Fernando Curiel

Examen del ‘mexican moment’

El auténtico poder político no se halla en manos del Ejecutivo, sino en las de la clase política, armada con los restos de los partidos históricos, el PRI, el PAN y el PRD.

Uno. No sobra recordar que, con motivo de la concertación de partidos, todos en apuros electorales, que aparejó el arranque del régimen de Peña Nieto (a quién se le ve más en la pista de baile que en la cuerda floja), la prensa foránea, de suyo informada, pero también destanteada, acuñó en primera instancia frases como "Saving Mexico" y "Mexican moment" (que más pronto que temprano acabaron en la constatación de que el político de Atlacomulco "no sabía que no sabía").

Dos. En lo que no reparó la referida fuente es en la naturaleza real, la real politik de nuestro sistema a partir de que el hegemónico PRI faltó a su deber de reformarse, y condujo a la LOPPE. Disque pluralidad.

Tres. ¿Naturaleza real, real politik? ¿De qué rayos hablo? De que, el verdadero trasfondo, el auténtico poder, no se halla en manos de los sucesivos Ejecutivos federales, sino en las de la clase política; clase ella sí absolutista, armada con los restos de los partidos históricos, el PRI, el PAN y el PRD, los despojos de las excrecencias de los tres partidos mencionados (PV, PT, MC, etcétera), los movimientos disidentes pero gremiales y los logreros de última hora.

Cuatro. No pocas notas definen a nuestra clase política post 77. Estar por encima de los partidos, carecer de ideología, y acomodarse a la dirección de los vientos. Panorama que complica, enmaraña, una mayoría votante, de todas las clases, pero amalgamada por lo que todavía hace poco se llamó la "ira social". Asunto de tripas, no de ideas. ¡Ah, y está la nota de la mediocridad!

Cuatro. Bajo esta perspectiva, se explica diáfana la renuncia de José Narro, gran amigo, compañero en numerosas aventuras universitarias, no sólo a contender por la presidencia del PRI sino a una añosa militancia. En el ritmo oportunista de la clase política, ayuna de lealtad partidaria y programa, atenta en exclusiva a sus intereses y a la negociación por el poder, nada sorprende (debería de sorprender) que el PRI se pliegue a Morena, una de sus creaturas ilegítimas.

Cinco. En anécdotas, pese a su costo económico y social, quedarán: decisiones al desgaire de la ocurrencia, el llamado de abrir la frontera sur para enseguida sellarla, la arrogancia de declarar una nueva edad de la historia de México (tan dialéctica, tan sustentada en la violencia social), el simplismo, la el horror vacui a la administración, la gestión pública entregada no a la planeación sino al espectáculo, el guiso escamocha de la Guardia Nacional, la entrega a los designios personales del Imperio vecino. Lo determinante radica en la verdadera detentadora del poder. Clase política pragmática, acomodaticia.

Seis. Clase que, de la "pluralidad representativa", pasó a partidocracia, de aquí, al cártel de la cosa pública, y de aquí al clientelismo al mejor postor. De otra parte, el electorado mayoritario se monta en su macho, las Iglesias maniobran, los intelectuales orgánicos de la fementida reforma política se hunden en el desprestigio y el recorte de recursos (más dañoso lo primero que lo segundo).

Siete. Repito: al anecdotario van a dar los "estilos personales de gobernar". El echeverriato, el salinismo, el zedillsimo, la rústica y primitiva hora presidencial del PAN. La clave radica en los dueños del poder, pragmáticos, "gatoparderos". Aquí encuentran su lugar: el sacrificio de Luis Donaldo Colosio (obra de un sociópata solitario, pero en circunstancias propicias, Lomas Taurinas de Tijuana escenario del crimen aún antes de cometerse), las monstruosas nupcias PAN/PRD de las recientes elecciones, el brincoteo descarado de unas siglas a otras, y tantos y tantos episodios de un mar de fondo.

Ocho. Inevitablemente llegan a cruzarse "estilo personal de gobernar", punta del iceberg, y reacomodos sísmicos bajos las aguas. Sólo que, a partir de la LOPPE, acto de chistera de Jesús Reyes Heroles, de los últimos en pensar (no sólo practicar, no sólo medrar, no sólo conservar) la política, arte y oficio connatural a la creación del Ágora, del Estado-Nación, de las anfictionías nacida utopías y terminadas distopías, la palabra final la tiene la clase política. Insaciable. Realista. Cínica.

Nueve. El Estado de la desinstauración de la Revolución Mexicana, alcanzó a inventar una alternancia sin transición, las excusas (lavado de manos) de la ciudadanización y de los organismos autónomos, hoy en quiebra, mientras el poder fáctico del poder se reproducía incontenible. Lamentable caso de mi Teoría de la Involución: "Sobrevivencia, en bola, de los menos aptos". A la que habría que añadir: "El 'estilo personal de gobernar' pasa", la mafia política no".

Diez. ¿Qué permanece? La cultura (no confundirla con "becas" y "estímulos"): plural, variopinta, ancestral y moderna (y ojalá contemporánea). Repárese en los años postreros del porfiriato (modernismo, ateneo de la juventud, Universidad Nacional de México, obra urbana) y en los 20's y en los 30's de la Revolución (ateneo de México, muralismo, estridentistas, contemporáneos); en los 50's y 60's (medio siglo, La Ruptura, La Onda, el underground mexicano, sin que importe que el "68 político" se mantenga todavía preeminente en el imaginario colectivo, tan influenciable). Sí, política y cultura andan aquí juntas y revueltas, pero las palmas, las que esplenden pasados tal o cual sexenio, terminan por corresponden a la segunda. Rato llevo llamando a la nuestra, cultura de resistencia.

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