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Consecuencias del ‘jueves negro’

Con este gobierno se apunta a un horizonte de largo plazo, pero mientras ese plazo se cumple, estamos padeciendo un Estado débil que se dejó chantajear por la delincuencia.

Es muy probable que en las próximas semanas se intente la captura de algún cabecilla del crimen organizado. Los delincuentes tomarán rehenes civiles y los ofrecerán en trueque por el líder detenido. El gobierno, en voz del presidente, ha sido muy claro: la orden es no sacrificar vidas, "los narcos también son pueblo". El criminal será dejado en libertad. En la siguiente ocasión las Fuerzas Armadas ya no se tomarán la molestia de participar en la detención, ¿para qué? Amnistía por omisión.

Supongamos que, por la vía de los hechos, se hace efectiva una de las intuiciones del presidente: la del perdón unívoco, la del Estado que al dejar de perseguir, perdona. Durante las mesas de consulta sobre seguridad que se organizaron a finales del año pasado, fue muy explícita la solicitud de las víctimas: querían justicia, no olvido. No estaban de acuerdo con el perdón cristiano del presidente, ni con su tesis de que sólo un acto de amor –el perdón– puede romper el ciclo de la violencia.

Los narcos ofrecen de cinco a diez veces más a quienes se unen a ellos que los programas sociales del gobierno. Esta es otra de las intuiciones del presidente. La de que dar dinero a los jóvenes a través de programas sociales los alejará de la delincuencia. Cuando me refiero a que se trata de intuiciones quiero decir que esta estrategia no está respaldada por estudios o experiencias previas, no son fruto del análisis y el rigor (ya sabemos qué piensa el presidente de los analistas) sino que nació –entera y armada, como Atenea– de la cabeza del primer mandatario. No sonaba mal la ocurrencia. No contaba con que los narcos podían ofrecer más dinero a los jóvenes. El resultado fue de una eficacia brutal: en apenas unos minutos Culiacán se llenó de halcones y sicarios. Entre setecientos y ochocientos jóvenes armados tomaron la ciudad. El mundo real. Estos sicarios están "construyendo el futuro" de México, un negro futuro.

Ya le tomaron la medida al gobierno. Debilidad ante los delincuentes, fuerza contra los opositores. Sicarios y maestros de la CNTE recibieron el mismo mensaje: destroza y a cambio obtendrás lo que quieres. Eso les faltó quizá a los padres que perdieron la opción de las guarderías, tomar rehenes como los jóvenes normalistas. Eso les falta a los padres a cuyos hijos les suspendieron las quimioterapias: tomar edificios o vías de tren. ¿Y si los empresarios deciden retar al sistema –en vez de fingir que van a colaborar con él invirtiendo en sus proyectos–, le plantan cara y presionan con medidas de fuerza? Acaso les iría mejor que ahora.

Al liberar al hijo del capo, el gobierno abrió la puerta al chantaje. ¿Compartirá el gobierno norteamericano información sensible sobre el paradero de los delincuentes si no tiene garantía de que esa información se utilizará para capturarlos y no para liberarlos? Antes, esa información (por no confiar en el Ejército ni en la Policía Federal) la compartía la inteligencia norteamericana con la Marina, pero ahora el presidente decidió excluir a la Marina de estos operativos y enviarla de regreso a las costas. En el operativo de Culiacán no participó la Marina. Los resultados fueron desastrosos.

Otra consecuencia inmediata tendrá que tomarse en relación al transporte del presidente. Por tierra, a pesar de la imagen oficial de austeridad, se traslada en vistoso convoy que incluye ambulancia. El transporte aéreo es el problema. Para fijar su imagen de populista, el presidente se autoimpuso no viajar en el avión presidencial. El 'jueves negro' de Culiacán puso en evidencia lo riesgoso que resulta sostener esa campaña de imagen austera. Así como nos está costando muy cara su estrategia pacificadora. Nadie quiere masacres o excesos de mano dura. Queremos inteligencia, protocolos, estrategia basada en análisis. Ni balazos ni abrazos, labores de inteligencia.

Hace algunos años en Tijuana y en Monterrey se lograron contener y disminuir durante un tiempo los niveles de violencia. Unieron fuerzas gobierno, iniciativa privada, universidades, medios de comunicación, sociedad civil. Todos unidos se logró hacer algo tangible. Los bajos niveles de violencia que desde hace décadas se reportan en Mérida es otro ejemplo de que se puede aspirar a la paz.

Con este gobierno se apunta a un horizonte de largo plazo: dirigiendo a los jóvenes al estudio con el ofrecimiento de becas, recuperando la educación cimentada en valores cívicos. Pero mientras ese largo plazo se cumple, aquí estamos, padeciendo un Estado débil que se dejó chantajear por una delincuencia fuerte que no se contendrá (no tiene por qué hacerlo), que se seguirá expandiendo. Esas son las consecuencias inmediatas del 'jueves negro' en Culiacán, el día en el que el gobierno se rindió.

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