Enrique Cardenas

Qué manera de terminar el año

2020 también será recordado porque aumentó el número de pobres en más de 11 millones de personas, escribe Enrique Cárdenas.

Se acaba 2020, ¡por fin! Ha sido un año muy complicado en todos sentidos. Ya traíamos una desaceleración económica, falta de inversión y poca creación de empleo. El PIB fue apenas negativo en 2019. La inseguridad, semejante a la que traíamos en los años de Peña Nieto, sin un avance a la vista. A partir del inicio de 2020, la transfiguración poco planeada y sin consenso político del sistema de salud y la creación del INSABI. En esas fechas conocimos del surgimiento de un nuevo virus en China que se propagaba fácilmente y parecía muy letal. Se trasladó rápidamente a Europa, a Estados Unidos y de ahí brincó ante la falta de control a muchos otros países, entre ellos México. Y entonces golpeó la pandemia del Covid-19 en marzo de este año.

De esos días al fin de año hemos visto que llegaremos a unos 125 mil fallecimientos directamente causados por el Covid-19 oficialmente reconocidos, más alrededor de 150 mil defunciones adicionales causadas directa e indirectamente por la pandemia y los problemas del sistema de salud. Casi 30 mil familias en luto, con vidas truncadas y sólo Dios sabe cuántas otras calamidades. Si bien ya han sido aprobadas varias vacunas, apenas se está iniciando la vacunación del personal médico que está en primera línea. Se han aplicado menos de 20 mil vacunas en México en las últimas semanas. Para vacunar a toda la población se requerirían aplicar más de 350 mil vacunas diarias para terminar de hacerlo en un año. Es decir, este año termina con la seguridad de que a estas fechas en un año difícilmente podremos decir que la pandemia se encuentra medianamente bajo control.

Este año también concluye con una contracción económica grave que no se veía en México desde que se tienen registros del PIB, hace más de 100 años. La pandemia, y la ausencia de políticas efectivas, suficientes y oportunas han sumido a nuestra economía en una contracción que perdurará varios años. La caída en la inversión y en otros indicadores económicos permiten afirmar, con seguridad, que el crecimiento de los próximos años será más bien bajo y tendremos suerte si el nivel de ingreso per cápita que teníamos en 2018 lo alcanzaremos, de nueva cuenta, en 2025 ó 2026. Estamos terminando el año con un apagón que afectó a 10 millones de personas esta semana, lo cual no trae buenos augurios y evidencia debilidades de la CFE y de elementos del sistema nacional de energía eléctrica. Así estamos acabando el año.

2020 también será recordado porque aumentó el número de pobres en más de 11 millones de personas, en que se colapsó la clase media y en que se amplió la brecha entre ricos y pobres más de lo que se tiene registro para un solo año. La recuperación del bienestar de la mayoría de la población, por lo ya apuntado, será también muy lenta, pues sin crecimiento de la actividad económica no puede reducirse la pobreza, por más dinero que aviente el gobierno a SUS pobres.

Estamos concluyendo el año con una participación de las fuerzas armadas, o más bien intromisión, como no habíamos visto en México en al menos 60 años. Su participación en actividades económicas, en la procuración de justicia, en la distribución de subsidios y de vacunas, en la seguridad interior y en su evidente influencia en el poder público, hace pensar que nos estamos encaminando rápidamente a un sistema político de corte militarista, lo cual es altamente peligroso. Así estamos finalizando el año, y así estamos iniciando el nuevo.

El 2020 termina con la pandemia fuera de control, con la población cansada y empobrecida, sin apoyos del gobierno para evitar la caída de los ingresos de las personas, el despido de empleados, el cierre de empresas. Ahora en diciembre, conforme los contagios han aumentado significativamente por la época de la influenza, y con ello las defunciones al grado que esta semana tuvimos 990 en un solo día, el gobierno federal y algunos estatales están finalmente alarmados e imponen nuevamente, y con mayor fuerza, restricciones a la población para trabajar o acudir a diversos centros y actividades. Es lógico que lo hagan, es necesario, pero uno esperaría que se hiciera de otra manera, más pensado, aprendiendo de la experiencia de los últimos meses, y teniendo acciones y apoyos que aliviaran la situación precaria de las familias.

Hoy, se empieza a percibir una suerte de rebelión de alguna gente. Sí usa cubrebocas, guarda distancia cuando puede, toma ciertas precauciones, pero no deja de salir a trabajar si es posible evitar a las autoridades, ni deja de hacer actividades que le parece no son altamente riesgosas. La gente está intentando sobrevivir ante un gobierno ausente e incapaz.

COLUMNAS ANTERIORES

Distanciarse de AMLO no es suficiente
El referéndum del 2 de junio

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.