Érase una vez un Número

Siete coordenadas para entender las políticas públicas del presidente

La consistencia y el pragmatismo son algunas de las características que pueden ayudar a comprender la forma de gobernar de AMLO.

A escasos cuatro meses de haber iniciado el sexenio muchos nos preguntamos cuál es el razonamiento detrás de la decisiones que ha tomado el presidente López Obrador. Aquí ensayo algunas ideas que tienen que ver con las acciones en materia económica y social.

Consistencia. En aspectos centrales de su política siempre ha pensado igual y actúa en consecuencia. En materia de finanzas públicas la austeridad siempre ha sido su bandera. En el tema del aeropuerto, el Presidente nunca ha estado de acuerdo con la ubicación en Texcoco. En el 2006 proponía un nuevo aeropuerto en Tizayuca, Hidalgo, ahora propone mantener el aeropuerto actual y uno adicional en Santa Lucía. En materia energética, aunque las circunstancias han cambiado por la reforma, su propuesta no es muy diferente a la que proponía en el 2006: que el sector energético sea la palanca del desarrollo nacional a través del fortalecimiento de Pemex y CFE.

Pragmatismo. Se adapta a las nuevas circunstancias cuando los asuntos están fuera de su alcance. En el 2006 criticaba la política de finanzas sanas; hoy, dada la posición de los mercados financieros, ha asumido el compromiso de que no se van a registrar déficits fiscales primarios. Algo similar sucede con la apertura comercial, en el 2006 planteaba que la libre importación de maíz y frijol no se aplicara en el 2008; ahora, que los plazos de desgravación del TLCAN se han cumplido, apoyó su renegociación. No es que el Presidente se haya vuelto neoliberal, es simplemente pragmático.

Se trata de un proyecto de poder, no de gobierno. Tomo esta coordenada de lo expresado por María Amparo Casar, colega del CIDE, en un artículo en Nexos. De esta coordenada se deriva que la columna vertebral de la política social asistencialista de este gobierno sea un padrón de beneficiarios opaco, y vinculado a su movimiento, que va a crear una gran base de apoyo ciudadano a los programas del Presidente. Me parece que el programa de adultos mayores, el de Jóvenes Construyendo el Futuro y el de Sembrando Vida tienen méritos si no se contaminan con la agenda político-electoral, como parece.

Soluciones fáciles a problemas complejos. No se ve en el programa de gobierno un análisis de fondo de cómo atender los principales problemas que tenemos como sociedad, sino acciones presupuestales sencillas y fáciles de operar. Para combatir la inseguridad se crea la Guardia Nacional sin una estrategia que la sustente; para atender el tema de las guarderías se da dinero a las madres en vez de corregir las fallas del mercado para que ese servicio exista en donde se necesita y para quien lo requiere; para incrementar la producción de la agricultura en pequeña escala se da dinero a los agricultores en vez de diseñar una política pública para incrementar la productividad. Las políticas públicas que se están implementando son sencillas y fáciles de operar con los recursos presupuestales disponibles, pero no van al fondo de los problemas.

Todo lo hecho anteriormente está mal. La negación de todo lo que se hizo en el pasado, como lo expreso Luis Rubio en un artículo reciente en Reforma, sea el nuevo aeropuerto de la CDMX, el seguro popular, el programa de guarderías, el programa de estímulos a la innovación, la reforma educativa y un largo etcétera. No existe en el Presidente animo de Estado para reconocer y continuar con políticas públicas de gobiernos anteriores, aún con los ajustes que seguramente requerirían.

La promoción de la actividad económica no está entre sus prioridades. Con la desaparición de ProMéxico y del Consejo de Promoción Turística, el mensaje que implícitamente se envía es el de una fe ciega en el mercado. No se dan cuenta que no estamos solos, que los países y las regiones compiten por atraer la inversión y el turismo; y que el éxito para atraer inversiones en diversas regiones del país tuvo una buena dosis de trabajo e intervención gubernamental.

El cuidado al medio ambiente no aparece en la ecuación. No está en el discurso, ni en el presupuesto, no se toma en cuenta en los proyectos insignia del gobierno y la estrategia de continuar generando energía en base a combustibles fósiles, en vez de promover las energías renovables, habla por sí sola. ¿Podemos irnos olvidando de los compromisos del Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? Así parece.

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