Fernando Curiel

1968, año axial de una década decisiva

El autor hace un recuento de los eventos que se sucedieron en torno a la organización de los Juegos Olímpicos, a partir del libro de Ariel Rodríguez Kuri.

Uno. En la lista que vengo proponiendo de lecturas decembrinas, sobresale por derecho propio un libro recién salido del horno y largamente esperado (al menos por mí): Museo del universo. Los juegos olímpicos y el movimiento estudiantil de 1968, de Ariel Rodríguez Kuri (El Colegio de México, 2019).

Dos. Y aprovecho la propicia circunstancia para recordarle al historiador, la invitación para que contribuya al catálogo de la Biblioteca del Estudiante Universitario, sección Geografía (disciplina entendida en su concepto moderno, físico y social), con una antología sobre nuestro Valle Central, bajo la perspectiva de región.

Tres. Pero a lo que voy. Previa historia del olimpismo, el autor traza una relación geopolítica de la Ciudad de México como "museo del universo" y efímera ciudad olímpica; de la organización de los juegos; de los lenguajes y formatos decididos para su promoción interna e internacional; de la decisión urbanística de que las instalaciones olímpicas se adoptaran a la capital; y de los problemas que debieron enfrentar tanto el comité organizador como el gobierno.

Cuatro. Especial novedad (perspicacia) representan dos enfoques. El de que, contrariamente a la interpretación de los juegos de aquel año, la Olimpiada y el movimiento estudiantil, constituyeron procesos "complementarios", "simbióticos", no "antitéticos". Y el que, en contra del olvido, rescata el papel de la Olimpiada Cultural (de la que sólo queda el vestigio, manoseado, de la Ruta de la Amistad).

Cinco. Si el primer punto, obliga a una reconstrucción, otra, alejada del mito y su explotación anual; el segundo revalora una singular aportación mexicana, a la que tenderá a "borrar" el trágico 2 de octubre en Tlatelolco, aún colmado de "zonas oscuras".

Seis. La Olimpiada Cultural, su programa tan poco comentado, no se limitaba a la exaltación arqueológica (y claro, "turística") de nuestra cultura, ni a la del nacionalismo a ultranza; sino que daba lo suyo a lo moderno y a la contemporáneo, lo mismo del país sede que de los países participantes.

Siete. En lo personal, sigo reputándola remate natural de lo que llamo Segunda Revuelta Cultural del Siglo XX Mexicano (la primera correspondió al Modernismo y al Ateneo de la Juventud), que a lo largo de los iniciales años de los 60, atravesará a las artes todas y al pensamiento. Esto en el contexto de una red de "sedes" que comprendía lo mismo a la Casa del Lago que al Cine Club del Politécnico, en el Casco de Santo Tomás (por citar dos lugares).

Ocho. Suele lamentablemente olvidarse, que, en la cultura, a los 60 los protagonizaron, en su madurez, la generación de Medio Siglo, y nacientes, la de Difusión Cultural y de la con frivolidad bautizada de La Onda; el grupo de La Ruptura, renovador de las artes plásticas a costa del derrumbe de La Cortina de Nopal; y los integrantes de la revista y movimiento Nuevo Cine.

Nueve. Que se inauguraron lo mismo el Museo del Caracol en el Castillo de Chapultepec, que los Museos de Antropología e Historia y Moderno, en el Paseo de la Reforma. Últimos hálitos del Gobierno Revolucionario Cultural.

Once. Pero torno al libro de Rodríguez Kuri. Yo voy en la parte de la dura "grilla" interna. Todavía con López Mateos, dos nombres son decisivos para la obtención de la sede: José de Jesús Clark Flores y Marte R. Gómez. Ya presidente, Díaz Ordaz, poco entusiasta de la jugada de los Juegos Olímpicos, en vez de creativamente encender las alarmas (abisal distancia de los dos Méxicos, bajón del "Desarrollo Estabilizador", primeras olimpiadas con transmisión satelital, exigencia de que el PRI se modernizara), le arroja la pelota al expresidente.

Doce. La enfermedad terminal de López Mateos lleva a una recomposición, que al tiempo que elimina a Clark Flores (malquisto a Díaz Ordaz), entroniza a Pedro Ramírez Vázquez. No pocos obstáculos se levantan, y campañas contra la altura de la capital federal (sitio visto, ya por Justo Sierra, como poco adecuado para un asentamiento humano).

Trece. Aquí, el escepticismo no se gasta malos bigotes. Y fuera no faltan los intentos de revertir los resultados de Baden-Baden, por los que México recibió 30 votos, mientras la poderosa Detroit alcanzó 14 (ni la mitad), Lyon 12 y Buenos Aires apenas, lastimosamente, 2.

Catorce. Seguiré informando.

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