Perspectiva Bursamétrica

¿Debe el Estado rescatar empresas? (II)

El Estado no debe rescatar a un empresario o a los accionistas de una sociedad que hayan hecho mal las cosas; pero sí puede salvar las fuentes de empleo, cuando el negocio es viable, si no queda otro remedio.

El autor es presidente de Bursamétrica .

Déjeme decirle algo que le puede choquear: el rescate financiero más eficiente y exitoso de la historia ha sido la mal llamada nacionalización de la banca mexicana en 1982. El gobierno despilfarró durante años con gasto excesivo, irracional e ineficiente, la abundancia petrolera y se sobreendeudó en dólares. Cayó el precio del petróleo y el país quebró. Y junto con el país, todos los bancos y las empresas. El Presidente les echó la culpa a los banqueros y les estatizó sus bancos. El mismo día de la devaluación. En el mismo momento en que los quebró. Acto seguido anunció el control de cambios.

Al convertirse los bancos en estatizados, en el 82, ya no importaba si estaban quebrados o no. El gobierno garantizó todos los depósitos, a excepción de las cuentas en mexdólares que se pagaron al tipo de cambio controlado. Muy por debajo del tipo de cambio libre. Meses después, a todos los dueños de los bancos se les pagaron sus acciones al valor del capital contable que tenían al 31 de agosto de 1982, el valor de sus acciones un día antes de que se convirtieran en cero, más sus intereses, con tasas de 80 por ciento anual, con unos bonos de indemnización bancaria. El rescate del sistema bancario fue muy eficiente. En dinero, los accionistas perdieron sus bancos pero no perdieron su patrimonio, aunque los moditos que usó el Presidente en turno no fueron los más amables para los banqueros que digamos. Expió sus culpas en ellos. Les quitó sus bancos, pero les pagó bien. Seguramente la crisis se hubiera podido resolver más fácilmente sin la estatización de la banca que tiró la confianza de los agentes económicos nacionales e internacionales por muchos años. Nos costó 30 años salir de esta tragedia.

Con la devaluación del 82, las grandes empresas de este país, endeudadas en dólares, también estaban quebradas. El gobierno implementó inmediatamente una estrategia de rescate de las empresas en donde no se tuvo que poner un solo centavo de dinero público: el Ficorca. El mecanismo funcionó así: a los bancos americanos se les obligó a reestructurar todos los créditos de las empresas mexicanas a ocho años con tres de gracia. Se constituyó un fideicomiso maestro en el Banco de México que les permitía a las empresas cubrir el riesgo cambiario, mediante pagos crecientes nominalmente pero constantes a valor presente, y podían proteger el pago del principal como el de los intereses, opcionalmente. El autor intelectual principal de este esquema fue Ernesto Zedillo, quien trabajaba en Banxico. Como analista de Bolsa me tocó atestiguar el éxito de este rescate. Trimestre a trimestre la situación de las empresas cambió radicalmente. Al término del esquema, las empresas tenían exceso de liquidez. Todos ganaron. Los bancos, las empresas, los gobiernos de EU y de México, y la sociedad en su conjunto. Solo fue necesario aplicar el ingenio y la técnica financiera, así como la voluntad política de las partes.

Cuando en la crisis de 2008 varias empresas mexicanas tuvieron fuertes problemas financieros, por la especulación con derivados a favor del peso, la administración del presidente Calderón hizo bien en no rescatar con dinero público a estas empresas. Una de ellas, Comercial Mexicana, llegó a reportar pasivos por dos mil millones de dólares por las pérdidas en esas apuestas.

Hoy no estamos en una recesión clásica, provocada por un desequilibrio entre el ahorro y la inversión, que lleva a una retracción de la demanda. Se trata de un frenazo en seco de la actividad productiva y comercial inducido en forma deliberada por los gobiernos, al imponer medidas de distancia social.

"Al igual que en la gran crisis financiera, ahora son necesarias medidas urgentes y sin precedentes para salvar la economía. No bastan las medidas anunciadas por gobiernos y bancos centrales, como ayudar a pagar los salarios de los empleados, enviar cheques a las familias o conceder líneas de crédito a las empresas. Van en una dirección adecuada, pero son insuficientes. Lo que necesitan las empresas es mantener sus ingresos de caja durante este periodo, dure tres meses o más": Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra.

El Estado no debe rescatar a un empresario o a los accionistas de una sociedad que haya hecho mal las cosas. Pero sí se puede justificar salvar las fuentes de empleo, cuando el negocio es viable, si no queda otro remedio. No es papel del Estado suplir las fallas del capitalismo, que normalmente tienen que ver con la ambición desmedida de algunos. Para eso existen los procesos de los concursos mercantiles, o el Chapter 11. Esquemas que ayudan a la reordenación de una empresa, con la voluntad de las partes: Acreedores, accionistas, trabajadores y en su caso los gobiernos.

El Estado, en cualquier caso, debería actuar más como controlador aéreo, que como capitán de vuelo.

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