Fernando Curiel

Dos vidas femeninas rotas

Ocasión dorada la de un feminismo combatiente, para exhumar vidas rotas como las de Pina Pellicer y Rita Macedo, en este México, donde la Independencia trajo una Nación-Estado Americano, pero dejó intactas las estructuras de desigualdad e ignorancia.

Uno. En la selva mexicana, y en sus travesías, tuve el privilegio de conocer dos actrices de singular belleza, misterio innato y consumados fulgores cinematográficos y teatrales. Pina Pellicer y Rita Macedo. Ambas suicidas.

Dos. A Pina en el alborozo municipal de la filmación, en Taxco y en las Grutas de Cacahuamilpa, de Macario, año de 1959.Conjunción de mitos. El tema, Bruno Traven, Esperanza López Mateos (a la que se atribuían su verdadera personalidad o, a lo menos, sus traducciones), un momento de esplendor mexicano en los certámenes internacionales.

Tres. A la Macedo, entrevista socialmente, ya de fijo yo en la Ciudad de México, en el hábitat de la élite que testimoniaba el ascenso del estamento cultural en nuestro medio, en plena Revuelta Cultural. De un lado la expresión hedonista de las mansiones en San Ángel y Atizapán (los Barbachano, los Fuentes, los Urrutia); de otro, la expresión callejera, el Movimiento Estudiantil de 1968.

Cuatro. Cursaba yo, el último año en la Secundaria Vicente Guerrero, cuando, a un amigo de entonces y de ahora (aunque él, exitoso notario en Acapulco), Miguel García Maldonado, nos reclutó el equipo de producción de Macario para hacerla de "claque" en las escenas en el Real de Minas. Jubón, medias, peluca, calzado entaconado. Lo digo en veras, sin burla: mi debut en la vida pública.

Cinco. Otras mujeres sonantes del momento, lo eran Pita Amor, Rosario Castellanos, María Azúnzulo, Elena Garro y, a su modo, la China Mendoza.

Cinco. Enfilado entonces a la "actuación", habitante de sus lugares, Casa del Lago, EAD, Centro Artístico y Cultural del Bosque, oportunidad tuve de departir con Pina. Figura fascinante. Su suicidio me tomó y no por sorpresa. Sabía que escribía.

Seis. De Rita Macedo tenía presente, sus películas y puestas en escena de nota; y, en la vida privada, el casamiento y posterior divorcio con Luis del Llano, la maternidad de Julissa (mi compañera en la EAD), su posterior matrimonio con Carlos Fuentes (a quien mi "compadre" Piazza auguró que arrasaría con el medio y del que la Mendoza sentenció que la vida le hacía lo que el viento a Juárez). Ignoraba yo que Rita, escribía.

Siete. Las oleadas de protestas feministas, en el campus y en la polis, aproadas al 12 de abril, de alguna forma han reactualizado la figura de la Macedo (no así la de Pina, en la sombra), al circular sus incompletas memorias editadas por su hija Cecilia. Buena y mala publicidad.

Siete. Por ejemplo, a chisme, infidencia oportunista, tomo el relato de haber presenciado cómo, en una noche lluviosa, y allá por San Ángel, después de haber arreglado la dirección del mundo conocido, Fuentes y Flores Olea y González Pedrero, expuestos al cierzo en el jardín, Rita Macedo, sumisa, silente, se hincó, para cambiar a su marido calcetines y cazado, hechos una sopa. Carlos, indiferente.

Ocho. Un calvario, dar con las memorias inconclusas. O, "marketing", se creó una artificial demanda, o en efecto fallaron los cálculos de la oferta. El hecho es que, como diría Borges, las estoy "fatigando", ya en segunda edición. El México de familias clase media de quiero y no puedo, imborrable la discriminación racial, a las que la radio y el cine abrió anchurosas avenidas (como al "hambre" popular el toreo y el box). Seguiré informando.

Nueve. Para quienes lo recuerden, aquel México cosmopolita, al día en las artes, experimentador de revistas y crónicas sociales en suplementos que sólo tocaba la alta cultura, la "Ciudad Letrada" (más la plástica, más la cinematográfica, a la baja sin embargo la filosófica), no podía conformarse con menos que una Casa de Lago, un circuito museal que se extendía a Reforma, y una Zona Rosa.

Diez. Ocasión dorada la de un feminismo combatiente, para exhumar vidas rotas como las de Pina Pellicer y Rita Macedo, en este México, donde la Independencia (1810-1821), trajo la novedad de una Nueva España mudada Nación-Estado Americano (en vez de Posesión Ultramarina Europea), pero dejó intactas las estructuras de desigualdad e ignorancia. Como hasta ahora.

Doce. Como pocas veces, la insurrección femenina contra el statu quo fractura modos ancestrales, disque exitosas reformas igualadoras, una sensibilidad pública abierta a impulsos del feminismo innato de los años 60 (Londres como privilegiado campo de maniobras), y la Declaración del Año Internacional de la Mujer, por la ONU, en 1976.

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