Eduardo Guerrero Gutierrez

Las brigadas de la 4T: improvisación y grilla

En lugar de armar una estrategia bien definida antes de mandar gente a campo, el gobierno de López Obrador ha optado por improvisar, escribe Eduardo Guerrero Gutiérrez.

No sabemos bien a bien quién les paga. Formalmente no existen en el organigrama. Sin embargo, esporádicamente los 'servidores de la nación' se asoman en la prensa. Se habla de unos 20 mil en todo el país, con miras a que en un futuro pudieran ser el doble o más. Como otras iniciativas del actual gobierno, son una reinterpretación del pasado.

El uso de la frase 'servidor de la nación' fue frecuente en el siglo XIX e incluso aparece en varios discursos pronunciados por Porfirio Díaz. La versión siglo XXI de los servidores de la nación surgió después de las elecciones del año pasado. Esencialmente eran brigadistas de Morena, que en la campaña habían sido promotores del voto. Formalmente, los servidores de la nación se dedican a levantar, casa por casa, el 'censo del bienestar' (una iniciativa vaga que busca depurar padrones y eliminar el coyotaje de algunos programas sociales). Sin embargo, los servidores de la nación también apoyan en otras tareas. Por ejemplo, participaron en la organización de la consultas del nuevo aeropuerto y en la del tren maya, y también en ciertos eventos del presidente.

La inspiración histórica de los servidores de la nación no se termina en el nombre. Los gobiernos del PRI también tuvieron sus redes de brigadistas y gestores. A pesar de su orientación neoliberal, el gobierno de Salinas de Gortari hizo algo parecido con los comités del Programa Nacional de Solidaridad. Sin embargo, en aquel entonces la maquinaria estuvo bien planeada en términos técnicos y funcionó como reloj. No sólo fue eficaz para la operación política a favor de candidatos del PRI, que sin duda la hubo, sino también como un instrumento para mantener la gobernabilidad (como recordarán los lectores de más edad, ese sexenio arrancó con el conflicto postelectoral tras el dudoso triunfo de Salinas sobre Cuauhtémoc Cárdenas). En aquel entonces los fines eran claramente objetables, pero la ejecución fue eficaz.

En contraste, no todo ha marchado bien estos últimos meses con los servidores de la nación. En lugar de armar una estrategia bien definida antes de mandar gente a campo, el gobierno de López Obrador ha optado por improvisar. Cada superdelegado organiza y despacha a los servidores de la nación como mejor entiende. En varios estados es evidente que ni el personal en campo, ni la estructura que depende del superdelegado, tienen una capacitación adecuada. Por ejemplo, no hay quien procese el enorme cúmulo de información que generan los servidores de la nación, y que sería esencial para mejorar la toma de decisiones. La lentitud es una de las consecuencias más notorias de la improvisación. En algunos estados es incierto para cuándo estará listo el censo. También hay purgas y pleitos. Quienes tienen más tiempo de militancia asumen que tienen prioridad sobre el resto.

Sin embargo, lo más grave es que la seguridad de los propios servidores de la nación podría verse comprometida. La semana pasada trascendió que un grupo de estos servidores fueron agredidos en Hidalgo, precisamente en una zona donde se concentra el robo de combustible. Visto de manera muy cruda, hay lugares donde el gobierno busca competirle a los criminales por sus clientelas. La idea no es del todo mala y es comprensible que el presidente no esté dispuesto a 'pedir permiso' para que los servidores de la nación entren a las zonas más peligrosas. Sin embargo, es ingenuo pensar que bastará con apelar a la buena voluntad de la población para que no haya incidentes graves. No es fácil entrar a las comunidades más violentas, que es donde más urge reafirmar la presencia del Estado. Mandar brigadistas del partido del gobierno, con chaleco, gafete y gorra, es tal vez la peor forma de intentarlo.

Los problemas no terminan ahí. Gabriel García Hernández, desde la Presidencia, e Ignacio Ovalle, desde Segalmex, ejercen cierta autoridad sobre la extensa red de servidores de la nación. Sin embargo, los superdelegados son quienes realmente controlan la operación en campo y a estos superdelegados, antes que cualquier cosa, les interesa hacer política. Muchos aspiran a ser gobernadores. No van a resistir la tentación de usar a los servidores de la nación con fines electorales y lo harán de forma poco sutil. El uso político que los superdelegados puedan dar a esta estructura no sólo es un riesgo para la equidad en las contiendas electorales. Los servidores de la nación también van a generar tensiones entre los superdelegados y sus adversarios al interior de Morena (en especial algunos senadores, que también aspiran a ser gobernadores y que intuyen que ya les están comiendo el mandado).

El presidente tiene la razón cuando dice que en los asuntos públicos no deben crearse vacíos de poder. Esos vacíos termina por llenarlos alguien más. Por ello, es positivo que el gobierno busque mejorar su presencia en territorio, atender las necesidades de la población en las regiones que históricamente han sido más marginadas, e incluso generar inteligencia social útil para ciertas intervenciones policiales o militares. Sin embargo, como en otros temas, la improvisación y el desdén hacia la burocracia podrían costar caro. Sin un planteamiento serio, sin protocolos y sin un mínimo de rendición de cuentas, el ejercicio se corromperá y terminará desprestigiado.

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