Enrique Cardenas

Nos espera una larga crisis

Tres años de recesión al hilo no son fáciles de aguantar, más lo que suceda en 2022 y 2023. El hecho es que, al menos hasta fines de 2021, la economía mexicana seguirá en depresión.

Universidad Iberoamericana de Puebla/Puebla contra la Corrupción e Impunidad.

La crisis económica que ya empezamos a vivir estará con nosotros un largo tiempo. Todavía es prematuro saber si el modelo económico será otro diametralmente distinto, si los flujos de comercio se modificarán, si nuestra manera de ver el mundo será distinta una vez que pase la pandemia del Covid-19. Lo que sí está claro es que el estancamiento e incluso recesión en la que estamos y que se va a empeorar, los estaremos sufriendo no por meses sino por años. Varios años con consecuencias gravísimas para nuestros hijos y nietos.

Todos estamos de acuerdo en que la economía venía para abajo desde antes de la pandemia. Sin duda. Pero la hibernación económica mundial, la interrupción de los flujos económicos, la reducción de la demanda de muchos bienes y servicios, como el petróleo y la energía tradicional, muestran que podemos testimoniar cosas insospechadas como precios negativos (así sea por un día) de nuestro petróleo y el de Louisiana.

La respuesta de los países ha sido, por lo general, intentar salvar empleos, ingresos y empresas. Alemania ha destinado más de 30 por ciento de su PIB para ello; Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, España, Dinamarca y muchos otros han hecho algo semejante aunque en menor cuantía (https://mexicocomovamos.mx/new/md-multimedia/1587150238-980.pdf). Países como Chile, Perú y El Salvador están haciendo lo propio aportando un 3 a 5 por ciento de su PIB para salvar empleos, ingresos y empresas. México no lo está haciendo. Sus programas suman menos de 0.5 por ciento del PIB. México (su gobierno federal) ha decidido, y lo refrendó el presidente López Obrador ayer en un decreto, reducir aún más la demanda, comprimir los ingresos todavía más y no poner un quinto para que empleo y empresas puedan salvarse.

La evidente quiebra de Pemex, cuyos bonos ya son catalogados como 'basura' (aun antes del desplome del petróleo), la insistencia con proseguir echándole dinero bueno al hoyo negro de Pemex sin cambiar su rumbo, continuar la construcción de Dos Bocas, seguir gastando recursos en proyectos improductivos, y no entender que la actividad económica es la que genera la recaudación de impuestos, está señalando el camino de una larga, muy larga recesión. Y este camino lo está pavimentando aún más la serie de decisiones del gobierno de AMLO de reducir salarios de los servidores públicos, disminuir las compras del gobierno (ratificados en el decreto de ayer), no apoyar empleos ni empresas. "No habrá nueva deuda" (aunque aumente como porcentaje del PIB), pero habrá una larga depresión.

¿De qué tamaño? Es imposible saberlo con precisión, pero con los datos que ya tenemos el día de hoy, en que el PIB en México caerá al menos un 7.0 por ciento en 2020 (nivel del PIB per cápita de 2011), y que en el mejor de los casos podría crecer un 1.0-2.0 por ciento el año próximo, podemos afirmar que a fines de 2021 estaremos un 9 o 10 por ciento por debajo del PIB per cápita de 2018. (Calculando los cambios en el PIB y en la población, simplemente). Esa es la realidad, la muy triste realidad.

Tres años de recesión al hilo no son fáciles de aguantar. Más lo que suceda en el 2022 y 2023. El hecho es que, al menos hasta fines de 2021, la economía mexicana seguirá en depresión, la pérdida de empleos será descomunal, la pérdida de mexicanos de alta preparación será también inmensa (conforme otros países se recuperen más pronto de la pandemia atraerán talento de los países que sigan en depresión). Y la pérdida de valor y productividad serán enormes.

Es posible imaginar sin dificultad cómo ese derrotero aumentará la pobreza y la desigualdad. Es fácil figurarse cómo ese desenlace dañará las clases medias y la esperanza de millones de mexicanos. A la escalera de la movilidad social le faltarán peldaños. Es una destrucción que afectará a generaciones.

Por eso no entiendo que personas inteligentes como Arturo Herrera, Alfonso Romo y algunos otros funcionarios sensatos que conozco sigan avalando, sigan aprobando la serie de medidas de política económica que ellos saben que nos están llevando al despeñadero. Si no las aprobaran, ya hubieran renunciado, pues son corresponsables de la tragedia.

COLUMNAS ANTERIORES

“Enfermedad holandesa” una vez más
No te engañes, son dos caminos distintos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.