dice al Embajador de EU que él utilizaría al Ejecutivo contra el narcotráfico (CABLE 06MEXICO505, consultable en internet). A pesar de esto, López Obrador ahora dice que Calderón actuó a lo tonto; que él usará al Ejército de forma disuasiva y defensiva, evitando confrontaciones contra los grupos criminales, que son el pueblo.

La estrategia: no enfrentar al narco; dar becas a mansalva para que los jóvenes no participen como halcones, vendedores, sicarios y productores; no ir tras la cabeza de los capos, más aún: ofrecerles diálogo, tregua, perdón y amnistía. En los foros de consulta que organizó en 2018 para sondear su estrategia, López Obrador obtuvo una respuesta casi unánime: no perdón, justicia. Las víctimas no obtuvieron del gobierno un compromiso respecto a este mandato. Sigue siendo un propósito de esta administración.

La estrategia en marcha, ¿cómo se elaboró, bajo qué supuestos, cuáles son sus etapas? Muy probablemente no existan estudios del impacto de estas medidas. Al presidente no le gustan los expertos. Hay que transformar la realidad, no analizarla, le gusta repetir. Un gobierno de ocurrencias, inspirado. Lo malo de esto es que están en juego de miles de vidas humanas. ¿Están funcionando las intuiciones del presidente en materia de seguridad? Vivimos el momento de mayor violencia criminal en toda la historia moderna de México. Usted dirá.

Francisco I. Madero creía recibir mensajes del más allá. El espíritu de su hermano Raúl, muerto a los 4 años de edad, lo alentó a participar en política y, más tarde, en 1908, el mismo Benito Juárez, a través de la comunicación mediumnica, le anuncia: "El triunfo de usted va a ser brillantísimo y de consecuencias incalculables". Madero no lo dudaba: "He sido elegido por la Providencia". Nuestro presidente actual, como se sabe, es muy creyente. Reza con frecuencia con el Pastor Farela en Palacio Nacional. Dice éste que "AMLO le dijo que 'yo no tengo abogado para llegar a Dios. Yo llego directamente'" (Guillermo Sheridan, "Morena en las alturas", El Universal, 18.09.19). ¿Y si la estrategia nacional de seguridad estuviera basada en una intuición de perdón cristiano y no en una estrategia analizada en todos sus detalles por militares, policías y expertos? ¿Y si la estrategia es fruto de su dialogo, sin intermediarios, con su idea de Dios? ¿Y si nadie le dice que no porque él es el presidente? Madero pasó a la acción revolucionaria por los "mensajes" de "Benito Juárez".

¿De dónde nace la actual estrategia del perdón, de la bondad cristiana del pueblo, de poner la otra mejilla, del abrazo y no el balazo? ¿De la inspiración o de la razón? ¿De una razón inspirada?

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