Signos y Señales

¿Centralismo o federalismo?

 

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Estamos ante fenómenos de confusión en la opinión pública sobre temas federalistas, que de ser tan comentados parecerían claros, pero dos son particularmente relevantes:

El primero es el del financiamiento de la educación básica, donde en 1992 se insistía en hablar de su descentralización, y ahora de su centralización, cuando es claro que sólo se trató de un proceso de desconcentración de los servicios administrativos por razones políticas.

Siempre se ha tratado de recursos federales. Con la creación del Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal (FAEB), hasta su muerte en 2014, y hoy con el Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa y Gasto Operativo (FONE).

El FAEB nunca fue un fondo concurrente, es decir, las entidades no tenían que poner parte de sus recursos. Las entidades que tienen una alto peso presupuestal en esta materia, se debe a que tienen un subsistema estatal, que ya existía antes de la desconcentración de 1992, siendo muy alta su carga presupuestal, particularmente para Chihuahua, Baja California, Estado de México, Jalisco, Veracruz, Tabasco o Durango, por ejemplo. Algunos han recibido recursos adicionales por la alta carga educativa. Y hoy estos subsistemas existen en alrededor de dos terceras partes de las entidades.

Por otra parte, la opinión pública desconoce el problema que arrastran las entidades federativas, derivado de la insuficiencia de recursos del FAEB, su mala presupuestación en contra de lo que señala la LCF, que generó déficit importantes, así como la desafortunada fórmula de 2008 que profundizó las diferencias, mismas que ya no crecerán gracias al FONE. Todo lo absorbió la SEP, sin embargo, el déficit pendiente ahí está y pesa.

Las participaciones

El segundo tema es el de la pretendida fiscalización por parte de la ASF de las participaciones derivadas de los impuestos federales concurrentes, que son recursos propios de las entidades federativas y municipios, de libre disposición, derivados de la adhesión de las entidades federativas al Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, lo que los hizo dejar de cobrar potestades tributarias de alto potencial recaudatorio, para que los cobrara el gobierno federal, recibiendo a cambio una participación en la recaudación obtenida.

Se ignora con el enfoque centralista la existencia de los congresos locales y de sus órganos de fiscalización –las Asifis–, que forman parte del Sistema Nacional de Fiscalización. La administración pública estatal es soberana, rinde cuentas y es fiscalizada por su Congreso local y por su órgano de fiscalización, cuya tarea es estrictamente técnica. ¿No sería mejor pensar en fortalecer su independencia y autonomía, incluida la presupuestal, así como la observación ciudadana?

Esto puede provocar la ruptura del Sistema Nacional de Coordinación Fiscal (SNCF), ya que muchas entidades federativas que pueden y quieren recaudar sus impuestos podrían dejar el SNCF, ya que recaudarían más de lo que reciben de participaciones. Para ellas sería mejor cobrar su propio ISR o su propio IVA, pero esto afectaría a las entidades menos favorecidas, que son la mayoría, así como a los contribuyentes al regresar a la doble tributación.

¿Que hay inquietud por parte de los gobernadores y particularmente por los secretarios de Finanzas y las propias Asifis? Pues sí, ya que se fractura la soberanía de las entidades federativas, y no en todos los casos es por opacidad.

¿Es mejor el centralismo que el federalismo? No lo creo. Menos en un país del tamaño y la historia del nuestro. La democracia no puede estar centralizada, ya que siempre será mejor la coordinación, que la subordinación. Si no, preguntemos a los españoles cómo les va con su centralismo.

Twitter: @davidcparamo

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