Eduardo Guerrero Gutierrez

Baja California, Edomex, Nuevo León y Quintana Roo, los estados más vulnerables

La relación entre desempleo y delincuencia, si bien existe, no es directa, sino que depende de la forma cómo los hogares y las comunidades responden ante la adversidad.

Se tiende a pensar que las crisis económicas, y en particular el desempleo que traen consigo, inevitablemente generan mayor delincuencia. Esto es cierto en alguna medida. Gary Becker, Premio Nobel de Economía, desarrolló una explicación al respecto: cuando hay menos trabajo lícito disponible, las personas simplemente dedican más tiempo y esfuerzo en actividades ilícitas que les permitan generar ingresos.

Sin embargo, la evidencia histórica demuestra que la relación entre desempleo y delincuencia es más compleja. Durante la Gran Depresión de principios de los años 30, cuando la tasa de desempleo en Estados Unidos alcanzó 25 por ciento, los registros de varias ciudades mostraron una enigmática disminución de los delitos. De forma similar, durante la crisis de 1995 en México no vivimos un aumento generalizado de la delincuencia. Por lo menos, sabemos que ese año los homicidios disminuyeron ligeramente en el ámbito nacional.

La relación entre desempleo y delincuencia, si bien existe, no es directa, sino que depende de la forma cómo los hogares y las comunidades responden ante la adversidad. Ahí donde la población tiene mayor arraigo es posible que la respuesta sea un reforzamiento de los vínculos de solidaridad y vigilancia vecinal. Además, en virtud del desempleo, los adultos pueden pasar más tiempo en el hogar y poner más atención a las actividades de los adolescentes y los jóvenes.

Por lo mismo, no nos debe extrañar que la respuesta ante una crisis económica sea distinta en diferentes partes del mundo e incluso entre regiones de un mismo país. Durante la crisis que siguió al 'error de diciembre', el mayor deterioro de la seguridad se sintió en el Valle de México. En aquel año los cristalazos y el robo de autopartes se volvieron problemas constantes en la capital y su zona conurbada. El secuestro también se disparó (fueron los tiempos del infame Mochaorejas). Mientras en el país en su conjunto los homicidios disminuyeron 1 por ciento en 1995, en el Distrito Federal crecieron 18 por ciento.

Tomando en cuenta que no todos los lugares son iguales, en Lantia Consultores nos dimos a la tarea de elaborar una metodología para identificar las entidades federativas más vulnerables frente a la delincuencia común en el actual contexto de contingencia y crisis. Para tal fin seleccionamos cuatro variables:

1) El porcentaje de hombres jóvenes dentro la población total, pues sabemos que este grupo es el más propenso a participar en actividades delictivas, sobre todo en robos y asaltos que requieren ciertas características de vigor físico y de baja aversión al riesgo.

2) El porcentaje de la población que nació en otra entidad federativa, pues la literatura también señala que la propensión a participar en actividades delictivas en tiempos de crisis es mayor entre quienes no tienen cerca una red amplia de apoyo familiar.

3) La pérdida de empleos formales registrada por el IMSS. Éste es el indicador que nos permite evaluar el impacto que la crisis está teniendo sobre los hogares (y que, con datos de abril, muestra notorias variaciones entre estados).

4) La tasa de incidencia delictiva de acuerdo con la encuesta nacional de victimización del Inegi. Esta variable es importante en virtud de que el proceso que lleva del desempleo a la delincuencia no es automático. Nadie roba coches o asalta en el Metro por instinto, son conductas aprendidas. El riesgo es mucho mayor cuando existe un antecedente personal, o bien cuando hay personas en el contexto inmediato que ya se dediquen a actividades delictivas.

Al utilizar esta metodología, las entidades federativas más vulnerables a la delincuencia común en la actual crisis son Baja California, Estado de México, Nuevo León y Quintana Roo. Les siguen la CDMX, Morelos, Querétaro, Jalisco, Nayarit y Baja California Sur. En contraste, los estados con menor vulnerabilidad son Chiapas, Oaxaca y Michoacán.

Es importante señalar que la metodología que usamos no tiene el propósito de anticipar lo que va a ocurrir (lo que sería imposible). Las variables que incluimos se eligieron exclusivamente con el objetivo de evaluar la vulnerabilidad de cada estado ante la delincuencia común. La evolución de la delincuencia que se presente también dependerá de las medidas que tomen las autoridades, tanto para atajar la inseguridad como para reactivar la economía. Deliberadamente omitimos del análisis la violencia y los delitos generados por las grandes organizaciones criminales, las cuales responderán ante la crisis de forma mucho más incierta.

Cabe señalar que la crisis que viene será particularmente cruenta en los lugares que en los últimos años reportaron mayor dinamismo. Los destinos turísticos y los polos industriales, que han sido tierra de promesa para decenas de miles de jóvenes que los hicieron su hogar, han sido los primeros en sentir el colapso económico. Ahí es donde la delincuencia común se podría disparar más fácilmente en los próximos meses.

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