Vicepresidente Adjunto de Asuntos Externos en AT&T México

Alcances e impactos de la inteligencia artificial

Todos los días convivimos con procesos y aplicaciones que utilizan Inteligencia Artificial (IA) para funcionar; sin darnos cuenta, diferentes formas de IA aprenden lo que nos gusta hacer.

Todos los días convivimos con procesos y aplicaciones que utilizan Inteligencia Artificial (IA) para funcionar; sin darnos cuenta, diferentes formas de IA aprenden lo que nos gusta hacer, lo que comemos, compramos, a qué hora nos levantamos y dormimos; registran nuestros patrones de comportamiento y analizan nuestras preferencias para conocernos mejor. Aunque parece inquietante, la adopción de estas tecnologías ha demostrado con creces su potencial para mejorar nuestra vida, permitiendo a la sociedad ahorrar tiempo y enfocar sus recursos en otras actividades que generan mayor valor.

En los años 50, científicos consiguieron programar el primer ratón capaz de salir de un laberinto virtual; varias décadas más tarde el aprendizaje automático y aprendizaje profundo, conocidos como machine learning y deep learning, pueden clasificar, predecir y tomar decisiones de forma similar a como lo haría una persona. El científico e informático Kai-Fu Lee, experto en IA, considera que esta tecnología, que carece de creatividad, conciencia y compasión, acelera el proceso de aprendizaje humano al conocer a las personas a través del análisis de grandes volúmenes de datos con enorme precisión y rapidez.

De manera cotidiana, las aplicaciones de comercio electrónico como Amazon o Alibaba aprenden los patrones de compra de cada cliente utilizando algoritmos que seleccionan aquellos productos con mayor probabilidad de ser elegidos y los priorizan para incrementar sus ventas. De igual forma, motores de búsqueda como Google y Yahoo utilizan analíticos para personalizar la publicidad que vemos todos los días y asistentes virtuales como Siri o Alexa se vuelven más eficaces cada vez que los usamos.

Algunos expertos creen que la IA impulsará transformaciones socioeconómicas tan grandes como la electricidad o el internet al insertarse en las cadenas de valor de todas las industrias; sin embargo, también crean nuevos desafíos relativos a la privacidad, la brecha económica o el desempleo.

Hay otra gran pregunta en el debate de la IA y es si será capaz de generar más empleos de los que reemplaza, sobre todo aquellos trabajos unidisciplinarios basados en tareas sencillas y repetitivas como asistentes administrativos, logísticos o de servicio al cliente, y que ya están siendo automatizados abaratando costos y minimizando fallas.

Nadie sabe con exactitud cuáles serán los empleos que la IA creará en los próximos años, pero no hay duda de que la demanda de expertos en programación, robótica o ciencias crecerá y habilidades como el pensamiento estratégico y creativo, o el trabajo en equipo, nunca pasarán de moda. Por esta razón, analistas coinciden en que, si seguimos educando a las nuevas generaciones con las destrezas y habilidades del siglo XX, nunca serán capaces de aprovechar las bondades de la IA. La educación del futuro debe enfocarse en desarrollar la curiosidad, la creatividad, la comunicación, el pensamiento crítico y la compasión.

Al estar basada en la observación de los datos, la IA podría personalizar la educación para cada alumno con base en sus aptitudes y desempeño, automatizando procesos rutinarios como el diseño y evaluación de exámenes y tareas, tal como lo hacen Google o Amazon para sus clientes. En China, modelos más desafiantes proponen utilizar profesores generados artificialmente para la instrucción básica, para que los maestros dediquen ese tiempo en labores insustituibles como transmitir valores éticos e interpersonales.

Aunque la IA es capaz de detectar y emular ciertas emociones, carece de autoconciencia y es incapaz de la complejidad y belleza de la lengua y la creatividad humana. Así como la electricidad y el internet, cualquier tecnología es una herramienta neutra que cumple una función al servicio de la naturaleza humana que, históricamente, siempre prueba ser más buena que mala.

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