Leer es poder

La mentira impune

El Presidente, ¿miente por convicción, para desinformar, por cinismo? Sobre todo miente porque puede. Porque la mentira presidencial es impune.

El Presidente miente. El Presidente miente de manera recurrente. El Presidente miente como forma de gobierno. ¿Miente por convicción, para desinformar, por cinismo? Sobre todo miente porque puede. Porque la mentira presidencial es impune. Porque mentir no tiene consecuencia alguna.

No digo que sea el único. Desconozco si los presidentes anteriores –Fox, Calderón, Peña– mintieron tanto como López Obrador, porque a ninguno de ellos se les midió como a éste se le mide. Me parece claro que las mañaneras multiplican las posibilidades de faltar a la verdad. A más exposición, más mentiras. Así lo ha documentado SPIN, consultoría política que se ha dedicado a contabilizar las mentiras recurrentes de López Obrador. Dice que, en promedio, el Presidente miente seis veces en cada conferencia. No son los únicos que han realizado este ejercicio de verificación. Las mentiras presidenciales están abundantemente documentadas.

Miente con un descaro cada vez mayor. ¿Qué se supone que debemos hacer ante esto? ¿Dejarlo pasar y ya? "Así es el Presidente, qué le vamos a hacer". Esto es inaceptable. La sociedad mexicana fue tan madura que pudo sacar al PRI de Los Pinos de forma incruenta, pudo crear un Instituto de Transparencia, gracias al cual hemos conocido miles de irregularidades, pudo sortear elecciones muy complicadas y crear un Sistema Nacional Anticorrupción. La mexicana ha demostrado ser una sociedad moderna capaz de crear instituciones y mecanismos para combatir la corrupción. ¿Por qué entonces ahora nos vamos a quedar de brazos cruzados frente a la mentira crónica?

En varias ocasiones se le ha presentado al Presidente información oficial (de Hacienda, por ejemplo). Él suele negarla y decir que "tiene otros datos". ¿Cómo va a tener otros datos distintos a los oficiales? Esto lo acostumbraba a hacer antes, cuando era candidato, y lo dejábamos pasar porque era parte de su folclor. Pero ahora que es Presidente sigue repitiendo la frase, lo cual es un sinsentido. ¿Cómo va a tener información diferente a la oficial si él representa lo oficial?

Nos da risa que "él tenga otros datos", pero debería darnos coraje y vergüenza no intentar hacer algo para que la mentira oficial no quede impune. El Presidente reconoció hace algunos meses que faltó a la verdad al decir que no hubo desabasto de gasolina en las primeras semanas del año. Lo hizo para no alarmar a la gente y no crecer el problema. Según él, lo hizo "para no darle argumentos a mis adversarios, los conservadores". Ese reconocimiento es muy importante porque está vinculado a la tragedia de Tlalhuelilpan, en la que murieron calcinadas 135 personas. De esa tragedia no se abrió ninguna carpeta de investigación. Es muy probable que esa investigación señalara que una de las posibles causas de la explosión fue el manejo de información respecto a la escasez de combustible. En los días que siguieron a la tragedia no pudimos saberlo, entre otras cosas, porque se nos desinformó en relación al desabasto. Desde el foro de una conferencia matutina se tomó la decisión de mentirnos y eso, al parecer, no tiene consecuencia alguna.

El Presidente en su conferencia mañanera afirma algo. Los periodistas, para intentar darle seguimiento a esa información, solicitan mediante los recursos de transparencia el soporte documental en el que basó el Presidente su afirmación matutina. Pero no existe. Lo dicho por el Presidente, sin embargo, ahí está. Su afirmación se convierte entonces en un acto de gobierno, como lo ha señalado Pascal Beltrán del Río (Excélsior, 26.09.19). El Presidente afirmó que se iba a hacer tal proyecto y la única prueba de que se vaya a hacer es que el Presidente lo afirmó. Es absurdo. ¿No hay forma de que se considere la palabra presidencial como acto de gobierno y que de esta forma se le pueda sancionar por faltar a la verdad?

Las mentiras presidenciales –ampliamente difundidas por los medios oficiales, por los voceros y sus simpatizantes en las redes– se instalan en la conversación pública y la corroen. Durante décadas se nos impuso la simulación priista: había elecciones, partidos, votos, árbitro, pero todo era falso, todos sabían que el Presidente nombraba a su sucesor y lo legitimaba con elecciones. El gobierno priista simulaba que vivíamos en democracia y la sociedad simulaba creerle. Duró décadas ese engaño. Hoy, mentira a mentira, cotidianamente, se va erigiendo una nueva simulación. Ya somos un país democrático, ya no hay corrupción, la inseguridad va disminuyendo, la gente está muy feliz, para la reelección "denme por muerto".

Los únicos datos que importan son los que tiene el Presidente. La única voz que importa es la suya, su firma es decisiva para todo, hasta para autorizar el viaje de un investigador al extranjero. Es hora de organizarnos contra la mentira.

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