Coordenadas

AMLO pone contra la pared a Sheinbaum

La jefa de Gobierno sabe que la Ciudad de México está en semáforo rojo, pero no se atreve a ir en contra de las indicaciones del presidente López Obrador de declarar esa fase, señala Enrique Quintana.

La jefa de gobierno de la Ciudad de México obtuvo 70 por ciento de aprobación en la más reciente encuesta realizada por El Financiero. Los ciudadanos han apreciado el esfuerzo que ha hecho el gobierno capitalino para contener la pandemia en la Ciudad de México, aún en contra de las decisiones del gobierno federal.

Esto, a pesar del dilema de no declarar la CDMX en semáforo rojo de nueva cuenta.

Sheinbaum ha aparecido con cubrebocas y ha promovido su uso. El gobierno capitalino ha realizado pruebas proactivamente para detectar casos positivos de covid y ha generado un sistema preventivo a través de los códigos QR, para tratar de prevenir contagios.

Todo lo que no ha hecho el gobierno federal.

Sin embargo, es claro que hay una decisión política de no poner a la Ciudad en semáforo rojo.

El viernes por la mañana, la Jefa de Gobierno señaló que estábamos en una situación de emergencia, pero no quiso aludir al color del semáforo ni a nuevas restricciones. Ese mismo día, en su conferencia vespertina, López-Gatell señaló que el color del semáforo era intrascendente.

Al buen entendedor, pocas palabras, como dice el adagio. Sheinbaum sabía que estábamos en rojo, pero no se atreve a subvertir las indicaciones del presidente López Obrador.

Para el presidente y para López-Gatell, el semáforo rojo es un estigma. Es el símbolo del fracaso. Por esa razón, lo prohibieron en la Ciudad de México y Claudia se disciplinó, aunque sabía que iba a ser cuestionada.

Podremos tener la peor de las condiciones. Los contagios podrán llegar a niveles insospechados. Los fallecimientos marcar máximos. Los hospitales, desbordados y sin recursos. Pero, el semáforo ha de ser naranja.

Se puede admitir que en otras entidades menos relevantes del país se pasen del naranja al rojo, en la Ciudad de México, no.

El gobierno federal se ha distinguido por operar sobre la base de símbolos. Y por eso, reconoce que pintar de rojo a la capital implicaría un reconocimiento de que las cosas no han funcionado. Y la narrativa oficial se vendría para abajo.

El sistema de semáforos que causa este conflicto fue inventado por el propio López-Gatell, cuando la dirección de los contagios iba a la baja. El libreto era un progresivo tránsito del rojo, al naranja, al amarillo y finalmente al verde.

Las mentiras o el autoengaño suponían que eso iba a darse a partir del mes de junio, cuando comenzó la reapertura.

No fue así.

Como muchos expertos anticiparon, la falta de promoción del uso del cubrebocas, la ausencia de una estrategia proactiva para detectar los casos positivos, la ausencia de un sistema para identificar las cadenas de contagios y romperlas, la ausencia de todo ello dio lugar a este rebote dramático que hoy vivimos.

De acuerdo con las proyecciones de la Universidad de Washington, hacia el término del mes de marzo tendremos poco menos de 170 mil fallecidos. Esto quiere decir que todavía se van a presentar más de 50 mil muertos en los próximos tres meses y medio.

Hace unos cuantos días la canciller alemana, Angela Merkel, señaló que el precio que se estaba pagando por la apertura económica, de 590 muertos por día, era inaceptable. Tiene razón.

Para el mundo civilizado, la vida no tiene precio.

Ningún costo económico puede justificar muertes evitables.

Sin embargo, la visión que ha gobernado la gestión de la pandemia en México parece aceptar que son inevitables miles de víctimas más antes de que se puedan contener los contagios.

Afortunadamente, la Cancillería mexicana también saltó de la esfera de Salud y desarrolló una estrategia para obtener un volumen importante de vacunas.

Sin embargo, el ritmo de la entrega estará sujeto a los procedimientos sanitarios y restricciones logísticas y no podremos tener un nivel de vacunación significativo antes del primer semestre del próximo año.

En ese lapso, todavía tendremos un número muy considerable de hospitalizados y de fallecidos.

Considerando las tendencias de la mortandad excedente de la propia secretaría de Salud, que reporta poco más de 200 mil fallecidos "excedentes" respecto a otros años, no sería extraño que acumuláramos más de 300 mil fallecidos reales antes de que la pandemia se extinga.

El único precedente en México de esta mortandad fue la epidemia de la llamada gripe española que se desató, como en todo el mundo, en 1917-18 y que dejó, de acuerdo a algunas estimaciones, entre 300 y 500 mil fallecidos en México.

Por la antigüedad del hecho, ninguna persona viva había conocido un drama como el que estamos atravesando.

Es público que si la gestión de la pandemia hubiera quedado en manos sensatas, incluso como las de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, el saldo hubiera sido otro.

El gran problema para el país fue el empoderamiento del doctor López-Gatell, que se convirtió de facto en el segundo hombre más poderoso del país, sólo detrás del presidente López Obrador.

Y lo consiguió, porque le dio sustento a los prejuicios del presidente.

Desconozco si el costo humano y económico de la pandemia va a repercutir en los resultados electorales del próximo año.

El sentido común diría que sí pero los registros de las encuestas indican que la gente sigue confiando en López Obrador y éste ha logrado transmitir a Morena una parte importante de ese respaldo.

Sin embargo, vivimos tiempos inéditos.

No es imposible que las percepciones de los ciudadanos puedan cambiar en los próximos meses. En realidad no lo sabemos porque nunca hemos vivido una circunstancia como la que hoy atravesamos.

La crisis política de 1988 que dio lugar al movimiento del cual salió López Obrador, tuvo su raíz en buena medida en los efectos sociales del sismo de 1985.

No obstante, hubo que esperar varios años para constatar el impacto de esa crisis social y humana en las preferencias políticas de los ciudadanos.

¿Qué pasará en el presente? Es algo para lo que hay solo algunas conjeturas y ninguna respuesta firme.

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