Leer es poder

El tratado y la reforma

Libertad de comercio sí, pero también inédita libertad de los trabajadores para elegir a sus líderes y formar sindicatos.

México bajo la presidencia de López Obrador ha sido sumiso frente a los Estados Unidos de Donald Trump. En campaña el mexicano publicó un libro en el que llamó a Trump "irresponsable gobernante neofascista" cuyo gobierno explotaba "el patrioterismo, el chovinismo y el odio". Dos años después, en más de 40 ocasiones Trump ha elogiado a López Obrador.

No sé hasta qué grado ha resultado históricamente humillante esta sumisión, lo que sí veo es que ha resultado una política muy efectiva. ¿Hubiera preferido que en vez de los 47 elogios Trump le hubiera dedicado el mismo número de insultos? No, la bolsa y el peso serían una montaña rusa. Haber logrado la firma del T-MEC es sin duda alguna, con todo y el impacto negativo de lo que se negoció, un logro que trasciende generaciones, como el TLC de Salinas de Gortari. Es muy importante reconocerlo: el T-MEC se firma en un contexto de rupturas (Brexit), pero sobre todo, se firma frente a Trump, animal indomable por donde se le mire.

Imagino que la noche de noviembre de 2016 en la que Trump alcanzó la presidencia, López Obrador habrá pensado, dada la extraña identificación del tabasqueño con Francisco I. Madero: "Trump no será mi Taft". No dar motivos, cooperar hasta donde sea posible, ceder ante la extorsión arancelaria, convertirnos en el muro de Trump.

La firma del T-MEC contradice, para bien, algunos supuestos y prejuicios sobre el quehacer presidencial. Al populista, pensábamos, no le gustan los tratados de libre comercio. Los autócratas se cierran, no se abren. El libre comercio constituye por el contrario una ventana contra el autoritarismo. Las alianzas esperadas eran con "nuestros hermanos centro y sudamericanos". Un tratado de este tipo ofrece seguridad en los contratos, un piso mínimo de Estado de derecho y el tácito reconocimiento del gobierno de López Obrador de que el motor de la economía mexicana radica en Washington. Con un añadido, agregado por la presión del Partido Demócrata: la aprobación de la reforma laboral y con ella la libertad de formar sindicatos y de elegir libremente a sus líderes.

Un punto tienen aquellos que dicen que la transición no ocurrió en 2000 con la llegada de Fox sino en 2018 con el arribo de López Obrador al poder. En 2000 Fox sacó al PRI de Los Pinos, pero no se atrevió a romper con el sistema. Pudo haber impulsado una reforma laboral similar a la actual y con ello habría roto el sistema corporativo, columna vertebral del sistema político mexicano. El equipo de Fox estaba dividido. Finalmente se impuso la visión conservadora. Lo mejor era aprovecharse de lo que había, no romper con el sistema. Pactar con Elba Esther y Romero Deschamps, para no tener problemas con maestros ni petroleros. Fox eludió los conflictos. Se acomodó en el sistema y éste acabó por devorarlo. La reforma laboral liquida el último vestigio del corporativismo mexicano. (¿Podrá contra el corporativismo histórico de SNTE y CNTE enquistado en la SEP? Está por verse.)

La reforma laboral es un contrapeso social necesario al tratado comercial norteamericano. Libertad de comercio sí, pero también inédita libertad de los trabajadores para elegir a sus líderes y formar sindicatos. Los efectos de la libertad sindical abrirán una caja de Pandora. No sabemos si se vayan a formar grandes sindicatos morenistas, por ejemplo. Tampoco sabemos si en elecciones libres se sostengan los liderazgos de Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia. La reforma laboral es una reforma de gran calado que transformará radicalmente el rostro actual del sindicalismo en México.

¿De qué forma van a impactar estos dos elementos –tratado comercial y reforma laboral– en los resultados de la consulta por la revocación de mandato que se realizará en marzo de 2022? Aunque es demasiado pronto para que se manifiesten los efectos tanto del tratado como de la reforma, la agitación provocada por estos brindará el contexto de esa consulta. El tratado que nos proyecta y nos pone a competir con la superpotencia y la reforma que contiene la natural voracidad empresarial.

Al mismo tiempo que México tiende un puente comercial hacia el norte, construye un muro humano para contener a los que vienen del sur. Aunque es cierto que los norteamericanos nos impusieron la obligación de frenar la migración centroamericana, también es cierto que básicamente lo que hicieron fue exigirnos que cumpliéramos con nuestra propia ley. A los mexicanos nos da por creer que los problemas se solucionan haciendo leyes. La novedad radica en que ahora nos obligan a cumplirlas. Lo mismo sucederá con la reforma laboral. Para evitar que se instrumentara una reforma laboral simulada, los demócratas impusieron candados para garantizar la libertad sindical.

A empujones, con resistencias, se van construyendo nuevos entramados institucionales. Es pronto para ver resultados de este proceso. Por lo pronto, debo reconocer que tanto la firma del Tratado como la reforma laboral constituyen medidas que impactarán, espero que para bien, en las siguientes décadas.

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