Eduardo Guerrero Gutierrez

Presidente, vocero y gestor

Eduardo Guerrero Gutiérrez escribe que las conferencias mañaneras serán un escaparate para que el presidente interprete su papel favorito, el del gestor social que conoce los 2 mil 458 municipios del país.

El documental 0.56% ¿Qué le pasó a México?, del gran Lorenzo Hagerman, es uno de los mejores retratos de López Obrador. Aunque presenta una visión favorable, no es un trabajo propagandístico. Muestra los momentos luminosos de un jefe de Gobierno querido por la gente, pero también exhibe algunos de sus excesos y desatinos. El documental concluye con una imagen que en su momento parecía patética. Es enero de 2007, meses después de la derrota electoral (0.56% es el margen con el que Felipe Calderón obtuvo la victoria en la elección de 2006). Quedó atrás el megaplantón en Paseo de la Reforma y la toma de protesta del "presidente legítimo". Vemos una pequeña población de Yucatán, en lo que parece ser el comienzo de un mitin. A pesar de los mejores esfuerzos del presentador, la gente no se acerca. De las pocas decenas de sillas que hay, algunas permanecen vacías. AMLO igual inicia su discurso, no parece incómodo por lo reducido de la audiencia.

Pasaron más de diez años. La suerte cambió diametralmente. Sin embargo, al observar las imágenes de las primeras conferencias de prensa mañaneras, no encuentro mayor diferencia. Vemos al mismo hombre, medio despeinado, hablar como si no hubiera ninguna prisa. Hay un inmenso fondo color guinda (color Morena) con la leyenda "Gobierno de México". Fuera de eso, el protocolo y los símbolos del poder brillan por su ausencia.

Lo que sí hay es mucho tiempo. En su primera semana como presidente, López Obrador dedicó cinco horas a las conferencias de prensa mañaneras, más tiempo del que otros mandatarios pasan de cara a los medios en todo un año. Donald Trump, por ejemplo, sólo dio una conferencia de prensa en solitario durante su primer año en la Casa Blanca (en algunos eventos toma las preguntas que le convienen; sin embargo, se trata de una dinámica distinta, donde Trump tiene el control). Mientras que Trump "mató" la rueda de prensa, para AMLO es uno de los instrumentos de gobierno más importantes. Desde ahí puede subirle o bajarle el tono a los temas que van surgiendo en la agenda pública. En la primera semana destacaron la reducción de sueldos en el sector público, el rechazo de los gobernadores a los superdelegados y la terna para ocupar la silla vacante en la SCJN.

Antes muchos funcionarios empezaban el día leyendo una síntesis de prensa. Supongo que ahora muchos "servidores públicos" sintonizarán religiosamente la conferencia de prensa de las 7:00 am. No habrá mejor forma de adelantarse a algunas de las instrucciones que vienen desde arriba. El martes, por ejemplo, el presidente prácticamente instruyó a las dependencias de seguridad a ponerse a trabajar para contar a la brevedad con una cifra nacional diaria de homicidios y de robos de vehículo. Para el viernes nos dijo que ya se "están acercando" a un sistema de información como el que le gustaría tener, pero giró otra instrucción, esta vez para contar con un plan contra el huachicoleo.

Cuando alguien está en vivo y frente a cámara cinco horas a la semana, sin apuntador, es inevitable que haya tropiezos y omisiones. El presidente quedó a deber en temas importantes. El miércoles, por ejemplo, no supo decir nada sustancial cuando una periodista de Sin Embargo le preguntó sobre su plan frente a los feminicidios. No obstante, a diferencia de Peña Nieto, AMLO no deja fácilmente que la ignorancia se convierta ridículo (su salida fue mencionar que para atender temas como el feminicidio se estaban llevando a cabo las reuniones de las 6 am).

En ocasiones, el presidente no ofrece nada distinto a lo que diría un jefe de manzana. Por ejemplo, el viernes apeló al poder de persuasión de las "madrecitas" para mantener a los jóvenes lejos de la delincuencia. No importa que ahora trabaje desde Palacio Nacional para una comunidad con más de 120 millones de habitantes. AMLO insiste en que mantendrá contacto directo con la gente. El miércoles escuchó paciente mientras un hombre denunciaba un caso de despojo en contra de una mujer indígena en Tetela de Ocampo, un municipio de la sierra norte de Puebla. Algunos medios señalaron que este hombre había "evadido la seguridad". Sería extraño. Sobre todo porque el presidente fue quien le concedió el uso de la palabra y porque, convenientemente, ese día acompañaba a AMLO Adelfo Regino, titular del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Regino recibió la instrucción de atender inmediatamente la denuncia de despojo.

Las conferencias de prensa mañaneras no serán sólo un espacio para dialogar con los medios, ni para mandar mensajes directos a la estructura de su gobierno; serán, también, un escaparate para que el presidente interprete su papel favorito, el del gestor social que conoce los 2 mil 458 municipios del país y que resuelve directamente las peticiones de sus pobladores.

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