David Calderon

Opinna

Opinna son las siglas que identifica a la serie de ejercicios de consulta a niñas, niños y adolescentes que conduce el Sistema Nacional de Protección de Derechos de esa población.

El autor es Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero

No, no es un error de tipografía que se le fue al editor en este prestigioso diario, ni que se fue a mí en las prisas al redactar. Opinna son las siglas que identifica a la serie de ejercicios de consulta a niñas, niños y adolescentes (por eso la terminación en "NNA", las siglas del grupo de edad de cero a 17 años) que conduce el Sistema Nacional de Protección de Derechos de esa población, el SIPINNA.

¿Por qué preguntarles su opinión a los niños? La mentalidad patriarcal, que tanto daño nos sigue haciendo, tiene justamente ahí uno de sus más graves y arraigados puntos ciegos. Si usted cree que niñas y niños no pueden tener opinión propia, o que es irrelevante que la expresen, o que no tiene caso intentar incorporarla en las acciones de gobierno, déjeme decirle, respetuosamente que a) usted se equivoca y b) la persistencia de este prejuicio –que usted comparte con millones de adultos en este país– es una de las formas más insidiosas y difíciles de sacudir en que se toman malas decisiones sobre educación, salud, desarrollo social y demás derechos de la joven generación, malas decisiones que siguen plagando nuestro presente y hacen que México, para niñas y niños, no sea un buen país para vivir.

NNA tienen derecho a expresar libremente sus opiniones. Pero, además, tienen derecho a que su opinión sea considerada en todas las medidas, normas y políticas que les afectan. No propiciar que se expresen, o bien acallar o minimizar sus opiniones, decidir acciones de gobierno sin hacer consultas verdaderas, no simuladas, son todas violaciones a sus derechos. Así de simple, así de grave.

La Convención de los Derechos del Niño de 1989 establece –en su artículo 12– que los niños tienen derecho a opinar y a que esta opinión sea tenida en cuenta en relación a su edad y madurez cuando los adultos vayan a tomar una decisión que les afecte. El artículo 4º constitucional precisa que "en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos". Finalmente, en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, los artículos 2 en su fracción II, los 71 y 72, y el 125 en sus fracciones III y XI dejan inequívoco el mandato a las autoridades de promover la participación, tomar en cuenta la opinión y considerar los aspectos culturales, éticos, afectivos, educativos y de salud de niñas, niños y adolescentes, en todos aquellos asuntos de su incumbencia, de acuerdo a su edad, desarrollo evolutivo, cognoscitivo y madurez.

Están, pues, las autoridades obligadas a disponer e implementar los mecanismos que garanticen la participación auténtica y no simulada, permanente y activa de niñas, niños y adolescentes en las decisiones que se toman en los ámbitos familiar, escolar, social, comunitario o cualquier otro en el que se desarrollen.

Si es obligado y de justicia retomar la opinión de NNA, en caso de emergencia cobra mayor relevancia. Hay que preguntarles cómo están viviendo lo que pasa, y qué piensan de las medidas que se han tomado con respecto de su bienestar y desarrollo. Una profunda miopía los dejó fuera en la decisión del cierre de las aulas; las medidas de emergencia para prevenir el contagio no requerían de consulta, pero sí las que iban a marcar la ruta para aprender a distancia. Aprender no tiene que ser algo vinculado a conocimientos: ni siempre ni todo se resuelve por lo cognitivo, y así el autocuidado, el discernimiento ético y el juego quedaron bastante marginados en la "oferta" de Aprende en Casa, I y II.

Opinna, presentada oficialmente el 3 de diciembre, fue realizada por el SIPINNA en colaboración con varias instancias y especialmente el Instituto de Desarrollo Social, el Indesol; un gran ejercicio, del cual nosotros los adultos debemos aprender. Muy lejano a la versión o visión de excesivo optimismo manejada por la SEP, cuando se afirmó que "los niños están felices" o aún más temerariamente, que "no hay pérdida de aprendizaje", el ejercicio de Opinna incorpora la opinión de más de medio millón de niñas, niños y adolescentes que no se la están pasando nada bien. No es una muestra puntualmente representativa, por las obvias razones del encierro, de manera que en los resultados están sobrerrepresentados los niños mayores, de entorno urbano y de familias con ingreso medio. Los más pequeños, los de localidades pequeñas indígenas y rurales, los de hogares más pobres no están incorporados del todo; por ello, es válido suponer resultados aún más severos para esos grupos.

Los resultados son tremendos, y el adjetivo se queda corto: 45 por ciento de los niños de 6 a 11 años experimentan aburrimiento, y 46 por ciento sienten enojo frecuentemente o a diario; en el grupo de 12 a 17 años, dos de cada 10 reportan que no tienen con quien hablar de sus emociones, siete de cada 10 que no han hecho ejercicio en estos meses, dos de cada 10 que no han leído un libro, tres de cada 10 que no quieren estar en su casa, 8 por ciento que atestiguan peleas diarias en su hogar.

No podemos abrir las escuelas todavía, pero ya no podemos hacer oídos sordos a lo que opina la joven generación. Muchos, cientos de miles, se están marchitando. Es momento de dejar las justificaciones y de evitar apostarle todo a la televisión, y de ya activar operativos para hacer llegar los servicios, desde nutrición hasta contención socioemocional, a donde los niños están, a su contexto real y específico. Y hacerlos parte de las soluciones: es momento de escuchar el sabio consejo de los niños sobre lo que podemos resolver.

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