Telón de Fondo

La sucesión y la necia realidad

Día tras día, hecho tras hecho, con todo López Obrador confirma la férrea idea de que el gran orquestador es él y que su voluntad está en curso.

La política por encima de todo, corrijo, la sucesión por encima de todo que no es lo mismo. Si lo fuera, quienes aspiran a presidir el Ejecutivo federal estarían refiriéndose al cuidado de los derechos más elementales: el derecho a vivir seguros; el derecho al libre tránsito; los derechos a la salud, la educación, la vivienda, el trabajo; el derecho a disentir.

A cambio, acudimos a un espectáculo de “popularidad” y de descalificaciones para lo que se recurre a ignorar la realidad y a personalizar sus males. La narrativa mañanera impone su marca, vamos, ni un mínimo esfuerzo de originalidad.

En el pasado de la hegemonía priista la designación del candidato en buena medida recaía en el presidente en funciones y este tenía claro que una vez despejada la ecuación iniciaba el declive de su poder. De manera tal que su quinto año significaba el último esfuerzo para concluir las obras de su gobierno y una suerte de contención de las intenciones sucesorias de quienes aspiraban a ocupar su puesto y de sus huestes.

No era una tarea fácil, ya que de eso dependía no sólo seguir siendo el fiel de la balanza, sino también la estabilidad política y que los naturales encontronazos entre los aspirantes no rebasaran los límites de la gobernabilidad.

La cuestión no podía estar mejor sintetizada en la frase de Fidel Velázquez: “Quien se mueve no sale en la foto”.

El actual presidente ha seguido muchos de los patrones de sus predecesores de los años “gloriosos” del priismo, pero aquí está rompiendo la regla dando él mismo el banderazo anticipado de salida de la carrera sucesoria que no sólo violenta la norma electoral que define tiempos para ello, sino además pone a prueba su propia capacidad de control.

El presidente ha definido las reglas dentro de sus filas: NO debates; despliegues “austeros”; cuatro el número de contendientes no, perdón seis; el tema: la defensa de la transformación, etcétera.

De la misma manera, no ha tenido empacho en hacer movimientos clave en su gabinete en áreas siempre críticas y más en estos momentos: el gobierno interno y la representación nacional en un contexto global cada vez más convulso.

Ahora, en un acto histriónico más, dice que entregará la estafeta el próximo 6 de septiembre, un año antes de lo previsto en su mandato constitucional. Una pieza más de una historieta con la que se pretende ocultar la intención de perpetuarse en la continuidad de su proyecto.

Antier presenciamos una evidencia más de esa narrativa. Al más añejo estilo: un Zócalo lleno, un presidente al centro, sus “elegidos” en segunda fila, señalados los culpables de todo y, lo más preocupante, el dedo en la llaga de una realidad lacerante: primero los pobres.

Tiene razón el presidente, si no atendemos esa penosa realidad, no sólo tenemos una deuda histórica sino vivimos día a día alimentando un “México bronco” que, al carecer de opciones, acude a la inmediatez de la riqueza efímera a costa del riesgo de la vida de todos.

Lo que es inadmisible es que haga un uso abusivo de esa inobjetable realidad y ahora la utilice como amenaza, como catapulta contra quienes considera sus enemigos, el presidente juega con fuego…

Día tras día, hecho tras hecho, con todo se confirma su férrea idea de que el gran orquestador es él y que su voluntad está en curso. Pero la dinámica política impone sus propias condiciones y derroteros, al igual que las ambiciones de los aspirantes y sus seguidores.

Por otra parte, el escenario ha cambiado en los últimos días, y si bien el Frente opositor aún no es tal (disidencia en sus filas; duda sobre el predominio partidista frente al ciudadano; legalidad sobre su proceder; interrogantes sobre el método y la trayectoria de algunos de sus dirigentes; etcétera), lo cierto es que entre sus filas han surgido candidaturas con perfiles retadores.

Entre las disputas naturales para encabezar la renovación del oficialismo, la posibilidad de candidaturas más competitivas desde la oposición y una creciente inconformidad social sobre todo por el contexto de inseguridad, lo que viene no será un tránsito ligero, ni para quien se imaginó poder resolver su sucesión sin contratiempos para dar continuidad a su proyecto, ni para quien quiera disputárselo.

POSDATA: Qué grave que en medio de la incertidumbre que vivimos, haya quien apueste a acentuar la polarización, incluso recurriendo al inadmisible ingrediente del racismo. ¿Se recurrirá al razonamiento fascista de que el fin justifica los medios? Cuánta razón tenía Cervantes, “cosas vederes Sancho”, los que ayer eran próceres de la defensa de los derechos de las minorías y los primeros indignados ante cualquier forma de discriminación, hoy acuden a ella desnudando su sectarismo.

El autor es exsecretario ejecutivo del Instituto Nacional Electoral (INE).

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