David Calderon

Tiempo incompleto

El Programa Escuelas de Tiempo Completo atiende a más de 27 mil escuelas públicas del país, de la cuales siete de cada diez son planteles indígenas y rurales.

El autor es presidente ejecutivo de Mexicanos Primero .

La eliminación del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC) en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el próximo año fiscal (PPEF 2021) debe llenarnos de indignación. No hay forma de dulcificar, minimizar o relativizar una decisión tan profundamente injusta y equivocada.

Es –a estas alturas– poco fértil conjeturar en quién se originó esta ocurrencia, que por su gravedad sólo indicaría un funcionario insólitamente contrario a los derechos de niñas y niños, o bien increíblemente ignorante, o desaforadamente individualista, o todas las anteriores. La adjetivación no nos llevará muy lejos, así que mejor ahora concentrémonos en por qué y cómo se debe revertir, y a quién le toca hacerlo.

El PECT es uno de los programas insignia, orientadores de la Escuela Mexicana. Si queda alguna esperanza de que sea Nueva, será porque no se apuñaló y desechó uno de sus principales referentes, el Tiempo Completo. Eliminar presupuestalmente el programa es romper el marco aspiracional para, literalmente, cientos de miles de escuelas públicas, que esperaban ampliar ese 14 por ciento que en este 2020 el PECT cubre nominalmente.

¿Cómo no sentir que es 'escuela en vías de desarrollo' una comunidad con tiempo e instalaciones limitadas, con sus profesores corriendo para ir a otro plantel, a 'lo que sigue'? ¿Cómo no sentir que estamos dejando sólo a la mitad –si no es que menos– el potencial de la escuela cuando dejamos sólo para el imaginario de 'escuela sueca' que nuestras hijas e hijos cuenten con nutriólogo, psicopedagoga y comedor?

Queriendo ampliar la cobertura, en los setenta se decidió acortar las jornadas escolares, y hoy la primaria típica tiene contempladas 185 jornadas de cuatro horas y media. Quitémosle la media del recreo, el ingreso, el pase de lista… el tiempo efectivo deliberadamente dedicado para aprender se acaba reduciendo tal vez a tres y media horas. Cualquier directora o director, cualquier mamá o papá quiere que su escuela sea de tiempo completo: una jornada plena, comida caliente y sana, acompañamiento para tareas, posibilidad de expresar los intereses y no 'reducirse a lo que hay'. Que la escuela abrigue a niñas y niños por al menos seis horas, llegando hasta a ocho, no debiera verse como lujo y excepción, sino como parte de la definición misma de escuela.

Ya de por sí el contexto de sus hogares, la infraestructura y los materiales didácticos generan una ventaja considerable para las y los estudiantes en la escuela particular, sin escuelas de tiempo completo regresaríamos a depender del poder de compra de cada familia con niñas y niños en escuela pública para que tuviesen educación física más allá de la corta activación de dos veces a la semana, fortalecimiento de los aprendizajes curriculares, clases de inglés adicionales, deportes organizados, arte, apoyo psicopedagógico. Sería un fracaso educativo, social y cívico que el programa desaparezca para inflar la bolsa de becas no focalizadas y universidades sin transparencia, o peor, para obra pública de concreto y asfalto que no tiene desarrollo progresivo, como sí lo tienen las capacidades de niñas y niños cuando son reforzadas e impulsadas.

Es un ataque a la equidad. El PECT atiende a 14 por ciento de las escuelas públicas del país, es decir, más de 27 mil, de la cuales siete de cada diez son escuelas indígenas y rurales. Veamos un estado: Chiapas tiene mil 817 escuelas en el programa, y en todas y cada una hay servicio de alimentación. ¿En dónde están las escuelas? En Ocozocoautla, en Cintalapa, en Simojovel, en Pijijiapan, en Tzimol, Las Margaritas, Motozintla, en los pueblititos de Zinacantán y Chamula…

¿Cómo no hacer un profundo repudio a este recorte brutal, total, sin sustitución, no fundado ni motivado, contrario al principio de progresividad de derechos humanos? Justo a quienes Aprende en Casa II en sus versiones televisiva y digital no llega, justo para quienes la comida no es un ahorro sino un principio de manutención, justo en las comunidades en las cuales se entrega enseres de comida (apenas se están entregando en estas semanas lo que corresponde al nuevo ciclo) porque la comunidad, sobre todo las jefas, se fajan y cocinan diario, a ese estado del que se ha dicho que podría ser, junto con Campeche, los primeros en abrir las aulas. ¿A ellas y ellos en enero les despojarán de esto?

¿Cómo le va a hacer el 'afortunado' Campeche, designado casi para ya abrir, al que se le quiere despojar para 2021 del tiempo completo, y volver de tiempo incompleto al 36 por ciento de todas sus escuelas? ¿Quién va a tener cara para plantarse en las mil 361 escuelas de Guerrero, a las que se les quitarán estos apoyos? ¿Qué les van a decir a maestras y maestros de una de cada tres escuelas de educación básica en Baja California Sur, a quienes les despojarán de sus derechos adquiridos para la compensación que recibían? ¿Complementarán su ingreso vendiendo zapatos por catálogo, plata, manejando un taxi, porque su país no los supo conservar unas horas más en su vocación de educadores, con una paga magra –y con frecuente pago tardío– pero que los arraigaba en una escuela?

Es inaceptable. Nuestro tiempo requiere de especial atención y cuidado por niñas y niños, especialmente lo más pobres. No puede ser, el de su niñez, un tiempo incompleto sólo por la mezquindad, la negligencia y la incoherencia de los adultos con poder. Los diputados de todos los partidos, pero especialmente los de la mayoría que coincide con el partido del presidente no puede permitirse una incongruencia que dejaría una herida histórica contra los más vulnerables. Exijamos que cumplan su propósito: ser el filtro para que el presupuesto que diseña Hacienda no contradiga la Constitución. Que defiendan a su gente, la de su circunscripción; que puedan mirarles a la cara, y decir con honestidad que van a defender la escuela que sus hijos se merecen.

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