Dolores Padierna

Un año, los símbolos y los retos

En un año, el presidente López Obrador ha logrado probar, a los ojos de la opinión pública, que sin voluntad política no hay instituciones que funcionen y sirvan a los ciudadanos.

La autora es Diputada Federal

Comencemos por el peso de los símbolos que, para examinar los logros y retos del primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, nos acercan a las razones por las cuales el presidente cumplió sus primeros 12 meses en el poder con una alta aprobación.

Actos simbólicos como abrir Los Pinos al público, viajar en vuelos comerciales, declarar el fin de la "guerra" contra el narcotráfico y eliminar pensiones de los expresidentes nutren la verosimilitud de las acciones del jefe del Ejecutivo y de su promesa de cambio profundo en beneficio de la gente.

A un año de su victoria electoral, López Obrador mantiene un amplio respaldo popular. La serie de encuestas de El Financiero nos indica que sus índices de aprobación se han mantenido estables desde abril, registrando leves variaciones con un nivel mínimo de 66 por ciento de apoyo y un máximo de 70 por ciento.

Otros estudios han analizado las razones de ese alto nivel de aprobación y han encontrado, entre las más importantes: su "combate a la mafia del poder"; el discurso moral que maneja; su empatía frente a los más desfavorecidos; una agenda política y mediática diaria, haber quitado privilegios y dar apoyos sociales sin intermediarios.

En la citada serie de El Financiero, al evaluar los logros y fracasos del primer año de gobierno, el 17 por ciento de los entrevistados señaló los esfuerzos contra la corrupción como el mayor logro hasta ahora. En contraste, el 40 por ciento de los entrevistados afirma que el mayor fracaso ha sido en materia de seguridad pública.

Las opiniones negativas sobre el manejo de la seguridad se dispararon en los últimos meses. Este drástico cambio sobre seguridad no ha mermado el nivel de aprobación. Aunque la economía mantiene un nivel de crecimiento cercano a cero, las opiniones positivas sobre el manejo de la economía van mejorando, mientras que las negativas han bajado. Cada vez son más los mexicanos que consideran que el gobierno está haciendo lo correcto en materia económica.

Algunos temas específicos dividen las opiniones ciudadanas, pero es un hecho que si hoy hubiese una consulta de revocación de mandato 66 por ciento votaría porque el presidente continúe en el cargo, es decir dos tercios de la población. De mantenerse esa tendencia, los comicios de 2021 podrían tener como resultado un partido con amplia mayoría en democracia.

Entre los cambios en curso destaca por sus consecuencias la nueva organización de la Administración Pública Federal, que no es otra cosa sino la modernización institucional desde abajo, consistente en recortar las mediaciones informales para distribuir miles de millones de pesos en programas sociales.

El abandono discursivo y programático del neoliberalismo ha sido acompañado de las acciones de un gobierno que pone el acento en un crecimiento económico y desarrollo social logrado mediante una redistribución equitativa de la renta que busque mitigar las desigualdades sociales preexistentes. La clave son políticas públicas universales, orientadas al bienestar social, que eviten la manipulación de intermediarios y que lleguen de forma directa a los beneficiarios, a la gente, al pueblo.

El cambio en la relación entre las élites políticas y económicas es otro de los rasgos esenciales de este primer año. Las acciones de este gobierno van en la ruta de terminar con el influyentismo, con los arreglos informales entre las élites y su mecanismo más avanzado y acabado de influencia política: la corrupción.

En el terreno de las ideas, estamos frente al comienzo del fin de los dogmas que se instalaron, durante largos años, en la vida pública: la superioridad de la lógica de mercado sobre la del Estado, la de lo privado sobre lo público, y la de lo individual sobre lo colectivo.

Un sexenio puede ser un plazo corto para poner fin a esos dogmas, pero el camino ha comenzado.

En un año, el presidente López Obrador ha logrado probar, a los ojos de la opinión pública, que sin voluntad política no hay instituciones que funcionen y sirvan a los ciudadanos. Esa voluntad de cambio que se expresa con hechos desde el poder es la que concita la confianza ciudadana mayoritaria.

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