Eduardo Guerrero Gutierrez

Morelos, la guerra que empieza

Ante la crisis, el gobierno de Cuauhtémoc Blanco piensa apostarle a la salida fácil: pedir que la Guardia Nacional venga al rescate.

En diciembre pasado publiqué en este espacio mi pronóstico para el gobierno que Cuauhtémoc Blanco encabeza en Morelos: un rotundo desastre en materia de seguridad. Desde entonces se veía venir que la combinación de grupos delictivos que le apuestan fuerte a la política, con un gobernador fantoche, abusivo e inexperto, sería explosiva. También advertía que ese desastre, que a fin de cuentas lleva el membrete de Morena, terminaría por convertirse en uno de los mayores dolores de cabeza para el gobierno federal (el Javier Duarte de este sexenio).

Desafortunadamente, hasta ahora no me equivoco. El primer trimestre de 2019 fue el más violento del que se tenga registro en la historia de Morelos. De enero a marzo de este año hubo 267 víctimas de homicidio doloso, 37 por ciento más que en el mismo periodo de 2018. Las denuncias de secuestro también se dispararon (en el primer trimestre de 2018 hubo cinco, mientras que en el primer trimestre de este año sumaron 24). Morelos va que vuela para convertirse en el estado más violento e inseguro del país.

La semana pasada la crisis de inseguridad comenzó a pasar factura en los medios. El asesinato del empresario Jesús García, 'Don Chuy', y de Roberto Castrejón, fue a plena luz de día, en el centro de Cuernavaca, en un momento en el que había prensa (también hubo periodistas heridos). Pareciera que el ataque fue planeado para ocupar las primeras planas, no tanto eliminar a un objetivo concreto.

Generalmente, cuando los grupos criminales de Morelos quieren matar a alguien, mandan a un comando armado bien entrenado. Interceptan a las víctimas en carretera o en un lugar donde saben que no llegará la policía. No hay arrestos. Así fue, por ejemplo, el viernes de la semana pasada en Puente de Ixtla, cuando un comando armado atacó un camión que se dirigía al Centro de Readaptación Social de Michapa, con un saldo de cinco custodios muertos.

Sin embargo, el homicida de Don Chuy y de Roberto Castrejón fue un joven de 22 años que vivía en una colonia cercana al centro y que se dejó atrapar fácilmente. Los grupos criminales subcontratan sicarios de este perfil precisamente cuando quieren generar violencia sin comprometer demasiado sus operaciones. Sospecho que Max 'N' no sabe gran cosa del verdadero móvil del homicidio, y que su interrogatorio no llegará muy lejos.

Se maneja la versión de que el crimen fue por un conflicto entre los grupos que organizan ferias y palenques. No puede descartarse. Las empresas que se dedican a este giro en Aguascalientes, en el Estado de México y en el propio Morelos han sido señaladas en varias ocasiones como negocios del crimen organizado.

Sin embargo, el doble homicidio del miércoles pasado tal vez se inserte en una estrategia más amplia y menos clara, de intimidación o advertencia a alguna autoridad estatal o federal. Desde que inició el gobierno de Cuauhtémoc Blanco perdió impulso la estrategia de centralización y fortalecimiento de la policía estatal que se había impulsado en años previos. Como consecuencia, Morelos se convirtió en un mercado mucho más atractivo para los delincuentes, sobre todo para los que se dedican a extorsionar negocios y a secuestrar.

Hoy en día lo que está en juego en Morelos es definir qué organización criminal será la que se quede con el botín: si Los Rojos, el grupo local dirigido por Santiago Mazari Hernández, El Carrete, o las células aliadas al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Al respecto, una coincidencia importante es que, el día previo al homicidio de Don Chuy y de Roberto Castrejón, fue detenido por la Policía Federal Raymundo Castro Salgado, El Ray, principal líder del CJNG en Morelos. A El Ray ya tenía tiempo que lo buscaban, tanto las autoridades como grupos delictivos rivales (en abril salió huyendo de una balacera en un restaurante en Cuautla). Ahora que fue detenido empezará la verdadera guerra para definir quién se queda con Morelos.

Ante la crisis, el gobierno de Cuauhtémoc Blanco piensa apostarle a la salida fácil: pedir que la Guardia Nacional venga al rescate. Me temo que no será suficiente. Los operativos del gobierno federal pueden servir para imponer una relativa calma en otros contextos: sobre todo cuando el conflicto se circunscribe al tráfico de drogas u ocurre en un espacio acotado (un puerto, una autopista, un centro turístico). En Morelos, igual que en Guerrero, la delincuencia es un fenómeno disperso, y el conflicto es entre grupos que buscan controlar todas las actividades que generan dinero en el estado. No tendrá solución sin una policía local confiable.

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