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La corrupción de la democracia

Con López Obrador como presidente la democracia se ha pervertido. Seguirá bajo acoso en los siguientes meses, porque la revocación de mandato la organizará el INE.

Para algunos, la democracia mexicana contemporánea nació en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría de la Cámara de Diputados. La democracia nace cuando se le puede decir No al Presidente.

Para otros fue en el 2000 cuando Fox sacó al PRI de Los Pinos. Ese mismo año López Obrador, luego de operar triquiñuelas legales, fue electo jefe de Gobierno de la Ciudad de México. La democracia funcionaba incluso para las izquierdas.

Algunos trasnochados intentaron imponer la idea de que hasta 2018 México había alcanzado la democracia, que todo lo anterior fue un engaño de la dupla PRI-PAN. Aducen que no es que la democracia mexicana funcionara bien en 2018 y por ello se les reconociera su triunfo, sino que éste fue de tal magnitud que fue imposible actuar en su contra. Algo raro en verdad porque la votación no fue abrumadora. López Obrador obtuvo 53 por ciento de los votos y la oposición 47 por ciento. Una distancia suficiente pero no descomunal.

Lo cierto es que, al transcurrir el periodo de gobierno de Morena, la calidad de la democracia mexicana, lejos de mejorar en sus procedimientos, habrá sido consistentemente menguada. Morena no pudo ni quiso profundizar la democracia con las "consultas populares". Lo hizo mal desde el inicio. Antes de tomar posesión del cargo, López Obrador operó dos consultas hechizas, fuera de norma. No las organizó ni las verificó el INE (que le había reconocido la victoria de López Obrador apenas unos meses atrás), ni las auditó la sociedad civil. De hecho nadie las auditó. La prensa reportó fallos y errores que servirían para anular cualquier votación formal. La participación fue bajísima, de menos del 10 por ciento, con lo cual dejan de ser consultas populares y son consultas elitistas, lo popular –masivo, mayoritario– en este caso fue el rechazo a tales prácticas antidemocráticas. A pesar de ello los resultados de dichas consultas se nos impusieron a todos los mexicanos. El capricho presidencial validado por una impresionante minoría.

Consultas a modo. Para que se suspendiera el aeropuerto de Texcoco. Para que se reanuden los trabajos de una hidroeléctrica. Para que se concluya Dos Bocas. Para que no se construya una cervecería en Mexicali. Para que Santa Lucía sea la sede del nuevo aeropuerto. Al utilizar las consultas para legitimar sus ocurrencias, López Obrador corrompió la democracia.

La consulta para conocer la opinión de la ciudadanía respecto a un posible juicio a los expresidentes iba a celebrarse el 31 de marzo de 2019, pero el presidente dejó correr la fecha. Ahora lo recuerda cada vez que quiere animar a la galería. Como es previsible, dados los signos de desastre económico que se avecinan (aunque seguramente para el Instituto de Bienestar la felicidad romperá récords con alzas históricas), el juicio a los exmandatarios volverá a aparecer según convenga a las necesidades políticas del momento. Centrado en Calderón, por supuesto, porque en el México de López Obrador hay dos personajes que merecen toda la simpatía del presidente: Enrique Peña Nieto y El Chapo Guzmán.

Habrá otra consulta, en marzo de 2022, ésta sí organizada por el INE, para la revocación de mandato. No deja de ser curioso. La consulta es –como todas– capricho de López Obrador, fue gestada e impulsada por las bancadas serviles de Morena. Pero si algún opositor al gobierno la promueve, se le llama 'golpista'.

Sucede que el panorama cambió. Cuando Morena diseñó la revocación de mandato no se sabía que la política económica del presidente llevaría al país al borde del colapso y que sobrevendría una pandemia que muestra signos inquietantes de salirse de control. La revocación de mandato, pensada como un instrumento de reelección (sustituyendo los periodos sexenales por consultas de revocación cada tres años, que se podrían extender indefinidamente), podría revertírseles. Pero su intención primera era pervertir la democracia.

No se deben pedir peras al olmo. López Obrador nunca fue demócrata. Sólo aceptaba los resultados de las elecciones si ganaba. Desconocía las elecciones si los resultados le eran adversos. Envenenó la política mexicana de la transición con sus insidias sobre las elecciones y el INE. Lo que vino para este instituto una vez que validó el triunfo de López Obrador en 2018 es muy revelador. Comenzó por criticar al INE, luego vinieron recortes de sueldos y de presupuesto, López Obrador la siguió entonces en contra de los consejeros electorales. Ha hecho todo lo posible para denostar al INE al mismo tiempo que impulsa sus consultas personales. No cree en la democracia, mecanismo inútil para quien piensa que tiene una conexión directa con el pueblo.

Con López Obrador como presidente la democracia se ha pervertido. Seguirá bajo acoso en los siguientes meses. La razón es clara: la revocación de mandato la organizará el INE y ya cambiaron los supuestos sobre los que se planeó esa consulta. Intentarán por todos los medios hacerse del control del INE. No debemos permitirlo.

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