Dolores Padierna

Integración con respeto a la soberanía

La Casa Blanca le pide a México mayor integración en todos los terrenos. Podría aceptar una mayor integración en un marco de respeto a nuestra soberanía.

Diputada Federal por la LXIV Legislatura

En la reconfiguración del espacio geopolítico y geoeconómico global, México juega un papel clave para Estados Unidos. La guerra comercial con China y su confrontación militar indirecta con Rusia, así como el declive de su poderío económico y la desglobalización, a lo que se agregan la crisis climática y el impacto económico de la pandemia, son factores que han obligado a la primera potencia mundial a recalibrar y desplegar nuevas estrategias económicas y políticas, diplomáticas y militares, para conservar su hegemonía.

Más allá de la retórica diplomática de amistad y buena voluntad, la Cumbre de Líderes de América del Norte en sus dos últimas ediciones, 2021 y 2023, nos brinda la posibilidad de conocer el papel que Estados Unidos pretende asignar a México para sus propósitos globales, pero también para resolver otros importantes temas domésticos, como el incesante flujo migratorio y la epidemia de drogadicción que genera paisajes dantescos en las grandes ciudades del “sueño americano”.

La Casa Blanca le pide a México mayor integración en todos los terrenos, lo que en términos prácticos significa alineación y obediencia. Lo quiere como un aliado incondicional frente a potencias con aspiraciones hegemónicas como China, Rusia e incluso la debilitada Unión Europea.

En el plano económico Estados Unidos está buscando repatriar a las empresas estadounidenses asentadas en China, para acercarlas a “casa”, que en este caso significa Norteamérica. Y México es la mejor opción por su cercanía, mano de obra barata y la inevitable sumisión al T-MEC. A Estados Unidos le urgen cadenas de suministro integradas, seguras y confiables, robustas y resilientes, para garantizar su seguridad económica.

México también le es útil para enfrentar amenazas globales, que podrían afectar la capacidad de fabricación y la disponibilidad de bienes y servicios críticos. Las tensiones en el Mar de China y la concentración de producción de chips en Taiwán, es un buen ejemplo de la necesidad de relocalizar industrias críticas en América del Norte.

Por otro lado, la Casa Blanca desea aprovechar el cambio climático como oportunidad de negocio, por su potencial para revitalizar la industria, crear empleos y expandir mercados.

La idea es posicionar a Norteamérica como líder en las llamadas “soluciones limpias”. Ve la transición del transporte a vehículos de cero emisiones como una “oportunidad histórica”, para colocar nuevamente a la alicaída industria automotriz estadounidense en la primera posición mundial.

Desde su llegada a la Casa Blanca, Joe Biden ha presionado a México para que adopte políticas ambiciosas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y acelere el despliegue de energías renovables. La exportación de energía limpia y barata producida en el norte de México, donde hay mejores condiciones para generarla, es otro componente de la estrategia estadounidense.

De ahí el interés de Washington de que se mantenga la apertura de la industria eléctrica mexicana tal como fue diseñada por la reforma energética neoliberal de 2013, incluyendo los generosos subsidios de los que gozan los generadores privados de electricidad que aprovechan fuentes renovables de energía.

El espejo europeo nos muestra, sin embargo, que el camino trazado por la reforma de Peña Nieto solo usaba las energías limpias como pretexto para los negocios privados. Todas las evidencias europeas demuestran que mientras mayor sea la participación estatal en la generación de energía eléctrica, por ejemplo, los precios son más bajos y la inversión en energías limpias es mayor.

Algunos consideran que México podría sacar partido de la nueva estrategia de la Casa Blanca. Olvidan que Estados Unidos no tiene amigos sino intereses y difícilmente dejará atrás su actitud prepotente e injerencista. México podría eventualmente aceptar una mayor integración, siempre y cuando los términos y condiciones pactadas se den en un marco de respeto a nuestra soberanía.

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