Leer es poder

Controlar los medios

El presidente no quiere tener un equilibrio en los medios de comunicación, quiere el control de éstos. Quiere una prensa y una radio tan sumisas como la televisión.

El presidente quiere tener el control de la prensa y la radio como lo tiene de la televisión. Sabe que perdió Twitter (que de "bendita red social" pasó a ser medio de ricos y clasemedieros) pero que aún le queda Facebook. No nos engañemos: va por el control de los medios de comunicación.

Lo fácil es expropiar a los medios, como le aconsejan muchos de su entorno cercano. Pero hay otras vías. Hace un par de años describí cómo se llevó a cabo el control de los medios en Venezuela. Asfixiaban primero a los medios cerrándoles la llave de la publicidad oficial, de pronto aparecía un posible socio o un comprador interesado. Finalmente ese socio o comprador se revelaba como un agente encubierto del gobierno. Al lograr el control del medio, despedía a todos los críticos y los reemplazaba por plumas afines al gobierno.

Vayamos a los hechos. El gobierno casi desde el comienzo perdió fuerza en la radio. En sexenios pasados se escuchaba a Carmen Aristegui porque representaba una voz opuesta a la del gobierno. Pero al no poder sostener una posición crítica contra la presente administración, se desplomó su rating (aparece en el lugar 32 según las mediciones de INRA). Grupo Radio Centro fue la primera de las cadenas nacionales en poner sus señales al servicio del gobierno con una cobertura en sus noticieros y luego con programas de corte francamente propagandístico. ¿Se trata de una cadena que simplemente comprendió que había que ponerse al servicio de la mayoría o de una estrategia para obtener publicidad a cambio de sumisión? Los periodistas de La Octava ya son todo lo que repudiaban hace pocos años. El caso más reciente es el de Radiópolis, en cuyas frecuencias Carlos Loret de Mola trasmite su noticiero vespertino. Para hacerle un favor al régimen, y de paso afianzar la endeble posición de Interjet, el Grupo Alemán tomó por la fuerza las instalaciones de Radiópolis en compañía de Carlos Cabal Peniche (empresario muy cercano al presidente). La mitad de las acciones pertenece a Prisa, que se inconformó por las medidas que tomó la dupla.

Ahora aparece un nuevo actor. Hace unos días, en estas mismas páginas, Darío Celis comentó que el dueño de Multimedios (que produce Milenio TV y Milenio prensa) "está negociando con el Banco Santander una línea de crédito lo suficientemente robusta para lanzar la oferta de compra a Alemán Magnani y su socio Carlos Cabal." O se queda con la estación el Grupo Alemán (para ponerla al servicio del gobierno y poder prescindir de Loret de Mola) o el Grupo Multimedios, asociados con Prisa. Todos hemos visto lo que ha sucedido con Milenio: van lentamente eliminando a los periodistas críticos a la 4T y los han ido sustituyendo con propagandistas del gobierno como Gibrán Ramírez y más recientemente Patricia Armendáriz. ¿Se trata de equilibrar la sección editorial tal y como lo pide el presidente? Se trata, a no engañarse, de un paso más hacia el control de la prensa.

En algunos años volveremos la vista y recordaremos como uno de los momentos más bananeros de esta administración cuando el presidente mostró una lista con los periodistas que lo critican e hizo el elogio de sus jilgueros (Zepeda, Arreola, Galván, Miguel y Meyer). Desde el comienzo de este gobierno se dijo que el propósito de la mañanera era el de tener un canal directo de comunicación entre el presidente y el pueblo. Al poco tiempo se reveló que no era ese su propósito, que su fin era controlar los medios. Comenzó a criticar, calumniar, insultar, amenazar veladamente a la prensa y a sus críticos. No quiere solamente comunicarse con el pueblo, lo que quiere es que nadie hable mal de él. (Cosa rara porque durante 12 años López Obrador no dejó un solo día de criticar acerbamente a Calderón y Peña Nieto.) Todavía habrá ingenuos que digan: sólo trata de equilibrar los medios. Como si el gobierno entrometido en las redacciones pudiera frenarse por sí sólo en algún punto.

Disculpen el énfasis de lo que sigue. No quiere tener un canal de comunicación directo con el pueblo, quiere que el único canal de comunicación sea el suyo. No quiere tener un equilibrio en los medios de comunicación, quiere el control de los medios de comunicación. Quiere una prensa y una radio tan sumisas como la televisión. Y no se va a detener en su propósito. Nos parece normal que el principal periodista crítico del gobierno tenga que transmitir su programa desde Estados Unidos. Nos parece normal que las frecuencias de La Octava se abran para que los funcionarios amenacen con el destierro a los críticos. Nos parece normal que el presidente insulte al periódico Reforma. Hemos normalizado que esas calumnias, además, se trasmitan por todos los medios. Nos parece normal que en este sexenio se sigan asesinando periodistas.

La prensa no es la oposición que quiere ser gobierno. La prensa debe ser crítica del gobierno, de éste y de cualquiera que venga. El impulso del gobierno no se detendrá: entre peor le vaya más querrá tener el control total de los medios.

COLUMNAS ANTERIORES

Popularidad espuria
Refugio de los canallas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.