Eduardo Guerrero Gutierrez

Joe Biden, un enfoque de salud pública hacia las drogas

El tema más relevante para Joe Biden en materia de seguridad seguirá siendo el del combate al tráfico de drogas.

Coincido en que hay una curiosa afinidad entre las formas de AMLO y las de Donald Trump. Sobre todo en los reflejos demagógicos de ambos, y en su desprecio hacia los tecnócratas y hacia las instituciones del Estado. Sin embargo, hay un trecho amplio entre –por un lado– reconocer esa afinidad y –por el otro– afirmar que la relación entre la 4T y Washington ha sido hasta ahora una 'luna de miel'. La realidad es que a AMLO, y sobre todo a Marcelo Ebrard, les tocó lidiar con el constante bullying de la Casa Blanca. Supieron manejar los berrinches de Trump y han evitado hasta ahora una crisis mayor (aunque para conseguirlo tuvieron que darle la espalda a los migrantes centroamericanos). No creo que AMLO se reserve el reconocimiento al triunfo de Biden por lealtad a Trump, sino por simple temor a otra pataleta contra México en los dos meses y medio que quedan antes de la toma de protesta de Biden. En resumen, AMLO y Ebrard le hallaron el modo a Trump. No es mérito menor, pero tampoco se puede decir que la relación bilateral haya avanzado en los últimos dos años.

Con Biden volverá la estabilidad y la cordura al manejo de los asuntos entre México y Estados Unidos, empezando por la política migratoria. Casi con toda seguridad se suspenderá la construcción del muro en la frontera (700 kilómetros y 11 mil millones de dólares después). También podemos esperar el fin de algunas arbitrariedades migratorias, como la prohibición al ingreso de ciudadanos de ciertos países de mayoría musulmana, así como un trato más digno hacia los migrantes que llegan desde México. Miles de familias que han sido separadas en los últimos años probablemente podrán reunirse. Sin embargo, lo anterior no implicará una política de puertas abiertas hacia la migración. No hay que olvidar que incluso en tiempos de Obama, cuando Biden era vicepresidente, se alcanzaron niveles inéditos de deportaciones.

Otro tema que seguramente marcará la agenda bilateral durante la administración de Biden será el de las investigaciones del Departamento de Justicia, por presuntos vínculos con el crimen organizado, contra altos funcionarios de los sexenios de Calderón y Peña Nieto. A Trump y a su fiscal general, William Barr, les importaba un rábano herir sensibilidades en la clase política mexicana y la cúpula militar de México, como quedó de manifiesto con el sorpresivo arresto del general Cienfuegos.

Mucho de lo que pase en el futuro dependerá de quién sea designado secretario de Justicia y de quién quede al frente de la DEA. Sin embargo, me inclino a pensar que la administración Biden buscará ser más cautelosa. No podemos descartar que los juicios en curso lleven a nuevos arrestos y extradiciones de exfuncionarios, sobre todo de quienes colaboraron con García Luna y con Cienfuegos. Sin embargo, sospecho que habrá menos interés en abrir nuevos frentes con exgobernadores o con más exsecretarios.

Por último, el tema más relevante en materia de seguridad seguirá siendo el del combate al tráfico de drogas. Ahí nunca se ha exhibido cordura, sólo distintas variantes de la guerra contra las drogas que se lanzó en tiempos de Richard Nixon, y que ha tenido consecuencias desastrosas tanto en México como en los barrios pobres de muchas ciudades norteamericanas. Dar un giro radical a esta política fracasada sería un tremendo éxito para la administración de Biden.

Al respecto, hay razón para un moderado optimismo. En su plataforma, Biden delinea una política de drogas avanzada, en particular en lo que se refiere al fentanilo, el pariente de la heroína que en el último lustro se ha convertido en la droga más letal al norte de la frontera (se estima que este año se cobrará alrededor de 40 mil vidas en Estados Unidos). Biden ha enfatizado varios elementos prometedores: que el tratamiento de adicciones sea más accesible; regular a la industria farmacéutica (para evitar los casos de adicción que se propician a partir del abuso de medicamentos); y evitar a toda costa la criminalización y el encarcelamiento de consumidores. Casi como un pie de página, Biden menciona la interdicción del fentanilo que llega a Estados Unidos vía México.

Se trata de una propuesta de política inteligente y atractiva, que jamás hubiera sido impulsada por un político tan rudimentario como Donald Trump. Por supuesto, una cosa son las promesas de campaña, y otra muy distinta lo que ocurra en los hechos a partir de enero. Si Biden de verdad quiere un cambio en la política de drogas, tendrá que hacer frente a una pesada inercia, empezando por la DEA y su obsesión con la captura de capos (esa obsesión que le ha salido tan cara a México a lo largo de las últimas dos décadas). También tendrá que estar dispuesto a afectar poderosos intereses económicos, desde la industria farmacéutica hasta el sistema penitenciario, donde el círculo vicioso de adicciones, criminalización y encarcelamiento masivo se convierten en un negocio redondo. No será fácil y Biden necesitará aliados. Ojalá el gobierno de México se suba con él a ese tren.

COLUMNAS ANTERIORES

Criminales se reparten Guerrero con mediación de la Iglesia; el gobierno asiente y la violencia disminuye
¿Cuál debe ser el nuevo trato con las Fuerzas Armadas?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.