Leer es poder

Intento de golpe de Estado

Los golpistas de ayer hoy tratan de confundir a la gente diciendo que está en marcha un golpe de Estado para así tener motivos para reprimir y censurar.

Cada vez queda más claro que los interesados en promover la idea de un golpe de Estado son el presidente López Obrador y sus propagandistas. Han desarrollado esa narrativa para tener elementos que les permitan reprimir y censurar a la oposición. Promueven esa falacia para lograr la cohesión de los suyos.

Más interesante, y cierto, es el golpe de Estado blando que intentaron llevar a cabo López Obrador y los suyos en 2006. Bloquearon por meses avenidas, obstaculizaron las entradas y salidas de los funcionarios electorales, los insultaron, les arrojaron objetos, les escupieron. Su objetivo era hacerse del poder violentando las instituciones. Pusieron en marcha estrategias para desestabilizar al país, para provocar el caos. No debemos olvidarlo: el golpista de ayer hoy despacha en Palacio Nacional.

La de 2006 fue una campaña ríspida. López Obrador, que había dicho que lo dieran por muerto para la candidatura a la Presidencia, resucitó y se situó 20 puntos arriba al comenzar las campañas. Lentamente Calderón fue escalando posiciones hasta empatarlo. A principios de mayo la encuestadora de AMLO, Covarrubias y Asociados, situaba a Calderón cinco puntos arriba del candidato tabasqueño. López Obrador, montado en su soberbia, cometió errores garrafales, como el de no acudir al primer debate. Las cámaras de televisión mostraron su lugar vacío. Por primera vez en México se emplearon campañas negativas. Calderón lanzó aquello de que "AMLO es un peligro para México" y López Obrador reviró con campañas calumniosas respecto al Fobaproa y a Hildebrando. (El verdadero promotor legislativo del Fobaproa fue Arturo Núñez, que en 2006 formaba parte del equipo de López Obrador.) Presionando los límites de lo permitido por la ley, Calderón recibió ayuda de los empresarios y AMLO de los sindicatos. Fue en verdad una competencia muy reñida.

Llegó el día de la elección. A pesar de que los conteos rápidos mostraban un empate o una ligera ventaja a favor de Calderón (hecho reconocido también por Covarrubias), López Obrador tomó la decisión (algo normal en él) de negar la realidad y montarse sobre una inmensa mentira. "En lugar de madurar esa derrota salió a la calle a tratar de incendiar el país", afirma Calderón en su reciente libro Decisiones difíciles (Debate, 2020). Más de un millón de ciudadanos cuidaron la elección, que ese día transcurrió sin una sola denuncia de alguna anomalía en las casillas. López Obrador, en las siguientes semanas, alegaría que fue derrotado por un fraude cibernético, luego dijo que había sido un fraude "a la antigüita". Lo cierto es que 13 años después, ni AMLO ni sus propagandistas han logrado probar su acusación. Su ruidosa protesta fue un montaje para tratar de hacerse con el poder ilegítimamente. Un intento de golpe de Estado.

López Obrador perdió la elección de 2006 e intentó hacerse del poder a la fuerza. "Es un impostor –dice Calderón– que intentaría por todos los medios cancelar la voluntad de los mexicanos". Un impostor engaña con su identidad, se hace pasar por quien no es. López Obrador durante años ha engañado fingiéndose demócrata, cuando es incapaz de aceptar un resultado electoral que no lo favorezca. Un demócrata no agrede sistemáticamente a la oposición, ni insulta a la prensa por criticarlo. Un demócrata no intenta que la Secretaría de Economía (¿?) trate de validar los resultados de las elecciones, como ahora porfía hacerlo el gobierno de López Obrador.

Tras su derrota en las urnas, el movimiento obradorcista se tornó violento. "Nuestras oficinas eras asediadas y asaltadas una y otra vez por sus huestes", afirma Calderón. Su estrategia era doble: presionar con violencia en las calles al mismo tiempo que hacía todo lo posible por anular la elección. Con ese propósito inventó la frase "voto por voto", para que se recontaran los votos de todas las casillas, aunque formalmente su partido sólo presentó inconformidad por el resultado del 17 por ciento de las casillas. Los panistas se negaron porque sabían que, aunque no se pudiera probar fraude alguno, el sólo hecho de recontar la totalidad de los votos era un motivo legal para anular la elección completa. Aun ahora, por cinismo o ingenuidad, los pejistas repiten que hubo fraude, a pesar de que hoy forman parte de Morena los expanistas que en 2006 defendieron el triunfo de Calderón en el Tribunal Electoral. Si son empleados del presidente, ¿por qué, en vez de invitarlos a trabajar con él, no les pide que expongan 'la verdad'? No lo hace porque no hubo tal fraude. Lo que sí hubo fue una impostura, un intento de robo, la maquinación de un golpe de Estado.

En 2006 López Obrador intentó hacerse del poder a la fuerza. Intentó violentar el proceso con mentiras, presionó a los jueces, secuestró avenidas. Los golpistas de ayer hoy tratan de confundir a la gente diciendo que está en marcha un golpe de Estado para así tener motivos para reprimir y censurar. No son demócratas. Son impostores. No debemos olvidarlo.

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