Leer es poder

El primer fraude

Un ejercicio fuera de la ley, no representativo y manchado por la voluntad de falsear, de defraudar con los resultados.

Más temprano que tarde iban a caer en la tentación de falsear la voluntad popular, y lo hicieron pronto. Pudieron haberlo hecho bien, legalmente, luego de la toma de posesión, con promoción y recursos, con el apoyo de profesionales. Pero decidieron proceder de manera apresurada y mal hecha, ¿por qué?

Aventuro que lo hicieron porque calcularon que, si hacían la consulta siendo gobierno, les lloverían amparos –por ser un acto de gobierno– que habrían bloqueado su acto de autoridad disfrazado de ejercicio de democracia participativa. La decisión de seguir adelante con la construcción del nuevo aeropuerto ya no habría estado en sus manos, sino en las de la Suprema Corte de Justicia.

Mejor una consulta mal hecha (pero que no se pueda recusar legalmente), que una consulta bajo el marco de la ley.

Ya tienen experiencia. Les ocurrió esto en su primera consulta. En febrero de 2001 López Obrador, como jefe de Gobierno, consultó a los capitalinos si estaban o no de acuerdo con el cambio de horario, que en esos días comenzaba a implementarse. Setenta y cinco por cierto de la gente se pronunció por no hacer caso al cambio de horario. Al día siguiente de la consulta, López Obrador emitió un decreto en el que afirmaba que la Ciudad de México quedaría fuera del horario de verano. El asunto llegó a la Suprema Corte, que invalidó los decretos de López Obrador.

¿Iba a permitir ahora que su primer gran acto de gobierno fuera bloqueado por la Suprema Corte? No, mejor consultar de prisa, aunque con ello se cometiera el primer fraude del próximo gobierno.

Qué lejos están los días en los que López Obrador decía que "la mancha de un fraude no se limpia ni con toda el agua de los océanos". Independientemente de cuál sea el resultado de la consulta sobre el destino del nuevo aeropuerto, sus procedimientos fueron fraudulentos y su resultado espurio.

No hablo de un fraude velado –como el del "algoritmo truqueado" con el que los seguidores de López Obrador engañaron a los suyos en 2006– sino de uno evidente y hasta cínico. "No quiero dejar de ser imparcial, si me lo permiten nada más por esta vez…", dijo López Obrador apenas unos días antes de la consulta. También, apenas dos días antes del ejercicio amañado, Jiménez Espriú presentó un "estudio" francés que supuestamente avalaba la compatibilidad del actual aeropuerto con el de Santa Lucía. El "estudio" casi de inmediato fue desacreditado, pero eso no importa. Lo que trato de mostrar es otra cosa, que ni López Obrador ni Jiménez Espriú detuvieron su activismo a favor de una de las opciones de la consulta.

El Financiero demostró que el resultado de una encuesta era distinto si se preguntaba primero cuál era la mejor de las opciones, y posteriormente se hacía la pregunta de acuerdo al fraseo de la boleta de la consulta. Se jugó con cartas marcadas: con una boleta que inducía el voto. Para no abundar en las numerosas irregularidades del proceso: que se pudiera votar varias veces, que la tinta indeleble se borra con facilidad, que el voto no fuera secreto, que los responsables tomaran datos ilegalmente de la credencial de elector, que la colocación de las casillas se hiciera de forma tramposa (sin casillas en los aeropuertos –¿cómo para qué les vamos a preguntar su opinión a los principales interesados en el tema del aeropuerto?– y con una evidente sobrerrepresentación en las regiones morenistas), que no resultara sencillo hallar la ubicación de las casillas, que la información que brindaba la boleta fuera sesgada, etcétera.

Un ejercicio fuera de la ley, no representativo y manchado por la voluntad de falsear, de defraudar con los resultados. ¿Quién custodió las boletas? La gente se las llevaba a sus casas. José Woldenberg, Luis Carlos Ugalde y Leonardo Valdés Zurita, expresidentes del Consejo General del IFE, se pronunciaron en contra de cómo se llevó a cabo la consulta. Un verdadero fraude. El primero.

Lázaro Cárdenas, el gran presidente mexicano, inspiración de López Obrador, operó el fraude electoral a favor de Manuel Ávila Camacho. Esa tradición la continuaron todos los gobiernos del PRI hasta el 2000 (porque Zedillo se cortó el dedo, pero no impidió que desde Pemex fluyeran para la campaña de Labastida miles de millones de pesos), pervivió en los estados gobernados por el PRI durante los sexenios panistas, y volvió a aparecer con fuerza en los comicios de 2018: ¿o cómo debemos llamarle, si no fraude, al uso indebido de la PGR en contra de un candidato y con el apoyo de ciertos medios de comunicación? Pervivencia del fraude.

López Obrador ha dicho que debemos acostumbrarnos a las consultas porque abundarán bajo su gobierno. Ojalá entonces decidan hacerlas legales. Ojalá las consultas puedan ser un avance democrático y no un retroceso como el que vivimos en esta consulta: un ejercicio de simulación democrática, quizá para mitigar el hecho de que las decisiones las volverá a tomar una sola persona.

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