Enrique Cardenas

Industria automotriz y política energética

La fabricación de autos eléctricos de manera masiva está a la vuelta de la esquina y esta transición tecnológica traerá como consecuencia la reducción de la demanda de gasolinas y diésel.

Se sabe que la tecnología está tendiendo, desde hace algunos años, hacia automóviles movidos por electricidad en lugar de gasolina y diésel. Tengo dos yernos que trabajan en la industria automotriz internacional y me comentaban hace algunos años que las grandes corporaciones norteamericanas como Chrysler, Ford y General Motors, se habían negado a apostar fuertemente en esa tecnología, y que todavía faltaba tiempo para que se pudiera masificar el mercado. Se requería lograr la producción de esos vehículos a precios competitivos con los de gasolina y que pudieran proveerse de energía fácilmente. Los esfuerzos de marcas japonesas, coreanas y francesas eran también limitados, pero más decididos que las grandes compañías norteamericanas. Sólo Tesla, la empresa pionera de autos eléctricos a nivel comercial en Estados Unidos, ha estado en plena producción y desarrollo por años; a pesar de ser autos aún caros y relativamente escasos, gracias a ellos ya hay suficientes accesos a tomas de electricidad que los hacen realmente atractivos.

Pero la situación ha cambiado dramáticamente. Desde hace unos meses, las grandes marcas norteamericanas finalmente se sumaron a la tendencia hacia la conversión a autos eléctricos y a objetivos de movilidad. De hecho, las grandes compañías norteamericanas han cerrado plantas de fabricación de autos 'sedan' en EU para concentrar sus recursos en camionetas (SUV's) y pickups que les dan mayor rentabilidad, y están concentrando sus esfuerzos en el desarrollo y fabricación de autos eléctricos (y autoconducibles).

Las compañías norteamericanas van tarde. Les llevan ventaja algunas otras empresas en el mundo. Por ejemplo, la compañía china Geely adquirió Volvo hace un par de años, la prestigiada empresa sueca, con el claro propósito de invertir en un auto de alta calidad y que se enfocara directamente en la electricidad como fuente de energía (https://bit.ly/2sQPC09). Los avances de Volvo son espectaculares, no sólo en el tema de la energía, sino también en su capacidad de no requerir conductor (en la ciudad de Gotemburgo en Suecia ya se encuentran circulando decenas de automóviles a prueba sin conductor o autonomous driving). Tesla también tiene esa capacidad pero no la utiliza en Estados Unidos por cuestiones legales. Todas las empresas están ya en esa dinámica, que además incluye innovación para convertirse más en un servicio que en un bien.

La fabricación de autos eléctricos de manera masiva está a la vuelta de la esquina. Ahora sí, la transición hacia este tipo de vehículos está enfrente de nosotros y la tendremos en México en muy pocos años. De hecho en nuestro país ya circulan autos eléctricos y se pueden adquirir hasta ocho marcas distintas, pero aún son caros. No obstante, el aumento en las ventas de autos eléctricos y sobre todo de híbridos es exponencial y cada vez hay más lugares donde pueden proveerse de energía. De acuerdo con el Inegi, en enero-marzo de 2016 se vendieron 896 vehículos eléctricos e híbridos, mientras que en ese mismo trimestre de 2019 se vendieron cinco mil 543 (https://bit.ly/2RjNKhp), lo que implica un aumento de casi 500 por ciento. A nivel mundial la tendencia es semejante. Por ejemplo, en España, en lo que va de 2019, su venta se ha vuelto a duplicar. (https://bit.ly/30j0lBF). Si bien el número de autos es aún pequeño (en términos absolutos y relativos), la tendencia es ya irreversible según los analistas.

Esta transición tecnológica traerá como consecuencia la reducción de la demanda de gasolinas y diésel para el consumo de vehículos, y aumentará la demanda de generación de energía eléctrica, lo que traerá un impacto positivo en el medio ambiente. A su vez, la demanda para refinar petróleo tendrá una reducción adicional y la capacidad instalada, sin utilizar, de plantas de refinación en Estados Unidos y el mundo será todavía mayor. Es decir, habrá cada vez más plantas refinadoras sin petróleo que refinar, y por tanto el costo de refinación será cada vez menor. Por eso ya desde hace años casi no se están construyendo nuevas plantas de refinación en el mundo.

Así está el panorama de la industria, lo que muestra con claridad por qué quienes toman las decisiones de inversión de fondos de largo plazo no les gusta el plan de negocios de Pemex. Pemex está sobreendeudado y quiere invertir sus escasos recursos en refinación de petróleo para volverlo gasolina. Los analistas financieros ven, con claridad, que para cuando la refinería de Dos Bocas empiece a producir (incluso en las condiciones más optimistas que ha planteado el gobierno), la demanda de gasolina estará disminuyendo y la rentabilidad de la refinación será todavía menor. Es decir, hubiera salido más barato, mucho más barato, utilizar la capacidad de refinación que existe en el mundo, de hecho muy cerca de México, en lugar de construir una nueva refinadora que será ya obsoleta en poco tiempo.

Es evidente que Pemex no está utilizando sus recursos de manera óptima como empresa de cara al futuro. Por eso quienes deciden en dónde colocar fondos de inversión insisten en que Pemex debería de reforzar su inversión en exploración y extracción de crudo, en lugar de refinarlo. No es de extrañar que las agencias calificadoras hayan degradado la calificación de la deuda de Pemex, porque no se le ve un futuro prometedor sino al revés, un futuro que va a ir de mal en peor.

Lo malo, o más bien peor, es que el tamaño de la deuda de Pemex es tan grande, y su interrelación con las finanzas públicas del país tan estrecha, que no sería raro que la enfermedad de Pemex contagie a la hacienda pública, con consecuencias nefastas para el país. Estamos pendiendo de un hilo delgado, que se va a reventar a menos que se revierta la política energética del gobierno.

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