Perspectiva Bursamétrica

El talón de Aquiles, la inversión financiera externa

Es muy difícil que la Junta de Gobierno se anime a reducir su tasa de referencia, a pesar de la desaceleración por la que atraviesa la economía mexicana.

Según la estadística que semanalmente publica el Banco de México, el 8 de febrero pasado se alcanzó el máximo histórico de la tenencia de valores gubernamentales en manos de residentes del exterior, con un importe de 2 billones 274 mil millones de pesos. La última cifra publicada al 9 de julio cayó a 2 billones 112 mil millones. Una salida de 162 mil millones de pesos que valuados a un tipo de cambio de 19 pesos implicarían una reducción de 3 mil 78 millones de dólares, equivalentes a 7.12 por ciento en cinco meses.

El saldo restante es todavía un monto muy importante: en dólares suma 111 mil millones. Equivale a más del total de la deuda financiera de Pemex o a 55.86 por ciento de la deuda externa total del sector público o a 62.5 por ciento de las reservas internacionales del Banco de México.

Después del anuncio de la cancelación del aeropuerto de Texcoco a finales de octubre, y después del primer fracaso en la presentación de la primera versión del Plan de Negocios de Pemex en Nueva York, el capital siguió fluyendo hacia los bonos en pesos de la deuda soberana, hasta febrero, apoyado en el compromiso de generar un superávit primario en las finanzas públicas, y en el nivel de la tasa de referencia del Banco de México de 8.25 por ciento. Pero todo parece indicar que el conjunto de decisiones posteriores y la puesta en perspectiva 'negativa' de la calificación de la deuda soberana, no solo frenó el flujo, sino que este empieza a ser negativo.

El contexto en que se ha dado esta reversión es de un cambio dramático en las señales de la perspectiva de las políticas monetarias de los principales bancos centrales del mundo, que pasaron de una expectativa de normalización gradual de las tasas de interés de referencia a un nuevo ciclo de baja de tasas, que probablemente iniciará este 31 de julio en la reunión del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal, lo que implica que de nuevo se tenga una liquidez global excesiva, un mayor apetito por el riesgo, y de nuevo, flujos crecientes de inversión financiera hacia los mercados emergentes. Por esta razón es muy difícil que la Junta de Gobierno se anime a reducir su tasa de referencia, a pesar de la desaceleración por la que atraviesa la economía mexicana.

Los recursos de la inversión financiera en Bonos M, Udibonos o Cetes se mantendrán ahí mientras conservemos el grado de inversión, dado que la gran mayoría de estos recursos que mantienen los inversionistas globales están replicando los portafolios modelo de mercados emergentes que tienen los grandes bancos de inversión, como Citigroup, Goldman Sacks o BlackRock. Si llegáramos a perder el grado de inversión, la estampida sería inmensa e inmediata. Los inversionistas globales se verían obligados a tomar pérdidas vendiendo los bonos al precio que sea, disparando las tasas de interés de largo plazo en pesos, y tendrían que convertir sus pesos a dólares al tipo de cambio que sea, generando una brutal presión cambiaria. Por esto, la inversión financiera externa, producto del éxito de nuestra buena conducción histórica es hoy nuestro talón de Aquiles. El punto más vulnerable.

El Banco de México no tendría más remedio que permitir esta doble pérdida para los inversionistas. El que se quiera salir que pierda en la sobreventa de bonos y en la conversión a dólares. Esas son las reglas del juego. A lo mucho podría implementar algunos mecanismos para amortiguar el golpe, y volver a subir aún más su tasa de referencia.

México cuenta con un blindaje relativo que lo puede proteger parcialmente de choques externos: reservas internacionales por 178.8 mm, la línea de crédito flexible del FMI por 71 mm, los recursos de los Fondos de Estabilización de los Ingresos Petroleros, y de los Estados, las coberturas del precio del petróleo. Ya hemos propuesto aquí un sistema integral de riesgos que permita cubrir además los vaivenes en los precios de la importación de gasolinas, del precio del gas natural, de las alzas en las tasas de interés internacionales, que hoy se ven lejanas, en el tipo de cambio, y la necesidad de contar con reservas físicas estratégicas en gasolinas y en gas natural. Pero no contamos con ninguna vacuna contra la desconfianza inducida por el propio gobierno.

La ausencia de inversión nos lleva a la desaceleración, luego al estancamiento y fatalmente a la recesión, junto a esto, vendrá la caída de la recaudación y la pérdida del grado de inversión. Es imperativo que el gobierno se concentre en restablecer un buen clima de confianza e impulse medidas y programas a favor de la productividad y de la inversión productiva. Existe una alta probabilidad de que Estados Unidos entre en una recesión hacia finales del 2020. ¿Qué estamos haciendo para afrontar un escenario de tres años de recesión?

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