Fernando Curiel

Teoría del ‘diablito’ político

Fernando Curiel reflexiona sobre los políticos que el funcionario se “cuelga”, a ojos vistas, de una figura o episodio ajenos para adornarse, como el caso de 'Roma', la más reciente película de Alfonso Cuarón.

Uno. A partir del típico "Diablito" que roba energía eléctrica para iluminar changarros callejeros, desarrollamos la teoría del "Diablito político". El funcionario que se "cuelga", a ojos vistas, de una figura o episodio ajenos para adornarse. Caso de los niños basquetbolistas descalzos de Oaxaca. Caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.

Dos. Pues bien. El programa dispuesto por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, Distrito Federal (que lo es por alojar a los Poderes Federales), respecto a la moda Roma, la multipremiada película de Cuarón, nos conduce a hablar del "Super Diablito Político".

Tres. El filme, de excelente factura, guión y producción (aunque no hasta el punto de pasar mi personal prueba de cinéfilo: verla por segunda vez), ya ha dado bastante miga a los defensores de los derechos laborales del servicio doméstico y del integrismo racial. Pero la susodicha dependencia capitalina se vuela la barda.

Cuatro. Una exposición fotográfica al aire libre con dos temáticas: el elenco de Roma, la película, e instantáneas históricas de Roma, la colonia. ¿Eso es todo? No. Que de desmelenada imaginación burocrática se trata.

Cinco. Amén de exposición, proyección. De la película y de la ceremonia del Óscar; el concepto de Autocinema trasladado a la Plaza Río de Janeiro (¿con todo y espectáculo lumínico en "La Casa de las Brujas"?). ¿Y ahí muere? No. No. ¡Qué va!

Seis. También se programan visitas guiadas en autobús y, cereza del pastel, máxima colgadura, recepción del cuadro artístico en pleno, por la Jefa de Gobierno, en su "búnker"; quien les extenderá a director, actores y técnicos, un reconocimiento. ¡Guuauuuuuuuuuuu¡

Siete. Apoteosis. Ya lo dijo el titular de la Secretaría: arrasaremos (así, en plural), no con unas cuantas, sino con todas las denominaciones. Sobra decir que el patriótico nosotros, es ya descarada conexión ilegal de todos los demonios.

Siete. ¿Es que no me alegra tamaño tendido de cables, a una fuente de energía como la "peli" Roma? Digo, en mi condición de romano, quiero decir, oriundo de la colonia porfiriana, Hospital D'Hoyo Monte, de la calle de Manzanillo. Esto en el momento y hora en que, en Europa, Hitler y Mussolini, cometían sus macabros desfiguros.

Ocho. No. No me alegra. Más bien me preocupa que tamaño oportunismo ("logrero" se decía en el pasado priista), marque ya los rumbos de la administración cultural de la Ciudad de México (¡qué CDMX ni qué ocho cuartos¡). El ejemplo puede cundir a izquierda y a derecha.

Nueve. Pase que le den "cran" a la Fórmula Uno, alfombra roja plutocrática (o si se prefiere "fifí"), y lujo de revistas como ¡Hola! y Quién. ¿Por qué apoquinar cuatro millones de morlacos del erario público para un guateque privado? Y mire que me cuadran las carreras de autos desde la Carrera Panamericana.

Diez. Pero eso de colgarse, como ejemplo de política pública cultural, de todos los postes de la película de Cuarón, da mala espina.

Once. Máxime, tomando en cuenta que no obstante haber sido la Roma una de las colonias más golpeadas por el terremoto de 2017 (como si no hubiera sido por el de 1985), su recuperación, por parte del gobierno local, marcha con lentitud paquidérmica.

Doce. ¿O qué piensa usted sobre el particular, lector de El Financiero?

COLUMNAS ANTERIORES

Ciudad letrada expandida
La realización simbólica

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.