Rotoscopio

'Vice': el cine esquizofrénico de Adam Mckay

'Vice' es una película que aborda la ambición desmedida como un vicio, escribe Daniel Krauze.

Vice, escrita y dirigida por Adam McKay, es una biopic sobre Dick Cheney (Christian Bale), el vicepresidente de George W. Bush (Sam Rockwell) durante los turbulentos años posteriores al ataque terrorista del 11 de septiembre. La película va y viene de los comienzos de Cheney en Washington, como asistente de Donald Rumsfeld (Steve Carell), hasta su tiempo como presidente de facto de Estados Unidos, posición que tomó gracias a que Bush Jr. parecía poco interesado en ejercer su puesto. El estilo de McKay –antes director de comedias como Anchorman– quedó de manifiesto en The Big Short, cuyo estilo mezclaba material auténtico con una edición y una cámara agitadas para dar la sensación de urgencia, yendo de la comedia y el absurdo al drama y la sentencia. Vice es igual de variada: hay momentos muy simpáticos –como una secuencia de créditos falsa–, otros sorprendentes –Dick y su esposa Lynne (Amy Adams) de repente hablan como personajes de Shakespeare–, mezclados con una tonelada de datos y hasta un innecesario narrador. La película resulta, al mismo tiempo, un ejercicio osado dentro del género del biopic y un ensayo de prepa en contra de la administración de Bush y Cheney.

Hay un instante, durante las primeras conversaciones entre Rumsfeld y Cheney, cuando Dick quiere saber la postura de su jefe sobre la guerra en Vietnam. ¿En qué creemos?, le pregunta. Al oír esto, Rumsfeld se echa a reír. Hacia el final de Vice, la pregunta también aplica para McKay. ¿Cree que Cheney fue un bobo que solo logró subir peldaños gracias a su Lady Macbeth y a su temperamento silencioso? ¿O lo ve como un maestro del ajedrez político? ¿Fue un conservador o un oportunista? ¿Estaba enamorado del poder o de su patria? ¿Nunca tuvo escrúpulos o los perdió poco a poco? Es curioso: si bien la cámara de McKay observa todo –cada escena está repleta de cortes de edición en los que vemos objetos y detalles de los actores y la puesta en escena–, y aunque su narrativa abarca casi toda la vida del vicepresidente, no hay una opinión coherente sobre él. Bale y Adams están magníficos, pero poco pueden hacer para esclarecer lo que el guion ignora y la dirección no sugiere.

El tono de Vice también es un lastre. Entre las escenas jocosas hay sangre, brutalidad y guerra. McKay nos pide que nos tomemos en serio lo que vemos, que lo interpretemos como una tragedia provocada por un hombre inescrutable e inclemente. Pero los chistoretes socavan la fuerza del mensaje, sin importar cuántos datos horrorosos aparezcan hacia el desenlace. Vice es una película que aborda la ambición desmedida como un vicio. McKay tiene algo de esa ambición. Son loables sus ganas de experimentar y mezclar géneros y registros. Al final, sin embargo, Vice no cuaja como documental, drama, comedia o arma de denuncia.

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