David Calderon

Dignos

David Calderón indica que Mexicanos Primero ha convocado a reconocer a maestras y maestros ejemplares, a través del Premio ABC.

En el enrarecido ambiente de la discusión educativa de esta semana, y más allá de los despropósitos de la administración que lo que han logrado no es destrabar sino aumentar la confusión sobre lo que es legal y de observancia obligatoria, démonos un respiro y hablemos de los maestros. Los de verdad, claro.

Las y los maestros están ahora en receso de primavera, pero están por regresar a la marea cotidiana de la vida escolar. Las más de las veces, docentes y directivos cuentan básicamente, para su crucial tarea, consigo mismos y su compañeros. Para llevar adelante su labor de educadores profesionales, cuentan en un sentido amplio y genérico con las leyes, los presupuestos, la red de apoyo, las autoridades y el resto de la sociedad; apoyo a veces sólo teórico; hipotético, pues.

No me acaba de convencer la expresión "dignificación del magisterio", pues parece implicar que será un proceso externo, un arreglo institucional o legal, lo que va a traer desde arriba y desde afuera algo para que los maestros sean dignos. Discrepo.

La raíz etimológica del término "dignidad" está en la palabra "dek", que significa "tomar", pero también "afianzar", y de la cual derivan multitud de palabras como "docente", "disciplina" o "decencia". La dignitas era una aspiración romana: encarnar lo justo, lo valioso, y contar por ello con la estima de los pares. Pero lo primero es la causa y lo segundo el efecto. No se programa el aprecio social y luego, muy luego, se refrenda. La "dignificación", entonces, no es un proceso que se active por decreto, o se reduzca a pagos y promociones; es una estima derivada de lo que se es; la percepción que sigue al ser, y confirma, da fe, de lo que hay. Un Centro, una campaña, una bolsa concursable por los estados no alcanzan para la dignificación. Ayudarán, sí; pero no producirán lo que se genera en otro lado, en la raíz del ser docente.

Debemos reconocer que venimos de décadas de maltrato, abandono e ingratitud con respecto de maestras y maestros en México; ahora mediático, pero mucho antes y mucho más grave, del sometimiento sindical y político. Se da por sentado lo que hacen, se comenta insolidariamente y con gran ignorancia que es muy fácil, que tienen muchas vacaciones (ajá, ¿y las interminables noches y fines de semana calificando, preparando o en cursos?). Con dificultad se hace un equilibrio entre el aprecio y el desafecto mutuo entre las familias y el colectivo docente. Creemos que los conocemos; pero en general, no.

El otro extremo del prejuicio es el que empareja martirio con docencia. Mientras más sufridos, mejores maestros. Se les invita a la auto-conmiseración, porque son de los oprimidos. Parece que las marcas de linaje es quién sufrió más: buen maestro es el que no comió ni durmió, el que atraviesa la selva, el que puede soportar las asambleas al sol y dormir en los plantones. Muchos nos tocó así, y botar en una camioneta de redilas al alba para llegar; "torta fría y coca caliente" es el menú favorito del maestro primerizo. Arruinar la propia salud, equilibrio emocional o viabilidad familiar no es vocación. Así no. Puede ser inspirador, pero también es algo indignante; no se debe hacer virtud del desajuste. Los educadores del pueblo deben mostrar las fortalezas de nuestra gente y activarla, no repetir sus limitaciones.

Por doce años ininterrumpidos, desde Mexicanos Primero hemos convocado a reconocer a maestras y maestros ejemplares, a través del Premio ABC. Para re-conocerlos, primero hay que conocerlos. Les pedimos que se postulen –o que lo hagan sus pares, sus superiores, o las familias- en http://premioabc.org/2019/index.php/inicio/aboutMaestro (todavía abierta por unos días más) y ahí vamos conociendo sus historias. El Premio busca fortalecer su relación con la comunidad, destacar sus buenas prácticas, entender la complejidad del ser docente. Además de una revisión cuidadosa de su trayectoria y proyectos, se conduce después entrevistas y visitas, para tener el punto de vista de los compañeros maestros, de sus superiores, de alumnos y ex alumnos, de las familias. "True assessment is appraisal", me enseño Maati Meri, el director de la Normal de Helsinki: la verdadera evaluación es consideración, aprecio.

Hoy ya son más de un centenar de maestras y maestros premiados; los requisitos y el proceso han demostrado soportar el escrutinio de los expertos y el juicio de los colegas propios. Tod@s han seguido con sus carreras, avanzando en responsabilidades o promocionándose a directores y supervisores, han publicado, ganan nuevos grados académicos, conducen grupos de estudio y comienzan a convertirse en asesores críticos de los secretarios de educación de sus estados.

Valoramos, pero consideramos incompletos, los festejos efímeros de otras organizaciones que los premian y los olvidan, o de las fundaciones corporativas que confunden la gratitud por un seminario, con mutuo aprecio o entendimiento, que aún no se da. Uno de los mejores legados del Premio ha sido dejar atrás la cultura de la rifa y el mariachi por un día, con sometimiento en el resto, y construir con ellas y ellos la discusión sobre su propia práctica, la rebeldía inteligente y permanente, la intervención sobre las leyes y los procesos. Poco a poco van haciendo su lento camino, sin dejar el aula o la dirección, para tomar su lugar como agentes de política educativa. La enorme mayoría de las maestras y maestros en México son dignos, lo reconozcamos o no. Pero si lo reconocemos, todos aprendemos.

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