Eduardo Guerrero Gutierrez

Una secretaria temible

Eduardo Guerrero sospecha que Rosa Icela Rodríguez será temible y que nadie, ni en la Guardia Nacional ni en las Fuerzas Armadas, querrá tenerla de enemiga.

Alfonso Durazo. No será recordado como el hombre que encabezó la pacificación del país. Sus veintidós meses al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana se le fueron en apagar incendios. El peor de todos fue la humillación del Ejército, tras el fallido operativo de captura de Ovidio Guzmán, en Culiacán. Hubo muchos otros fuegos, regados por toda la geografía nacional: Bavispe, Celaya (varias veces), Irapuato, Madera, Minatitlán, Tlahuelilpan, Zamora...

Sin embargo, no me atrevería a decir que Durazo es responsable del desastre de violencia que vivimos. Al secretario saliente le tocó plantar cara ante las consecuencias de la negligencia de otros. Los mayores rompimientos de la paz ocurrieron antes de que él llegara y se debieron a la negligencia de muchos funcionarios, sobre todo gobernadores y alcaldes, que por años voltearon para otro lado, mientras el CJNG y otros grupos ganaban control territorial.

La clase política del país no ha sido capaz, ni en tiempos de Peña ni ahora, de tomar las decisiones difíciles que son necesarias para revertir ese proceso. A Durazo también le tocó ver cómo, por convicción presidencial, la institución que él encabezaba era desmantelada por el Ejército, en un proceso precipitado, motivado por algo de razón y mucho de prejuicio hacia lo que fue la Policía Federal.

En ese contexto, podemos reconocer al menos que en tiempos de Durazo la seguridad no siguió cayendo en picada. Durante los dos primeros años del gobierno de AMLO los homicidios se mantuvieron relativamente estables (eso sí, en los niveles alarmantes que dejó Peña Nieto). De acuerdo con las encuestas del Inegi, el porcentaje de mexicanos que se siente inseguro siguió siendo más o menos el mismo. Incluso se reportó una mejora significativa de la percepción de seguridad en el tercer trimestre de 2020 (aunque es probable que esa disminución sea consecuencia del confinamiento obligado, con la consiguiente disminución de oportunidades para el delito).

Finalmente, es justo reconocer que Durazo padeció lo mismo que tantos otros funcionarios en este sexenio. No tuvo mayor autonomía, ni mayor presupuesto para impulsar proyectos. La transformación de la Policía Federal en Guardia Nacional fue, en esencia, un ejercicio de entregarle el mando a la cúpula militar y dejar ir, sin mayor averiguación, a los principales cuadros civiles. En esto y en otros desatinos, Alfonso Durazo debió seguirle la corriente a un Presidente hábil, pero desdeñoso hacia la burocracia, hacia los expertos y hacia cualquier forma de gasto público que no implique entregar dinero directamente a la gente. Otros, como Carlos Urzúa y Germán Martínez, no aguantaron. Durazo se mantuvo firme en el equipo de los que tragan sapos. Se lleva en la bolsa la candidatura de Morena a la gubernatura de Sonora. La 4T sabe premiar la lealtad.

Rosa Icela Rodríguez. El viernes pasado, AMLO anunció que quien ganó la rifa del tigre, y entrará en sustitución de Durazo será Rosa Icela Rodríguez. Claro, si ella acepta el nombramiento. En algunas cosas Rodríguez me recuerda a Durazo. En cierto sentido, llega con las mismas credenciales que su predecesor, sobre todo porque ambos se formaron en el ámbito de la gestoría social.

De Rodríguez me atrevo a decir que llega con buena fama. Se sabe que es una operadora eficaz, que sabe conectar con la gente y que, como coordinadora de las 70 coordinaciones regionales de la Ciudad de México, en tiempos de Ebrard, logró algo extremadamente difícil: supo imponer límites a la corrupción y a las malas prácticas de la policía capitalina. Se dice también que tiene otra gran ventaja: goza de la absoluta confianza del Presidente. Sospecho que Rodríguez será temible y que nadie, ni en la Guardia Nacional ni en las Fuerzas Armadas, querrá tenerla de enemiga. La operación seguirá en manos militares. Sin embargo, Rodríguez podrá centralizar la información, y seguramente buscará garantizar que nadie, en las coordinaciones estatales y regionales en las que ahora está dividido el país, trabaje para la delincuencia (al menos no de forma demasiado notoria). Me queda claro que no será una secretaria florero.

Rosa Icela Rodríguez es la persona ideal para hacer marcaje personal a los mandos territoriales del Ejército y de la Guardia Nacional, lo que podría ser fundamental para evitar que el Estado siga perdiendo terreno ante los criminales. Sin embargo, para pacificar al país hace falta mucho más. Los programas sociales y las reuniones diarias de madrugada no son suficientes para convencer al CJNG o al Cártel del Noreste de frenar sus mortíferas guerras. Para lograrlo, hace falta darle un sentido más estratégico al despliegue territorial de la Guardia Nacional. También hace falta una respuesta más contundente, más enfocada y, sobre todo, más imaginativa, ante los excesos del crimen organizado y los casos más descarados de corrupción de autoridades locales. Lo que se ha hecho hasta ahora claramente ha sido insuficiente. Ojalá Rosa Icela Rodríguez se anime a salirse un poco del acotado libreto presidencial.

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