Enrique Cardenas

México del norte y México del sur

Si el gobierno federal no establece un acuerdo político y social real de apoyar al sur para disminuir la brecha con el norte, habrá más gobernadores que cuestionen si hay equidad.

Hace unos días, el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, mencionó de nueva cuenta la necesidad de replantear el pacto fiscal que existe en México (https://www.youtube.com/watch?v=G2k183ukOMw). La idea no es nueva: si en los repartos fiscales enviados a las entidades federativas continuaran las preferencias por los estados del sur, dejando casi nada de recursos para proyectos importantes en los demás estados, se podría pensar en dejar el acuerdo de coordinación fiscal que existe entre la Federación y las entidades federativas. Esta idea ha estado presente en varios estados del país, no sólo en Chihuahua, pero no siempre se difunde abiertamente.

Esta preocupación es significativa e importante.

Dejar el pacto de coordinación fiscal significa que los impuestos estatales, como el IVA, se cobrarían por el propio estado y no por la Federación, al igual que ocurre con otros impuestos como el de la nómina que prácticamente se cobra en todos los estados. Dejar el pacto fiscal implicaría una mucho mayor soberanía de los estados al tener muchos más ingresos, posibilidades de cobrar una tasa diferente y, en el extremo, podría marcar el inicio de un potencial proceso de separación de un estado de la Federación.

La sola idea parece remota, improbable, incluso desquiciada. ¿Cómo? ¿Que Chihuahua y otros estados se separaran del país? Imposible. Puede ser, pero las repetidas menciones del gobernador Corral a lo largo de varios meses, reflejan muchas otras cosas además de su inconformidad con las condiciones del acuerdo fiscal de la Federación.

Ya hace algunos años, en 2014, en un estudio de la empresa consultora McKenzie titulado "A Tale of Two Mexicos: Growth and Prosperity in a two-speed economy" (http://www.mckinsey.com/insights/americas/a_tale_of_two_mexicos) se destacaban las enormes diferencias entre el comportamiento y el desempeño de los estados del norte con respecto a los del sur. Las diferencias son muy grandes y la brecha se ha ampliado en el tiempo. En promedio, los estados del norte han crecido a una tasa de entre 4.5 y 5.0 por ciento anual durante los últimos 15 años (hasta antes de 2019), mientras que los del sur apenas lo han hecho a 1.0 o 1.5 por ciento, y en algunas entidades aún menos. En promedio nacional, que coincide con la Ciudad de México y entidades del centro como Puebla, el crecimiento ha sido entre 2.0 y 2.5 por ciento, también hasta antes de 2019. Esta diferencia en el ritmo de crecimiento durante tantos años ha llevado a la reducción drástica de la pobreza y la casi erradicación de la pobreza extrema en la mayoría de esos estados. Los niveles de movilidad social son mucho mayores en el norte que en el sur. Eso significa que las oportunidades en el norte son mucho más parejas para todos que en el sur, en donde los indígenas y las mujeres enfrentan enormes obstáculos para salir adelante y progresar. Si uno va a nacer pobre, lo que le debe pedir a la cigüeña es que lo suelte en el norte, y no en el sur.

También la economía es muy distinta. La riqueza petrolera, la dotación de agua y de climas aptos para ciertos productos se encuentran en el sur, mientras que en el norte hay más infraestructura, más universidades, una cultura por el trabajo diferente y la mayor cercanía con Estados Unidos, el mayor mercado del mundo.

Las dos regiones son muy diferentes y cada vez parece que se apartan más. Si bien la intención del gobierno de López Obrador al colocar sus macroproyectos en el sur es loable y podría disminuir la brecha, al no hacerlo mediante un acuerdo explícito como el que llevó a cabo Alemania después de la caída del muro de Berlín en 1989, los resultados podrían ser nefastos. Mientras que en aquel caso Alemania Occidental estuvo de acuerdo en establecerse a sus estados un impuesto adicional durante más de un decenio para levantar a Alemania Oriental, que estaba más atrasada y con menor infraestructura tras el régimen socialista, en México no ha habido acuerdo político alguno. El gobierno ha decidido actuar unilateralmente.

Si el gobierno federal no establece un acuerdo político (y social) real de apoyar al sur para elevar su nivel y evitar que la brecha entre ambas regiones se profundice cada vez más, habrá más gobernadores que cuestionen si hay equidad en el reparto de los impuestos que se generan en el norte y en el sur. Y si no hay una respuesta política que lo acuerde, el peligro para dividir al país aumentará.

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