Fernando Curiel

El embrollo CONACyT

Fernando Curiel reflexiona sobre los detalles de la nueva ley del CONACyT, que aún no se discute ni aprueba.

Uno. Aún no se discute, ni aprueba, ni se promulga, la nueva ley del CONACyT, y ya se encapota el paisaje de lo que vendrá. Vale la pena despejar los hilos de la enrevesada madeja. Subrayar lo real, lo fehaciente.

Dos. En primer término, que, al establecimiento del organismo responsable de la política estatal de impulso a la investigación, orientada primordialmente a los problemas, pero también a las condiciones nacionales, la precedió la apertura en 1910 de la Universidad Nacional de México de 1910 (autónoma a partir de 1929, ya en construcción el Nuevo Estado Revolucionario), reconociéndose como misión articulada, en el mismo nivel, la docencia, la investigación y la difusión (entendida esta última como extensión extra muros).

Tres. En segundo, que el surgimiento del CONACyT, en los 70's, obedeció a cierta ilusión, la de que bastaba la mixtura de ciencias aplicadas, tecnología y desarrollo, para, acto de magia, conseguir prosperidad, igualdad, crecimiento industrial. Visión compartida por no pocas naciones que, mereciendo el calificativo de tecnócrata, pronto se exhibió falaz. Pero que quizá también explica la tolerancia de la comunidad humanista de que la palabra Humanidades no figurara en un rótulo que pronto se tornaría objeto del deseo. El de formar parte de una multitudinaria élite de investigadores, con obstáculos de cambiante dificultad: Niveles I, II y III. Los emeritazgos se cocinarían aparte.

Cuatro. En tercero, que esta preeminencia de lo científico y lo tecnológico, tradujo, en el desarrollo del CONACyT, la imposición del canon científico sobre el canon humanista, desequilibrio traducido en la gestión y asignación de recursos, y en los criterios de medición de producción y evaluación (con sus daños colaterales en el imaginario social: vale más un químico que un filólogo). Cuando, epistemológica y existencialmente, la situación es otra. Saberes humanistas y saberes científicos guardan el mismo rango, son pares. Igualdad en un contexto, en el que las Humanidades han dilatado su materia, al incorporar, al cultivo del hombre y sus obras, los entornos natural y social de la Humanidad. Tan complejo es el Universo natural como el simbólico de una cultura, la mexicana, que se va tornando cultura de resistencia frente a los desastres de la política.

Cinco. En cuarto y último término (por lo menos hasta ahora), que el reconocimiento, aunque tardío, de la equiparación de ambos conocimientos, obliga a una estructura dual, dentro del propio CONACyT, o a un organismo paralelo. Esto sin demérito del obligado diálogo, la obligada interlocución de Humanidades y Ciencias, a partir de temas de suyo evidentes (la tecnología instrumento de la investigación humanista, las consideraciones socio-culturales de la investigación científica) o de temas de frontera en su concepto de conocimiento de punta, multidisciplinario, humanista y científico.

Seis. He estado pendiente de la "campaña" en que se ha instalado la nueva titular del CONACyT. Su desfile por pasarelas a modo, ayunas de crítica, sana confrontación. La vaguedad de su discurso. Los desastrosos nombramientos en posiciones clave de su equipo. La ausencia de llamados, y su ejecución, a la hechura compartida, dialogante, tanto del diagnóstico como del pronóstico del organismo, de la fijación de políticas consensadas, del reconocimiento de los diversos paradigmas humanista y científico. La desautorización, dentro de la comunidad a la que se afilia, traducida en el reconocimiento de su poder (pese a críticas ajenas y desfiguros propios, se le mantiene en el cargo), mas no de su legitimidad, de su autoridad.

Siete. Diluido, imposible en sus comparecencias tersas, se impone un cuestionario que puede reducirse a las siguientes interrogantes, al margen del conocimiento directo del texto legal. ¿Usted participó en la elaboración del proyecto de ley, y de ser así, bajo qué valoración histórica y a la luz de qué propósitos futuros? ¿La inclusión de las Humanidades en la nueva denominación se limita a una especie de concesión, de gracia, o implica un cambio estructural que sitúe en idéntico rango a ambos saberes? ¿Qué lugar ocupará el conocimiento vernáculo ante el académico, chamanes en vez de posgraduados? ¿Y qué proyectos y planes se tienen para el capítulo específico de la propaganda fide de las Humanidades en una época falta autognosis, de saber histórico, de orientación identitaria?

Ocho. ¿Junto a cuestiones como los transgénicos, la soberanía alimentaria o el agua, se prevé la del colapso urbano, del sentido del convivir cívico (civil) que como una mancha negra se va extendiendo imparable por el mapa de la República?

Nueve. Son de tal suerte fundamentales para México tales asuntos, que la solución del embrollo CONACyT no puede dejarse sólo en manos de las comunidades humanista y científica, y menos aún de su solo cuerpo directivo.

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