Eduardo Guerrero Gutierrez

El gobierno federal va solo

Todo parece indicar que AMLO y su equipo ya ni siquiera intentarán subir a los otros órdenes de gobierno en su estrategia de seguridad.

La más reciente encuesta publicada por El Financiero confirma que la popularidad del gobierno anda por las nubes. Seis de cada siete mexicanos aprueban la labor del presidente. La estrategia contra el robo de combustible también fue enormemente popular; cuatro de cada cinco le dan su visto bueno. No pesaron el desabasto, las filas y los rumores de que una serie de malas decisiones de Pemex empeoraron las cosas.

Este abrumador apoyo demuestra que la gente tiene una enorme confianza en el presidente. En el futuro próximo, el grueso de los mexicanos va a estar de su lado en casi cualquier cosa que anuncie: una cruzada contra la corrupción, una Guardia Nacional o la supresión de las estancias infantiles. La concentración de capital político que AMLO tiene hoy es algo que ocurre una vez por generación. Lo que está por verse es si este capital político bastará para superar el gran mal de nuestros tiempos: la crisis de violencia y de inseguridad.

Por otra parte, no es ningún secreto que lo que el actual gobierno tiene de instinto político, lo queda a deber en otros ámbitos. El éxito para conectar con población abierta no se replica con otras audiencias: los inversionistas, los líderes de opinión y los especialistas tienen grandes reservas respecto a la viabilidad de los proyectos de la nueva administración. La Estrategia Nacional de Seguridad Pública, presentada por Alfonso Durazo el pasado 1 de febrero, es un ejemplo. El documento fue vilipendiado por varios colegas por no cumplir con los cánones esperados en un plan sectorial. Sin embargo, ahí se plasman la idiosincrasia y los proyectos de quienes encabezan las dependencias de seguridad. Más allá del rigor técnico, me parece importante valorar el documento desde una perspectiva política.

Un primer punto positivo en la estrategia es que contiene una manifestación clara a favor de la permanencia de las policías municipales. Se reconoce la necesidad de fortalecerlas y se plantea la aspiración, un tanto desmedida, de duplicar el número de elementos. Con ello, esperemos, el nuevo gobierno abandone, de una vez por todas, el empeño de las administraciones previas de abolir sin excepción todas las policías municipales y crear 32 mandos únicos (una idea que atendía principalmente la ambición de los gobernadores, y que secuestró por mucho tiempo el debate legislativo).

Un segundo acierto de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública es que en ella se nos dice qué podemos esperar en materia de combate al robo de hidrocarburos. Por ahora la sociedad avala este esfuerzo. Sin embargo, en el mediano plazo el gobierno tendrá que demostrar que se logró algo más que frenar por algunos días la ordeña en ductos (y paralizar de paso la distribución legal). Por ello es positivo que en la estrategia se señale que habrá una evaluación de resultados: número de órdenes de aprehensión cumplidas, número de cuentas y empresas aseguradas, y número de sentencias condenatorias obtenidas, entre otros indicadores. No nos dicen para qué fecha podemos esperar los reportes correspondientes, pero estaremos pendientes.

Un tercer acierto es algo que se menciona de paso, pero que sería fundamental: poner en práctica acciones de disuasión focalizada. Es una de las aproximaciones que en otros países ha demostrado mejores resultados para lograr una disminución de la violencia, en particular en el contexto de conflictos entre pandillas y grupos criminales. Es algo que yo personalmente he promovido por varios años, pero que genera escepticismo y resistencia, pues supone un cambio radical: dejar de pensar en los criminales como meros 'blancos' y concebirlos como 'actores', que pueden modificar su conducta cuando se aprietan los botones correctos. Resulta alentador saber que alguien en el aparato de seguridad del gobierno está pensado en estos términos.

Hay otros aspectos positivos en la estrategia. También hay numerosas omisiones, así como propuestas que no parecen viables. Sin embargo, lo verdaderamente revelador es que, más allá de la intención de fortalecer las policías municipales, se decide darle la vuelta a un problema de fondo: la falta de cooperación de gobernadores y alcaldes. En la estrategia prácticamente no se dice nada sobre el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Parece que el gobierno no buscará reformarlo; simplemente lo ignorará. Por otra parte, AMLO ya ha dado muestras de que lo desdeña. Ni siquiera se quedó, como era la costumbre, en la sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública del pasado 24 de enero (donde dio un breve mensaje y se fue).

Todo parece indicar, pues, que AMLO y su equipo ya ni siquiera intentarán subir a los otros órdenes de gobierno en su estrategia de seguridad. Irán solos y le apostarán a construir una estructura paralela desde el ámbito federal: un 'Consejo para la Construcción de la Paz' integrado por seis personas, invitadas por el Ejecutivo, y una Guardia Nacional, apoyada en la confianza que la población tiene en este presidente y en las Fuerzas Armadas.

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