Leer es poder

La Utopía de los Otros Datos

Lenta y consistentemente desde la Presidencia se ha ido construyendo otro país. Un país imaginario. ¿Quién no quisiera vivir en la Utopía de los Otros Datos?

Si no me gustan los números del PIB, no les hago caso e invento un índice nuevo para medir el bienestar. Si no me gustan los números de personas contagiadas y muertas por el Covid-19, no les hago caso y pongo en marcha un subregistro. Si el Inegi muestra que la percepción de la corrupción va en aumento, no le hago caso y afirmo, un clásico, que "yo tengo otros datos". Si la realidad no me gusta, basta con negar la realidad. Tan sencillo como cerrar los ojos y desaparece el problema. Tan fácil como dictar una ley que diga que todos debemos ser felices. Y háganle como quieran, que yo de aquí no me muevo, ya soy historia.

Lenta y consistentemente desde la Presidencia se ha ido construyendo otro país. Un país imaginario. ¿Quién no quisiera vivir en la Utopía de los Otros Datos? Un lugar extraordinario donde ya desapareció la corrupción, barriendo de arriba para abajo: el maestro Bartlett nos vendió la escoba. Ejemplo del mundo porque ya aplanamos la curva de los contagios gracias a lo buenos que somos los mexicanos. Un sitio donde ya no importan los valores económicos y financieros porque hemos dado primacía a las cosas del espíritu. Un lugar donde desapareció el desempleo (ahora le llamamos personas en estado de inacción), donde la delincuencia por fin entendió, gracias a gestos contundentes (soltar al hijo, saludar a la madre del gran capo), que el abrazo en lugar del balazo era cierto y, conmovidos, los delincuentes decidieron abandonar el negocio de la droga, la extorsión, el secuestro, la trata de blancas y el huachicoleo. En la Utopía de los Otros Datos las madres de los criminales hablaron fuerte con sus hijos, los reconvinieron, éstos abandonaron sus armas y se volvieron franciscanos. Así vivimos los mexicanos en la fértil imaginación de nuestro presidente.

En la Utopía de los Otros Datos el presidente amplió su presencia en los medios de comunicación para combatir a los conservadores inmorales, a los fifís fofos. Ahora también lo vemos en las noches en los 'nocturnos'. Frente a una chimenea, sentado con una manta en las rodillas, el presidente sermonea a la nación, le da consejos de abuelo. Explica con muchos detalles –porque le encanta la habladera– cada uno de los artículos de la Constitución moral que encargó a sus amigos, nos habla sobre la Biblia (ya entendimos que para él ser laico consiste en mezclar la religión con el poder como le venga en gana.) En las mañanas nos dice quién vende la gasolina más cara y qué periódico de los que nunca lee le parece más repugnante, y las noches las dedica al espíritu. Quizá con la participación de algunos invitados que interpretarían las trovas que tanto le gustan. Como Siempre en Domingo pero diario. De este modo el país estaría bien informado. 'Lord Molécula' sería secretario de Educación. La corredora keniana ocuparía el puesto de López-Gatell, ya para entonces comprometido con tareas más altas, electorales.

Artistas y científicos están molestos con el gobierno porque no han entendido el nuevo orden. Se acabarán los fideicomisos, se agotarán las becas, en algún momento un 'despistado' diputado de Morena propondrá desaparecer el SNI. Artistas y científicos conocerán entonces las becas del bienestar López Obrador, antes llamadas Benito Juárez. Muy inferiores a las que recibían, es cierto, pero que en compensación les permite conocer de primera mano las necesidades del pueblo. Con el añadido de que ahora el Inegi los puede registrar como empleados con derechos a asistir a algunos de los centros de salud que en menos de año y medio serán como los de Noruega, según se comprometió el presidente. Parece humor negro, pero les doy un ejemplo. El huachicol. Por desconocimiento y necedades ideológicas, el gobierno suspendió la compra de gasolina, lo que ocasionó desabasto. Para cubrir su ineptitud, cerraron los ductos e inventaron 'la guerra contra el huachicol'. A las pocas semanas de haber accedido al poder, paralizaron al país. En Tlahuelilpan murieron calcinadas 135 personas por el flamazo de un ducto perforado. Mandaron comprar pipas que no eran necesarias. Aunque el presidente dice que el problema desapareció, en los registros de Pemex se reporta que ha ocurrido todo lo contrario, que el huachicoleo está en auge. Si hubiera disminuido como el presidente dice se habría incrementado la demanda de gasolina legal, algo que no ha pasado. El problema es el mismo o peor. Pero en la imaginación del presidente no hay memoria de ese hecho. Para él desapareció el huachicoleo. Él ya resolvió el problema.

Desde el episodio del desabasto de gasolina y los muertos de Tlahuelilpan, era más que evidente la desmesura del nuevo gobierno. Debimos impedir por medios republicanos que siguiera haciendo daño. No supimos ver entonces que quien paralizó el suministro de combustible acabaría por paralizar la economía del país. Y no lo supimos ver por estar embelesados en la exuberante nueva narrativa que creíamos que era la realidad y no, simplemente era una mera Utopía de los Otros Datos.

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