Opinión Enrique Cardenas

El costo del peso fuerte

Para el gobierno actual, un peso fuerte es prueba indiscutible de prosperidad, estabilidad y bienestar; pero el costo implica tener altas tasas de interés.

Para el gobierno actual, un peso fuerte es prueba indiscutible de prosperidad, estabilidad y bienestar. El presidente lo ha repetido frecuentemente, y lo han seguido otros de sus correligionarios. Por ejemplo, la senadora Dolores Padierna lo tuiteó el pasado 17 de febrero de esta manera: "Desconcertados se encuentran los expertos financieros, porque en la 4T el peso es la moneda en el mundo que más se aprecia con relación al dólar, dijo hoy el Presidente @lopezobrador_en la mañanera".

No hay desconcierto. Se sabe perfectamente que ese comportamiento es por las altas tasas de interés en México, y se sabe también que el tipo de cambio no debe ser un objetivo en sí mismo. Cuando los gobiernos mexicanos han considerado la 'estabilidad' del peso como una medida del éxito del gobierno hemos acabado mal. Basta recordar los eventos de 1994, durante el último año del presidente Carlos Salinas de Gortari, cuando el gobierno se vanagloriaba de la estabilidad del peso y todo lo que podía comprar en el exterior. Se trataba de una sobrevaluación del tipo de cambio al mantener, artificialmente, un peso fuerte gracias a la entrada de dólares golondrinos emitiendo deuda de corto plazo con altas tasas de interés. En aquel fatídico año, los ahorradores intercambiaron Cetes, Certificados de la Tesorería valuados en pesos, por Tesobonos, certificados gubernamentales pero valuados y pagaderos en dólares. Ello dejó muy vulnerable la posición de la moneda mexicana. Al salir los capitales, como ocurrió, el gobierno tuvo que pagar su deuda de corto plazo con dólares. Hoy en día, 65 por ciento de la deuda pública está documentada en pesos y el 35 restante en moneda extranjera, lo que parecería que elimina la vulnerabilidad del peso que existía en 1994. Pero el problema es que actualmente existen 2.2 millones de millones de pesos, o alrededor de 115 mil millones de dólares, de valores gubernamentales (pagaderos en pesos) cuyos dueños son residentes extranjeros. Ahí está la vulnerabilidad.

Los extranjeros han comprado Cetes por una sencilla razón: la tasa de interés en pesos ha sido muy alta, actualmente es de 6.95 por ciento, mucho más alta que en otros países. Los extranjeros ganan mucho más teniendo sus recursos en México en vez de tenerlos en su propio país. Como mencioné en este espacio hace algunas semanas, esa situación es sumamente riesgosa. Se revertirá tan pronto los inversionistas extranjeros (y nacionales) olfateen que las agencias calificadoras puedan reducir la valoración crediticia de México. Cuando ello ocurra, los fondos se retirarán del país por obligación estatutaria: no pueden invertir en países que tengan una calificación reprobatoria, o sea, cuando México pierda el llamado 'grado de inversión'.

De modo que la secuencia es así: mientras el gobierno muestre 'finanzas públicas sanas' y tasas de interés suficientemente atractivas, lo cual significa tener un 'superávit primario' positivo (no tener que pedir prestado para pagar intereses), México atraerá ahorro de residentes extranjeros en tanto no crean que México pueda perder el grado de inversión. Pero para mantener la calificación crediticia 'aprobatoria', México deberá continuar inyectándole recursos a Pemex, tendrá que reducir los gastos y la inversión gubernamentales, y utilizará cualquier medio para aumentar la recaudación fiscal. Todo ello deprimirá aún más la economía.

Con una economía mexicana estancada, los ingresos fiscales continuarán inalterables en el mejor de los casos y por tanto es muy posible que, habiendo consumido los fondos de contingencia del país (en 2019 Hacienda utilizó 149.5 mil millones de pesos, 40 por ciento de esos fondos de contingencia), ya no sea posible tener un 'superávit fiscal'. Ello prendería las alarmas para los inversionistas extranjeros.

Por otro lado, para atraer ahorro del exterior, México deberá seguir pagando altas tasas de interés. El Banco de México las ha reducido gradualmente, 1.25 puntos porcentuales en 14 meses, pero siguen muy elevadas. El Banco Central debe reducirlas lentamente. Si las disminuye demasiado, al tiempo que las finanzas públicas muestran signos de desequilibrio, esos 115 mil millones de dólares comenzarán a salir de México. Las reservas internacionales caerán y se depreciará el tipo de cambio.

Por tanto, el costo de mantener un peso fuerte implica tener altas tasas de interés. Por cada punto porcentual que baje la tasa de interés pagaremos menos intereses, alrededor de 85 mil millones de pesos anuales. Sí, se antoja que el Banco de México baje más y más la tasa de interés para elevar el consumo de bienes duraderos y disminuir el pago de la deuda. Sería estupendo. Pero si la reduce 'demasiado', habrá una salida fuerte de dólares y el peso se depreciará. Y como dijo López Portillo hace muchos años, "presidente que devalúa, se devalúa". Que no quepa duda, el presidente López Obrador preferirá mantener altas tasas de interés para mantener el tipo de cambio y la 'prosperidad del país', con el costo financiero que ello implica. Y cuando el peso se deprecie, que tarde o temprano sucederá, ya nos imaginamos a quién van a culpar.

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