Eduardo Guerrero Gutierrez

Autopista del Sol: la promesa y el engaño

Una vez que se corta el listón, las autopistas ya no le interesan gran cosa ni al presidente ni al gobernador ni al secretario de Comunicaciones.

La Autopista del Sol fue inaugurada en 1993 por el presidente Carlos Salinas y por el entonces gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu. Fue una obra emblemática de su tiempo. Tiene un puente de suspensión de casi un kilómetro de longitud sobre el río Balsas. Con sus 365 kilómetros de curvas suaves, la Autopista del Sol redujo a cuatro horas el tiempo necesario para llegar del Distrito Federal a Acapulco, abriendo la puerta para que este último se consolidara como un destino de fin de semana. Sin embargo, la Autopista del Sol era mucho más que una obra de ingeniería o un proyecto de infraestructura. Buscaba ser evidencia tangible de que México había llegado al primer mundo, como se jactaba Salinas por aquel entonces.

Como muchas de las promesas de aquellos años, la Autopista del Sol resultó un doloroso engaño. Por un lado, es demasiado cara para el grueso de los vacacionistas chilangos. Después del incremento de este año el viaje de ida y vuelta sale en más de mil pesos, sólo en casetas. Por el otro lado, el aforo nunca ha sido el esperado, y los ingresos que generan las casetas no alcanzan para reparar los deslaves y otros daños que año con año deja la temporada de lluvias (a lo que hay que sumar que el trazo original no fue adecuado, lo que ha implicado miles de millones de pesos en adecuaciones y mantenimiento extraordinario). Siempre hay tramos en mal estado, a pesar de que la autopista se ha convertido en un barril sin fondo para las finanzas públicas, a pesar de que ya fue 'rescatada'.

Sin embargo, los baches son el menor de los males de la Autopista del Sol. Los bloqueos o la ocupación de casetas se han convertido en una estrategia muy socorrida de los maestros de la CETEG, así como de cualquier otra organización de Guerrero que quiera presionar fuerte. El viernes pasado fue el sindicato de trabajadores del ayuntamiento de Chilpancingo el que logró cerrar la autopista. Tuvieron que ser desalojados por la unidad antimotines de la policía estatal.

Desde hace algunos años, también hay temporadas de asaltos: pueden ocurrir varios en un solo día y algunos terminan en balaceras. El año pasado por estas fechas, una familia del Estado de México escapó de forma heroica, después de haber sido agredidos a balazos por un grupo de criminales que intentaron cerrarles el paso. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, los criminales se salen con la suya.

La Autopista del Sol no es la única carretera en crisis por la inseguridad y los constantes bloqueos. El titular de la División de Seguridad Regional de la Policía Federal (lo que antes se llamaba Policía Federal de Caminos) identifica cinco rutas en situación crítica: en la Autopista del Sol y en la Siglo XXI (que va de Pátzcuaro a Lázaro Cárdenas, en Michoacán), el principal problema es que los delincuentes roban vehículos, que luego usan para cometer otros ilícitos. En otros casos los delincuentes atacan autobuses, a veces a pedradas y a veces a balazos, para detenerlos y asaltar a los pasajeros. En contraste, en la autopista Puebla-Orizaba, en la México-Querétaro y en la Celaya-Irapuato el principal problema es el robo de transporte de carga. Este fenómeno ha alcanzado tal severidad que ya ha tenido un impacto sobre el costo de asegurar cargamentos, y algunas aseguradoras de plano ya no quieren prestar el servicio.

La inseguridad y la conflictividad en las autopistas es un fenómeno un tanto paradójico. En principio, debería ser relativamente sencillo resguardar las carreteras de cuota. Se trata de espacios confinados, con un número contado de accesos. Los asaltos por lo general se concentran en algunos tramos de alto riesgo (como la zona de Mezcala, en el caso de la Autopista del Sol; o las cercanías de Esperanza, en la Puebla-Orizaba). Con tecnología y algo de inversión se podría lograr que los automovilistas y transportistas disminuyeron riesgos, así como mantener un monitoreo constante y tener un tiempo de respuesta de pocos minutos ante cualquier incidente. Aun así, el problema se viene arrastrando desde hace ya varios años. Hay operativos en Semana Santa, o después de los asaltos más sonados, pero la inseguridad regresa a las autopistas y en el largo plazo tiende a empeorar.

Las autopistas son esenciales para la economía y son utilizadas por todos: por los viajeros, por la industria pesada y por el sector turismo, por las comunidades aledañas y por las empresas que tienen las concesiones. Sin embargo, el problema es que políticamente no queda claro quién tiene la responsabilidad de que se mantengan transitables y seguras. Una vez que se corta el listón, ya no le interesan gran cosa ni al Presidente ni al gobernador ni al secretario de Comunicaciones. Se vuelven, eso sí, una gran herramienta para cualquier grupo mafioso.

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